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Aquél día no tenía ganas de ir a los cursos de verano del culto francamente tenía muchísimo miedo y estaba muy nerviosa, ya qué no había ido hace ya bastante tiempo.
Al llegar todos me miraban porqué yo era la de mayor edad, me senté en la última banca mientras orabamos y después cada quién se integró a su grupo por edades.
Debo admitir que estaba super aburrida, pero tenía que cuidar a mis primos y a mi hermano, al sonar el timbre me entraron unos nervios horribles porque tenía pánico todos me veían, y no decían ni una sola palabra, hasta que se acerco mi primo acompañado de mi hermano, y comenzamos a caminar por todo el culto.
Fuimos directo a el comedor para ver que había, y así poder comprarle algo a mi hermano.
Entonces estaba él, un chico lindo, sencillo, guapo, con una sonrisa hermosa, debo confesar que me gusto mucho cuándo lo vi, pero al voltear, vi a una chica que me miraba muy feo, entonces lo primero que se me vino a la mente fue que era su novia, en seguida los nervios me consumieron y me puse muy muy roja, era de esperarse

Aquél chico hermoso, y con esa sonrisa que a cualquiera enamoraría, estaba dando la fruta, me acerqué a él y dije, bien, aquí vamos...

- ¿Qué tal? ¿Me podrías dar unos pepinos?
-Claro, ¿Quieres salsa?

No podía ni responder, solo lo miraba, después de seis o siete segundos contesté...

-Emmmm por supuesto, ¡bastante por favor!

Los tomé, pague y me retiré de ahí, sonó el timbre y entré de nuevo a la clase, debo confesar que no podía dejar de pensar en él, en su sonrisa, en sus ojos, en lo atractivo que era él....

Su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora