¿Sufrir o no sufrir? Esa es la cuestión

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Dedicado al sacrificio masoquista de escribir a costa de uno mismo.

Más de una vez me he encontrado en la atenuante duda de que debo y que no debo plasmar en un escrito. No porque lo crea inservible sino más bien todo lo contrario: es demasiado real para la sensibilidad misma.

Soy de quienes tienen la firme convicción de que lo que escribes, para evocar sentimientos en el lector, primero tiene que evocar sentimientos en ti como autor. Aflorar el llanto, desatar largas risas, provocar amarga desesperación aun sabiendo lo que pasará. Todo eso debe vivir el escritor en carne propia para saber que lo mismo hará el lector.

El secreto está en que cada sentimiento se inspire, al menos un poco, en un hecho real. Algo que uno mismo haya vivido o que lo haya marcado.

Ahí está el problema.

Esto pasa específicamente en las tragedias, en usar el dolor pasado para crear un mismo dolor a un personaje propio. Sentir aquel escozor a la par de él, escribir con el sentimiento que emana y entonces... parar.

Nunca sabre definir el cuando y como la profundidad de un escrito inspirado en uno mismo es tanta que te inunda, te ahoga en un mar de recuerdos del que algunos creen, por un instante, que es imposible salir. Ese momento dónde, entre lágrimas y temblores patéticos, tan solo es necesario parar los dedos porque el papel está quedando empapado en demasiados recuerdos.

Entonces se encuentra la incógnita planteada al principio, ¿es necesario hacer esto? ¿Por qué lo hago, por qué sacrificó mi paz interna por un mero escrito?

Y, en contra de toda perturbación, al propio ser responderle que si. Que un sentimiento sin nombre tan sublime como ese merece ser demostrado, ser explorado en el cuerpo y mente de otros seres. Emana una necesidad masoquista de compartir aquello aun por sobre el dolor que provoca, quizá en busca de torturar al receptor o quizá en busca de dar a luz una obra maestra.

La lucha interna de quien pelea con sus fantasmas con solo letras en mano, con tal de encarcelar esos recuerdos entre las palabras para que otros puedan sentir el sufrir del mismo.

Supongo que es por eso que, muchas veces, los escritores quedan inconformes con lo que han hecho. El saber que no han sido capaces de describir todo lo que han querido describir, sabiendo que había mucho más que dar. Porque esa es otra curiosidad de aquel sentimiento: los demonios no se dejan distinguir su poder en totalidad por quien no sea el autor mismo.

Un Arcoiris En Escala De GrisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora