Mal

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En medio de la cena en una lujosa mansión que para qué mentir, era bellísima, todo se fue al carajo. 

El cielo estaba oscuro, de un negro tan profundo y sin una sola estrella que me dio escalofrío cuando lo noté. Yo tenía un mal presentimiento, jamás creí en eso pero aquella vez estaba tan inquieto que tuve que hacer un esfuerzo enorme por no arruinarlo todo. 

Ahí estaba él, sentado en el extremo norte de la gran mesa, con su esmoquin tétricamente azabache, con un puro entre sus jugosos labios, sus hermosas manos de rastrillo estaban adornadas de gruesos anillos dorados que probablemente valían más que la casa donde vives ahora, mamá. Su piel de cuarzo brillaba sublimemente, y yo no podía sentirme más atraído, más enamorado, más entregado a él. Al contrario suyo, yo vestía un pequeño, muy pequeño pantaloncillo azul brillante pero no más que mis piernas de neblina, además usaba una camisa blanca con rojo muy ceñida al cuerpo que dejaba ver mi marcado abdomen y para ese entonces bien formados brazos.

Mamá, cambié mucho desde la última vez que nos vimos en aquel café. ¿Te acuerdas cómo me recriminaste por todos los tatuajes que me había hecho? Es que eran necesarios porque cada uno de ellos representaba una etapa, una fase por la que había pasado, lo representaban a él, a mi, a nuestro amor. Quería que el corazón de mi pómulo fuera una muestra de lo que yo llevaba dentro del pecho cuando él me viera. Perdón también por eso, siempre te molestaron los tatuajes.

CRIMINAL [BTS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora