tú ardias.

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Ya eran horas de que te habías marchado, te habías perdido entre hielo, entre nueva vida y no precisamente te habías muerto, fue mucho peor, te habías ido sin explicación. Solo me dijiste adiós sin anestesia sin nada que podría calmarme.

Dicen que la felicidad era jugar con fuego y tú ardias hasta que te convertistes en ese cubo de hielo sin tiempo y espacio alguno que ningún calor que conversaba entre nosotros en las madrugadas era el climático y apasivo contraste de lo que eras tú ahora, te volviste hielo en vez de volverte cenizas.

Huesos de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora