_Capitulo 1: parte 1_

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Riing Riing

Apagué el puto despertador. El que me recordaba que tenía otro asqueroso día en el que tenía que fingir delante de todos estar bien. Si, ese es el resumen de toda mi jodida vida. Dentro de 1 mes cumpliría 17 años en este maldito mundo, donde preferiría no vivir.

- ¡Evelyn! ¡Baja a desayunar!

Como puede mi madre gritar tanto a las 11 de la mañana…
Esa es mi gran pregunta de todas las MAGNÍFICAS mañanas… esperad, ¿se a notado la ironía?

- ¡Ya voy mamá!

Bajé las escaleras lo más lento que pude, para practicar la vieja sonrisa de todos los días.

- Muy bien hija, aquí tienes tu desayuno.

- Muchas gracias mamá, me alegra que estés bien, como de costumbre.

- Muchas gracias mi niña, yo también me alegro por ti -casi me asfixió entre sus brazos-.

- …

Terminé de desayunar, y elegí lo primero que había en mi armario: Una sudadera gris, unos jeans y mis queridos deportes.  (Pero… no te duchas por las mañanas?) ¿Que idiota se ducha por las mañanas? ¿O acaso soy la única que se ducha por la noche?. Pues vaya tontería.
Salí de mi habitación, tomé mi skate, y me fui al parque más lejano posible.

- Hola, ¿practicas skate?

- Si, vengo casi todos los días… ¿y tu eres…?

- Perdona por no presentarme antes, yo soy Alan, ¿y tu?

- Yo Evelyn un gusto.

Bueno, pues Alan es el típico chico de pelo rubio y larguito, ojos azules y demasiado alto. (Perfecto) pues si.

- Pues Evelyn, ¿que tal si dejas de fingir esa sonrisa que llevas?

- ¿Yo fingir? No me conoces en absoluto para decirme eso.

- No te conozco lo suficiente, pero también soy lo suficiente normal para darme cuenta de que finges estar bien, cuando no lo estas.

Esas palabras me derrumbaron totalmente e hice el ridículo llorando en un parque con un chico al que apenas conocía. Me tape con el gorro de la sudadera. Entonces, Alan me abrazó lo más fuerte que pudo.

- Desahogate conmigo, sé como te sientes, aunque no me creas.

- No-no creo que me puedas ayudar, A-Alan.

- Creeme, apenas ver esa mirada tuya, se por lo que estas pasando, y si me dejases, quiero ayudarte.

- No puedo confiar en un chico que apenas conozco.

- Pues en mi opinión, te conozco más de lo que crees… ¿que tal si damos un paseo por ahí?

- Supongo que no me podré quejar - no pude evitar sonreír, y esta vez, era de verdad-.

- Así me gusta verte - sonrió suavemente- mañana te esperaré otra vez en este mismo parque.

- Esta bien, ¿vamos?

- Vamos.

Me cogió de la mano y me llevo a sitios asombrosos en los cuales yo nunca había estado… es mas, no sabía ni que existían.

Te invito a sonreír. Yo pago.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora