/Narra Kate/
Y esa era la última caja.
Era oficial, el embalaje había terminado.
Mi madre había ido a comprar algo para la cena, porque obviamente no íbamos a cocinar, ya que esta todo en cajas (dah).
Aprovechando su salida, salí corriendo de la casa para ir al parque que estaba junto al lago. Corrí y corrí hasta que llegue hacia la banca en la que siempre me sentaba.
Mire a mi alrededor, cerré los ojos y traté de atesorar lo que sentía en ese momento. Extrañaría todo esto, era un hecho, pero ya estaban las cosas listas. No había marcha atrás.
Seguí así unos minutos, hasta que de repente sentí un peso sobre mis piernas, por lo que abrí mis ojos repentinamente y al darme cuenta de quién era, no pude hacer más que propinarle un golpe a la persona.
-¿Eres estúpido o qué? –Grité- casi me matas de un susto, idiota.
-Lo siento castaña, es que no pude aguantar –dijo- aparte, es tu ultimo día, ya mañana te vas y no tendré a quien más molestar –hizo un puchero-.
Alexander, mi mejor amigo, es el que siempre anda haciendo pucheros. Lo conocí gracias a una amiga que me lo presentó.
En realidad, es gracioso, porque yo lo conocía de antes. Él vive a una cuadra de mi casa (bueno, hasta mañana), y cerca también había una casa con muchos perros rabiosos, y cuando tenía que ir a comprar pan, tenía que pasar por ahí obligada, lo que me daba demasiado miedo. En fin, la cosa es que cada vez que salía a comprar el pan u otra cosa, los perros salían de la casa y me empezaban a ladrar y a perseguir, pero en seguida salía Alex con su guitarra o con piedras y alejaba a los perros hasta que yo estuviera en la otra esquina sana y salva.
Tan lindo que es mi amigo.
-Alex, cállate. –Sentencié- vine hacia acá para despejarme, no entristecerme
-Lo sé, también vine para acá por eso –dijo mirándome- y bueno, también porque te veías chistosa con los ojos cerrados y la boca abierta
Me puse roja en un instante, ya que se me había olvidado que desde su ventana él tenía una vista clara del lugar en donde me encontraba.
-¡Ya se, la misión de tu vida es solo humillarme! –lo apunté con el dedo- oh, pero no querido Alex –me paré de la banca- ¡TENGO FOTOS TUYAS MUY COMPROMETEDORAS!
Su cara se transformó en una milésima de segundos.
-¡HIJA DE TU SANTA MAMI! –Se exaltó- ¡NI SE TE OCURRA MOSTRAR ESAS FOTOS! ¡CREÍ QUE ME AMABAS! –hizo gestos de llorar-.
Y como siempre, terminamos peleando como unos diez minutos hasta que nos dio hambre y fuimos a comprar unas galletitas con jugo.
Esas son una de las tantas cosas que extrañaré de acá.
De vuelta al parque (ya con mis galletas y mi jugo, ¡soy feliz!) terminamos hablando de muchas cosas, desde la creación del mundo hasta de la inmortalidad del cangrejo, hasta que llegamos al tema de mi cambio de casa y nuestra amistad.
-Kate, ¿te has preguntado alguna vez si nuestra amistad seguirá? –me dijo muy serio-.
-Estúpido, mis sentimientos, idiota –le dije- ya, pero hablando en serio, yo creo que si ambos queremos, podremos seguir con nuestra amistad, a pesar de la distancia, siempre te adoraré –dije casi llorando-.
No pasó ni un segundo y ya me encontraba en sus brazos. Realmente no me gustaba la idea de irme, lo detestaba, pero sabía que nuestra amistad perduraría.
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¿Y ahora que?
Short StoryAproximadamente han pasado 4 años desde que todo cambio... pero ya lo he superado, creo. Con mi mamá nos tuvimos que cambiar de casa, e irnos a un lugar que estaba lejos de donde nosotras vivíamos. Por ende, esto significó cambio de casa, cambio de...