Capitulo 4: Rebelión en el Olimpo

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El dios de los mares Poseidón,  había sido informado que una de sus marinas fue atacada, la persona que lo hizo había querido robarse su tridente mientras él estaba en la reunión en el Olimpo sólo con sus hermanos, Apolo y Athena. Ya había informado a Hermes para que le pasase la información a Zeus quien por invitación de Hades, se encontraba ahora en el inframundo. Su nueva ley recién decretada ha sido violada al atacar al ejercito del dios Poseidón. Mientras se dirigía a su templo iba pensando en que dios mandaría a uno de sus sirvientes a que le robaran a él, el gran Poseidón, su tridente; mientras mas lo pensaba se quedaba sin sospechosos, ningún dios robaría una de las tres grandes armas, que junto a las de sus hermanos formaban la lanza del Trium, la única cosa capaz de derrotar Cronos en el pasado.

Ah, el pasado, como extrañaba la época mitológica. En ese tiempo los dioses no tenían disputas entre si, bueno si las tenían, pero ninguna acababa en guerra. Eran tiempos en donde los humanos obedecían y respetaban a los dioses, y estos no tenían problemas hacia los humanos, y a pesar de que tenían guerras entre ellos mismo, la fuerza, el valor y la esperanza de estos por librar sus propias batallas sin la ayuda de los dioses, era algo que los había sorprendido bastante en el pasado; ahora aquellas actitudes les eran insoportables, ya no toleraban a los humanos, ni estos se acordaban de la existencia de los dioses. Poseidón quería destruirlos, pero después de que su hermano le acordase la fragilidad entre el equilibrio de los dioses y los humanos, se había quedado bastante disgustado.

Un cosmos se comenzó a sentir en todo el templo de Poseidon sacándolo de sus pensamientos, rápidamente Artemisa, diosa de la luna y hermana gemela de Apolo apareció, pero tenia algo diferente, algo no estaba bien en ella, su cosmos parecía diferente, como si estuviese siendo controlada. De pronto, sin que Poseidon se lo esperase, Artemisa tomo una de sus flechas y la lanzo en dirección a el dios de los mares.

-¡Artemisa!- Grito Poseidón al esquivar el ataque de la diosa de la Luna.-¿A que se debe este atrevimiento tuyo?- Artemisa no responde y entonces Poseidón lo comprende.- Fuiste tu quien trató de robarme el tridente.- Ella confirmo con un gesto de su cabeza y Poseidón aumentó su cosmos. Ella volvió a colocar otra flecha en su arco y apuntó de nuevo hasta el dios de los mares.

 Ella volvió a colocar otra flecha en su arco y apuntó de nuevo hasta el dios de los mares

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...

En el Santuario de Athena los 12 dorados resguardan cada una de las 12 casas del zodiaco. Mu de Aries se encontraba meditando cuando unos hombres aparecieron. Tres sujetos entraron, sus armaduras eran de color rojo oscuro, cada una tenía en el hombro izquierdo un animal. Uno de ellos tenía una gárgola, otro una serpiente y otro un oso.

- ¡Lárguense!- Mu camina hasta ellos y los observa.- Nadie puede pasar por aquí a menos que desee morir.

- La muerte será la que te afecte a ti, caballero de oro.- Aquel sujeto corre hacia Mu mientras alza el puño.- ¡Yo Ichiku de Gárgola te mataré basura dorada!

Un gran golpe de su propio ataque hace que aquel sujeto caiga al suelo. Los otros dos se apresuran a atacar pero fueron impactados contra el suelo por el cosmos de Mu.

- Yo soy un caballero dorado de la diosa Athena.- Comienza a decir.- Mi nombre es Mu de Aries. Y si quieren matarme deberán de tener un cosmos mucho mas fuerte.- Mu manda su brazo hacia atrás formando una bola de energía.- ¡Ahora, desaparezcan...! "¿Pero qué?"

Un gran cosmos atravesó a Mu y con gran fuerza lo arrojó contra el suelo. Los sujeto se colocaron alrededor de él mientras comenzaban a reírse. Mu levanto la mirada y vio como un hombre de cosmos inmenso y lleno de maldad entraba al templo de Aries.

- ¿Que te pareció mi ataque, Mu?- Aquel sujeto tenia una mirada sádica.- ¿Fue lo suficientemente poderoso para ti?

-¿Quien diablos eres?- Mu se levanto con algo de dificultad y la respiración entre cortada.

- Mi nombre es Cratos.- Dijo sonriente.- Y soy un dios.

...

Abel estaba en su templo tocando su arpa, trataba de relajarse, apartando sus pensamientos sobre aquella reunión. El dios Zeus estaba actuando de manera extraña, le había sorprendido que mintiera sobre el contenido de aquella carta. Aunque había sido poco lo que leyó en la mente de su padre Zeus, supo lo suficiente como para deducir que lo de Hera había sido mentira, ni siquiera la mismísima Madre de los dioses había sido vista en el Olimpo, tal vez aun ni había reencarnado.

Escucha unos pasos acercarse y detiene su música. Se gira y ve a Eris, diosa de la discordia colocarse frente a el, llevaba su manzana dorada en una mano y en la otra su tridente, ella se sentó en el suelo y bajo su arma colocandola a los pies de Abel.

-¿Qué es lo que quieres, Eris?- Dijo Abel mientras volvía a tocar el arpa.

- Pude notar tu mirada cuando Zeus guardó aquella carta.- Dijo la diosa.- ¿Qué es lo que esconde el padre de los dioses?

-No lo sé.-Dijo Abel.- No comprendo por que nos mentiría Zeus...

-¿Qué es esto?

Ambos dioses se percataron de un extraño cosmos que comenzaba a rodearlos, el paisaje comenzó a tornarse oscuro, notaron entonces que la Luna apareció de repente y oscurecio todo el jardín del templo de Abel. La diosa de la discordia noto un pequeño movimiento y se apresuró en tomar su tridente pero algo le sujeto el brazo, trató de zafarse pero un aroma embriagador comenzó a debilitarla.

-¡Que diablos!- Abel cayó de rodillas, sus pulmones estaban colapsando ante aquel aroma que comenzaba a quemarle la garganta.

Eris también cayó al suelo, logró divisar una figura femenina entre la oscuridad, su manzana dorada se elevó y se dirigió hasta la mano de aquella mujer que comenzó a reírse, Eris comenzó a debilitarse hasta quedar inconsciente.

Abel observó como sus caballeros estaban siendo derrotados por algo que el dios no podía divisar. Sus guerreros eran atravesados y podía ver como la sangre salía de ellos, quiso ayudarlos pero su cosmos no era los suficientemente fuerte, su cuerpo ya estaba pesado y temblaba cada vez que trataba de ponerse en pie.

-Descanse queridos dioses.-Dijo aquella mujer al ver a Eris y a Abel inconscientes.- Dos menos, falta uno.-Dijo y miro en dirección al templo del dios del Sol y comenzó a reírse.

Los Caballeros del Zodiaco: Saga de DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora