CAPITULO 4

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Por más que quería descansar no podía.

Mi mente no podía dejar de lado por unos segundos esa rabia que me aturdía.

Estaba molesta, perdida e incómoda.

Me molestaba ver como mi madre compartía parte de su vida con otro hombre, me molestaba vivir en el palacio, me molestaba las reglas que tenía que cumplir.
Todo me molestaba.

Había pensado seriamente escaparme de aquí, pero había un contra ¿Con quien iría?
Simplemente no podía.

¿viviría en las calles? ¿Pediría pan para sobrevivir?

Tal vez soy una egoísta, tanto con mi madre, como conmigo.
Tal vez era una tonta, tal vez no pensaba bien lo que hacía.
O tal vez lo que me hacía falta era una amiga para desquitarme con ella, pero probablemente no sería capaz de llevar una amistad con una persona tan extraña como yo.

Si alguien pudiera adoptarme, me iría sin duda alguna, sin reproches, sin ni siquiera pensarlo.

Pero el mundo al parecer conspiraba en contra mía, el universo, definitivamente me odiaba.

Quizá debería conseguir un empleo, conseguiría uno como artista, sería lo más cercano a no ganar miserias.

De tal manera conseguiría dinero y podría irme de aquí, pero de seguro, todo el pueblo hablaría que la princesas Richards trabaja teniendo todo en el palacio o mi madre llegaría a sacarme a golpes de allí.

Me tomé la cabeza entre las manos, estaba de mal humor, necesitaba comida.

Caminé hasta la puerta de mi habitación y la abrí, tratando de no provocar algún ruido.

Asome mi cabeza por el umbral de la puerta, comprobando de que no había nadie en el pasillo.

Caminé de puntillas en medio de la oscuridad.
Bajé las escaleras como pude, porque un mal paso y rodaría por ellas.

Llegué al primer pisó y me dirigí a la cocina.
Gracias a Dios, no había ningún encargado que pudiera delatarme con mi madre.

Abrí el refrigerador encontrándome con múltiples manjares dentro de el.
De inmediato se me hizo agua la boca, de tan solo ver los diferentes bocadillos que podía gozar.

Mi vista se fijó en una barra de chocolate que se encontraba en la parte alta del refrigerador.
Me lamí los labios, deseando cada vez más esa barra tan apetecible.

Acerque mi mano para tomarla y comerla de una vez, cuando alguien llamó mi nombre, haciendo que pegara un grito del susto.
Maldije dentro de mi por esa interrupción.

Me giré con miedo, deseando que no fuera un encargado y me castigaran.

Quería encarar al que me había llamado y había hecho que mi trabajo de robar el chocolate se cancelara.

Dándome cuenta que fue Kyle.

-¿Así que robando chocolates?- alzó una ceja.

-¿Así que interfiriendo en mi trabajo?- me crucé de brazos.

Kyle rio.

-Lo siento, solo bajé y escuche ruido en la cocina- de encogió de hombros- ¿Que ibas a tomar?- acercó su rostro al refrigerador tratando de ver.

Amor RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora