Prólogo

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{Londres, miércoles 22 de noviembre, 08:30}

En el lugar más recóndito de la mansión del Jefe de Estado del Reino Unido se llevaba a cabo una reunión clandestina de la cual la reina y su monarquía no se debían enterar. Allí se contemplaba la idea de matar a un hombre, pero no cualquier hombre, era al asesino de la mayoría de las esposas de los miembros de la Cámara de los Comunes y, su más reciente víctima, la mujer del Jefe de Estado. Todos los afectados se encontraban allí, en busca de un plan infalible para acabar con aquel hombre que destrozó la familia de cada uno de ellos.

—Conocemos su debilidad: las mujeres –pronunció el Jefe de Estado mientras anotaba en una agenda las ideas propuestas.

—Podemos contratar una mujer que esté dispuesta a acabar con él –habló alguno de los hombres.

—No es suficiente pero podría ser una gran idea.

—Conozco a alguien –habló otro de los hombres —una mujer que está dispuesta a todo, es lo suficientemente fría e ingeniosa para poder matar un hombre de la manera más sutil que podamos imaginar, no le tiene miedo a nada y lo más importante, es que rebosa belleza para seducirlo, enamorarlo y exterminarlo.

— ¿Quién es esa? ¿Sí es de confianza? –El hombre asintió con una sonrisa. —Llámala, que venga ahora misma.

Aquel hombre salió del recinto para llamar a la persona que les ayudaría con sus planes. Y después de eso pasó poco menos de media hora para que llegara esa mujer que apenas pasaba los 22 años. Aquella mujer era la persona más cruel sobre la faz de la tierra, nadie a su alrededor podía si quiera pensar que ella tenía sentimientos, el sarcasmo brotaba por cada poro de su piel, su sonrisa era maliciosa todo el tiempo, su mirada era más fría que hielo. Físicamente era hermosa, con piel bronceada, cabello largo hasta la cintura color castaño, sus ojos eran verdes como esmeraldas, era alta y delgada con el cuerpo tonificado debido al ejercicio, siempre vestía con pantalones ajustados, camisas cortas que dejaban ver su perforación en el ombligo y zapatillas. Se dedicaba al arte, vendía sus pinturas y trazos a museos y casas de arte en una de ellas estaba por firmar contrato fijo, pero guardaba un secreto, también se dedicaba a seducir hombres para dejarlos débiles y que alguien acabara con ellos, nunca incluía ni el más mínimo sentimiento aunque nunca mató a ninguno de ellos.

— Hola Cory –saludó al hombre que la había llamada. — ¿Cuál es el trabajo? –Preguntó ella a medida que se adentraba al lugar. Todos los hombres voltearon a mirarla anonadados por su belleza. El Jefe de Estado se le acercó aclarándose la garganta.

—Mucho gusto, soy Will Ramsey, el Jefe de Estado del Reino Unido. El trabajo es seducir a un hombre para acabar con su vida.

—Yo soy Emma. ¿Qué hizo el hombre? Supongo que esto no es algo muy legal porque el gobierno contratando a alguien como yo –se burló.

—Tu trabajo simplemente es seducirlo y acabar con él –pronunció con tono duro.

— ¿Qué hizo el hombre?

—No es de tu incumbencia.

Emma miró fijamente al hombre y se acercó al él quedando a escasos centímetros, tanto que sus respiraciones se entrelazaban, el nerviosismo se hizo notorio en el Jefe de Estado.

—Voy a hacer de cuenta no dijiste eso y formularé de nuevo la pregunta... ¿qué hizo el hombre?

—Mató a mi esposa y a las de todos los presentes.

Se dispuso a encender una computadora portátil que se encontraba sobre su escritorio y enseñarle a Emma la foto de su siguiente víctima. Le contaron con detalles todo lo que hacía el hombre, lo habían seguido meses atrás. Siempre utilizaba las mismas técnicas, les invitaba un cóctel, margarita blue, en uno de los bares más reconocidos de la ciudad, las sacaba a bailar y después de siete copas las llevaba al estacionamiento en donde comenzaba a besarles el cuello hasta dejarles un moretón, luego las llevaba a su apartamento para seducirlas, tener sexo con ellas y finalmente acabar con sus vidas. Siempre sabía quienes eran aquellas mujeres con las que estaba porque las dejaba en la puerta de sus casas. Pero lo que nunca llegaron a saber es por qué hacía esas cosas.

—Busca a alguien –espetó Emma. Todos voltearon a mirarla. —Sí, busca a alguien por eso las lleva para acostarse con ellas, quizá la persona a la que busca tiene un lunar, una marca de nacimiento, una cicatriz o quizá un tatuaje en un lugar no visible a plena vista. También puede que sepa quiénes son las mujeres con la que está porque la mujer que busca es la esposa de uno de los miembros de la Cámara de los Comunes.

—Nunca contemplamos esa posibilidad. Tienes que averiguar a quién busca y por qué cuando tengas la información puedes acabar con él de la manera que quieras, serás bien pagada. ¿Podrás hacerlo?

—Nunca dudes de mí, Will. Ya sé lo que tengo que hacer, cuando tenga noticias por medio de Cory les haré saber.

Y dicho todo eso, Emma salió del lugar en busca de su nuevo trabajo. 

Russian Roulette. z.m.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora