Cuatro.

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Cerré mi maleta y la dejé a un lado de la cama junto con la de Clarissa. Me senté en ésta algo pensativa, tenía mi pasaje en la mano y el sólo mirarlo hacia que se me retorciera el estómago de los nervios y la pena.

Ésto significaba dejar atrás una parte de mi vida, quizás era por un par de meses, pero ese par de meses era extrañar como una jodida loca a mi pequeño. Pasar de estar cada día y cada hora con él, a estar a kilómetros y no poder verlo dormir junto a mi. Mierda... Creo que me pondría a llorar como una maldita Magdalena justo ahora.

Eran la una de la tarde y nuestro vuelo salía a las siete, teníamos que estar dos horas antes en el aeropuerto.

Era sábado así que estaría todo el día pegada a Camilo y a mi madre, los había invitado a comer fuera para que estuviéramos las últimas horas los tres juntos. No sé por qué sentía que no los vería por mucho tiempo, sentía una opresión en el pecho que apenas y me dejaba respirar, debía ser porque era la primera vez que me alejaría tanto de mi hijo y de mi madre, y por tanto tiempo.

—¿Estás lista con todo? —Mi mamá entró a la habitación con mi bebé en brazos, lo que me hizo sonreír.

Se veía tan ajeno a todo ésto.

—¿Qué ocurre bebé? —Mi mamá se sentó a mi lado en la cama y tomó una de mis manos.

—Me duele el sólo pensar que estaré alejada de él —Miré a mi hijo— pero lo hago por él y por tí, y se que lo cuidarás mientras yo no esté... —Una lágrima rebelde resbaló por mi mejilla haciendo que mi madre se largarse​ a llorar conmigo.

—Prométeme que regresarán si no les gusta, si ven algo raro o si las obligan hacer otras cosas, Arabella —Se podía palpar el miedo en su voz— que me llamarás cada vez que puedas, y que estarán bién.

—Te llamaré siempre que pueda mamá, lo prometo —La abracé y me escondí en su cuello oliendo su característico perfume— estaremos bién mamita —Besé su mejilla y ésta secó mis lágrimas al con su dedo pulgar.

Camilo vino hasta mi regazo y yo lo abrace a mi pecho, queriendo no soltarlo y que la hora de abordar el avión tardara más.

Salimos con mi madre y Cami a uno de los restaurante que siempre íbamos cuando queríamos salir y comer un rico sushi. Hasta Camilo comía un poco del arroz y el pollo que traían los rolls. Nos sacamos fotos y comimos hasta reventar con mi mamá, a pesar que era un día triste para nosotras, la pasamos muy bien.

Regresamos a la casa de Amalia y cuándo entramos a la sala, Clarissa y Benjamín estaban en medio de una sesión de besos apuntó de pasar a segunda y tercera base.

—Carajo... Ni que no se fueran a ver más —Hablé con ironía y éstos dos se alejaron de inmediato.

Benjamín me tiró uno de los cojines del sillón por la cabeza, lo traté de esquivar pero resultó en vano ya que me llegó igual, pero de todos modos se acercó a mí y me envolvió en un abrazo de oso, de ésos que sólo sabe darte tu mejor amigo.

—Te extrañaré Ara —Puso su mentón sobre mi cabeza e intenté no llorar mientras le hacía un gesto a Clarissa para que se uniera al abrazo, y así fue.

Los tres inseparables nos abrazamos fuertemente. Inseparables hasta hoy.

Hasta que llegó el momento de cruzar las puertas corredizas y esperar en el lugar de abordaje. Abracé a mi mamá por largos minutos, lloraba a mares y eso me tenía mal. Luego tomé a mi hijo y lo llené de besos a lo que el respondía con una risita. Le pedí que me diera besos y éste tomaba mi cara entre sus pequeñas manos y con su boquita me llenaba la cara de sus húmedos besos; los extrañaría.

Dollhouse (Terminada - SIN EDITAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora