|3|

2.9K 213 27
                                    

Luna se encontraba patinando en la pista. Daba leves giros mientras ensayaba su coreografía. De un momento a otro se detuvo e hizo un gesto de desilusión.
Matteo la observaba desde la barrera que encerraba la pista, y al ver su rostro apagado se acercó.

—¿Estas bien Luna?

Preguntó mientras la tomaba del mentón haciendo que ella lo mirase.

—Sí —respondió con un tono de inseguridad—, bueno, en verdad no.

Reconoció volviendo a bajar su mirada.

—¿Quieres contarme?

Preguntó Matteo casi susurrando y tomó las manos de Luna.

—No quiero molestarte con mis tonterías.

Él rió por lo bajo.

—Jamás me molestarías.

Dijo mientras lentamente se acercaba a ella, haciendo que sus miradas se chocaran dejando a la vista el brillo de sus ojos.

—Si quieres nos encontramos después del ensayo —dijo Luna mientras su rostro formaba una pequeña sonrisa—, podemos vernos en el parque.

—Claro que sí —le respondió Matteo con una coqueta sonrisa—, pero prométeme que sonreirás —Dijo haciendo que las mejillas de Luna comenzaran a sonrojarse, y ella agachó su cabeza— Tu sonrisa es especial, ¿sabes?

Dijo al fin.
Y era verdad.
La sonrisa de Luna era el rayito de sol que alumbraba a Matteo en los días grises.
Para él escuchar reír a Luna era la mejor sensación que podía sentir.
Cada vez que la tenía cerca su corazón latía de una manera incontrolable.
Cada vez que bailaban juntos, cada vez que ella corría desesperada despeinando su cabello. Cada vez que la salvaba, cada vez que ella chocaba contra él y rodaba los ojos cuando Matteo bromeaba con lo despitada que era. Cada vez que la veía entrar por las puertas del Blake, o cuando la veía luchando por entender su tarea.
Era algo increíble lo que ese pequeño desastre causaba en él y todo lo que le hacía sentir.

[...]

Luna caminaba en círculos al rededor del gran árbol que se encontraba sobre el banco en el que ella y Matteo habían ensayado Romeo y Julieta. Sonrió al recordar aquella escena y al darse cuenta todo lo que Matteo generaba en ella y todo lo que le hacía sentir.
Llevaba unos shorts azules y una musculosa roja con una chamarra amarilla atada a su cintura. Tomó su celular y marcaban las 5 en punto.
Se sentó en el banco con sus ojos aguados en lágrimas pensando en que Matteo ya no iba a venir. Pensó en mandarle un texto, pero luego se arrepintió. Después de todo iban a hablar de ella y no quería ser molesta.
Guardo su teléfono en su mochila dejandola a un lado, y hundió su rostro en sus rodillas, así quedó un largo rato.

—Hey, chica delivery. ¿Te encuentras bien? —dijo una voz tan varonil, una voz que ella adoraba tanto. Y ahí estaba él, a su lado, su chico fresa, al único que quería en su vida. Pero que no pensaba tener, por ser ella un gran desastre— Luna.

Insistió Matteo y ella levantó su rostro, donde inevitablemente no pudo ocultar sus ojos hinchados y de un color rosado por tanto llorar.

—Pensé que ya no vendrías.

Dijo bajando su vista otra vez.

—Jamás te dejaría sola. —dijo él dedicándole una sonrisa intentando que Luna lo mirara a los ojos— Es más, ¿por qué no vendría? Si solo contigo es donde quiero estar.

Soltó de un momento a otro, dejando a Luna mirándolo completamente asombrada ante esas palabras y abalanzándose sobre él para acortar la distancia con un abrazo.
Luna sollozaba en sus hombros, mientras que Matteo acariciaba su enrulado cabello. Ella se separó unos segundos y lo miró.

—Gracias por venir, a pesar de que yo sea un desastre. 

Dijo ella, y esta vez fue él quien la abrazó con fuerza. Sin querer separarse jamás.

disaster; lutteoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora