Capítulo I

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Desde el mismo instante que lo había visto en clases, se había enamorado de él. No había momento en el que no dejara de pensar en él. Era la primera vez en su vida que se había sentido de aquella forma. Hasta aquel entonces nunca había comprendido por qué aquellos que lo rodeaban se deprimían cuando el objeto de su afecto no les correspondía. Siempre había pensado que era una mera fase y no era de mucha importancia.

Sin embargo, desde que sus ojos azules se habían posado sobre él, todo había cambiado. Se había dicho a sí mismo, al ingresar a la facultad, que solamente se iba a enfocar en sus estudios. ¡Estaba tan equivocado! Sí, les daba la relevancia que les correspondía, pero era aquel muchacho quién dominaba sus pensamientos la mayor parte del tiempo.

A veces pensaba que simplemente se había vuelto loco o que era solamente una obsesión que pronto se borraría. No se imaginaba cuán equivocado estaba.

Ya habían transcurrido más de dos meses desde la primera vez que lo había visto y nunca se había animado a confesárselo. ¿Por qué habría de hacerlo? No quería perder su amistad y además, dudaba de que fuera correspondido. ¿Qué podría lograr con ello? Sólo se podía imaginar la vergüenza del rechazo y el hecho de que no volvería a hablar con él en lo que le restaba de la carrera.

Aún recordaba la primera vez que se había animado a hablarle. Jamás se iba a olvidar de cómo había sucedido.

Berwald siempre miraba si el muchacho se había presentado a la clase. Sí, sabía que estaba mal pero de todas maneras era algo que lo hacía todas las veces, por más que intentaba no hacerlo. Miró hacia adelante, donde el finés solía ocupar uno de los sitios, pero éste no se hallaba presente. Aquello le extrañó. Tino era de esos pocos estudiantes que nunca faltaban a clase.

Se preocupó por él. Tal vez le había pasado algo en el camino. No tenía modo de saberlo y aquel pensamiento ocupó su mente por todo el resto de la clase. No pudo concentrarse en nada de lo que el profesor estaba diciendo. Se limitó a tomar las notas puntuales pero su atención no estaba dirigida hacia la lección del día.

Al acabar la clase, encontró al muchacho sudado y con dificultad para respirar. Aparentemente había corrido desde su dormitorio.

-¿Te encuentras bien? -le preguntó preocupado.

El finlandés se limitó a asentir. No podía hablar todavía debido a que le faltaba el aire. Berwald le dio su botella de agua para que tomara de la misma y esperó a que se recuperara para saber qué en realidad había sucedido.

-¡Me quedé dormido! -exclamó mientras que le agarraba del brazo para sostenerse del escandinavo:-¡Estaba estudiando para otro examen y me quedé dormido sobre mis apuntes! ¡Cuando me di cuenta ya era tarde! -añadió. Por alguna razón, había decidido descargarse con un aparente desconocido y pronto se disculpó:-Lo siento, sé que no te interesa.

Berwald negó con la cabeza.

-Te puedo prestar mis apuntes si así lo deseas -le dijo y así fueron a un banco para que Tino pudiera descansar.

Aquella noche había decidido ir a un bar cerca del campus. Bueno, más bien, había sido prácticamente obligado a ir a dicho lugar por su compañero de dormitorio. Este último había pensado que tomar un poco de alcohol le ayudaría a relajarse un poco, ya que la gran mayoría del tiempo lo veía muy rígido. Es más dudaba que alguna vez se hubiera dejado llevar por la diversión.

-Debería estar leyendo... -murmuró el sueco mientras que aguardaban al bartender.

-¡Oh, vamos! Una noche no te hará nada -le replicó el danés con una enorme sonrisa:-¿Qué es lo peor que podría suceder? -le preguntó:-¡Anda, necesitas divertirte! -Magnus miraba por todas partes, ansioso.

Cómo conquistar a Tino sin morir en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora