En esta ocasión, me hago eco de una conversación que me confío un compañero de modulo y que le ha cambiado totalmente la vida sin posibilidad de restauración.
Este compañero padre de cuatro hijos y casado con su esposa de origen sudamericano, vivía en pamplona con su familia, tenia un trabajo fijo con su sueldo suficiente para mantener a todo el clan familiar y sus gastos. Suficiente para vivir pero sin excesos, no pedia mas.
Un buen día cuando bajaba a la calle para dirigirse a su trabajo, fue abordado por seis policías forales, que le comunicaron que le estaba detenido pues había una orden de busca y captura sobre el. Este compañero asustado por la situación que se le presentaba, pidió a los agentes que le acompañaran a la vivienda para poder avisar a su esposa de lo que estaba ocurriendo y coger algo de ropa, ya que le comunicaron que le llevaban directamente a prisión.
El agente al mando, como siempre, haciendo uso de la amabilidad que este cuerpo policial suele demostrar, le comunico que pusiera las manos a la espalda y que seguirían el procedimiento, luego nada de avisar a nadie ni de favores para recoger una muda, pues estaba con el buzo de trabajo.
A las pocas horas se encontraba en el modulo tres de la cárcel de pamplona, totalmente decaído y preocupado, pues no había podido comunicar con su familia para decirles donde estaba fue pasando el primer mes y la empresa escribió una carta a su domicilio en la que comunicaba que estaba despedido por que había ocupado su puesto de trabajo otra persona, pues no se podían permitir guardar el puesto indefinidamente.
Este fue el primero de los problemas que el destino le tenia preparado.
En sucesivas visitas de su esposa a la prisión, le fue comentado que el dinero que había recibido del finiquito del trabajo, estaba llegando a su fondo, pues de ahí se pagaba el piso, los estudios de los niños y los gastos de la casa; y por mas austera que fuera y no se permitiera ningún gasto extra, el mes siguiente no podría ya pagar la renta.
La cosa se iba poniendo fea en casa.
Pasado el cuarto mes en una visita de su mujer, que peleaba por poder encontrar un trabajo, y que le echaba toda la fuerza que tenia, por una parte para mantener el espíritu de su esposo alto, y no se derrumbará entre rejas y, por la otra, pa poder mantener a la familia y el hogar en pie, no tuvo mas remedio que contarle la entrevista que había tenido esa misma mañana con el casero: Le daba un plazo de un mes para pagar las deudas o abandonar la vivienda.
Quedaban desahuciados.
Por si ya fuera poco sufrimiento el estar aquí encerrado sin poder hacer nada, ahora no podía dormir ni dejar de pensar todo el día en que ocurriría en casa.
Cada día que pasaba, como estaría luchando su esposa, y si seria capaz ella sola de mantener la familia unida.
Fiel a sus visitas de los sábados, su quería esposa no siempre le contaba tosas las calamidades que estaba pasando, para no hundirlo moralmente, pero hoy tenia una mala noticia, había acudido a los servicios sociales pidiendo ayuda para su familia hasta que su esposo saliera en libertad, y la respuesta había sido la peor para una familia siempre unida: Se harían cargo de la niña pequeña en una casa de acogida. Antonio el mayor que tenia dieciséis años, dándose cuenta de la situación y viendo a su madre llorar todos los días por no tener nada que ofrecerles, decidió marcharse a la casa de un tío, hermano de su madre, a Barcelona; por lo menos así aliviaría la cargara familiar, aunque ninguno de los dos quería separase y ella quedaría con las otras dos criaturas en una habitación alquilada.
No te preocupes cariño Dios aprieta pero no ahoga, le dijo su marido intentando callar aquellas lagrimas que se dibujaban en un padre de familia impotente ante la situación que a su familia amada se le presentaba.
¿Que mas me puede pasar?
Se decía el dudando casi, después de tantos meses, de si todavía le quedaría familia. Un sábado su esposa no llego a la visita, esto le produjo tal trastorno anímico que paso varios días hundido, sin hablar con nadie y visiblemente, su rostro se había transformado en una angustia permanente.
Recibió una carta de esta querida esposa en la que le explicaba así:
"Querido y amado esposo mío, siento mucho haber tenido que volver a Ecuador con mis padres y con mis tres criaturas. No podía seguir viviendo separada de ellos. Saque a la niña de la casa de acogida con la disculpa de llevarla al cine, y con un dinero que me prestaron compre los billetes de avión e hice lo que me dictaba el corazón. En cuanto salgas libre, mi amor, lucharemos para volver a estar todos unidos"
Ahora ya no tenia familia. ¿Que había pasado? Un hombre bueno, trabajador, buen cristiano, siempre lo dio todo por los suyos...¿Qué había pasado?
¿No se había dado cuenta aquella juez de la situación familiar que iba a crear aquella sentencia? ¿No se había dado cuenta de que si matas al oso, sus cachorros morirán en la madriguera? La condena iba directamente a la familia que sería destruida por aquella decisión sin miramientos.
Aquella jueza sentenció a su hijo Antonio a un destierro familiar con otra familia y lejos de sus padres.
Sentenció a una niña de cuatro años a alejarse de su mamá e ingresar en un piso tutelado.
Sentenció a toda una familia a perder su hogar y todos sus sueños de felicidad.
Sentenció a una madre a tener que volver sobre sus pasos a su antiguo poblado, sin nada, vacía y con tres niños.
Sentenció a los abuelos de los niños a hacerse cargo de su manutención, así como la de su hija, con sesenta años de edad.
Lo hacían de corazón.
Sentenció a mi compañero de módulo a ocho meses de cárcel por no poder pagar una multa de tráfico y no tener puntos en el carnet.
¿Quizás pensó la jueza que una familia vale el dinero de una multa?
¿Quien paga nuestras penas?