El viento soplaba con violencia y el cielo temblaba con fuerza mientras el relincho de los caballos y el acero se blandía en el aire de la noche anunciando un enfrentamiento que tomaría la vida de algunos cuantos hasta que uno se arrodillara ante el contrario aceptando la derrota. Los relámpagos iban y venían iluminando un cielo oscuro, interrumpiendo por momentos aquella melodía creada por gritos de guerra y dolor mientras las espadas chocaban y otras se incrustaban en la carne, haciendo que caminos de un tono carmesí se mezclaran entre las gotas de lluvia y el fango.
-¡Tomen el castillo!- gritó montado en su caballo y escuchó a sus hombres responder de la misma manera, sonriendo satisfecho mientras los veía avanzar entre los cuerpos que se habían opuesto a dejarles las cosas sencillas esa noche y que yacían como sombras oscuras en la tierra.
Las botas húmedas iban dejando un rastro de lluvia y lodo por el suelo de aquel pasillo iluminado por algunas lámparas de aceite y cuando la puerta de una de las torres altas fue abierta se encontró con los ojos temerosos de una mujer de cabellos largos que usaba un vestido azul claro que parecía ocultarse de lo que sucedía en el exterior.
El sonido de sus pasos provocaba un eco en el salón principal del trono mientras la lluvia afuera azotaba las paredes del castillo sin piedad y se detuvo después de un momento de meditar, mirando con aire superior a aquel pobre hombre sujetando la mano de su mujer a la que había dejado detrás de su presencia, creyendo ingenuamente que le representaba un verdadero obstáculo para llegar a ella si así lo quisiera hacer.
-Podemos llegar a un acuerdo- habló mientras daba un par de pasos para acercarse al área del trono y de esa manera poder observar mejor a la pareja.
-¿De qué se trata?- cuestionó y el otro sonrió, al parecer el rey de Mirci no era tan estúpido después de todo, aunque nunca debió haberlo subestimado luego de negarse a proporcionarle las cosechas que deseaba para alimentar a sus hombres después de un largo viaje y había tenido que hacer las cosas por las malas, deshaciéndose de unas cuantas vidas para hacerlo entrar en razón.
-Podemos llegar a un acuerdo si me entrega al bebé que espera para que se una a mi primogénito...- le dijo haciendo que le mirara aturdido e incrédulo de su petición –pero antes de que decida, piénselo un poco. Si no lo hace exterminaré a su pueblo... hombres, mujeres, ancianos, niños... incluso el vástago que lleva en el vientre su reina, ¿podrá tener la conciencia tranquila cuando muera sabiendo que la masacre de su gente fue su culpa?- explicó, aunque la realidad era que solo lo decía porque si se unía a su hijo, su reino le pertenecería al igual que toda su riqueza y aunque sabía que no representaba una petición sencilla para su alteza, al final tomaría la mejor decisión como el representante de un reino o su espada se encargaría de ayudarle.
El rey de Mirci miró a su mujer y pudo ver la preocupación reflejarse en su rostro, no quería entregar al bebé de ambos, a su primer hijo, pero tampoco podía permitir el exterminio de su pueblo.
-Tómame a mi en su lugar- ofreció bajando la cabeza, dejando aquella pequeña mano que sujetaba libre en ese momento, podía ser que fuera el rey, pero incluso si la muerte llegaba, su esposa podría gobernar siendo la reina y guiar al pueblo hasta que el vástago de ambos pudiera hacerse cargo si resultaba un varón.
-Lo siento su alteza pero las cosas no funcionan así- dijo divertido y a pesar de que en otro momento aquel ofrecimiento hubiera sido el mejor que pudiera obtener, por esa ocasión no era así de acuerdo a sus planes –entregue al bebé o me tendré que ver en la necesidad de evitar que vea este mundo- agregó desenvainando su espada y apuntándola en su dirección –lo siento mi lady, no es nada personal- pronunció viéndola por un momento antes de regresar la vista a aquel hombre temeroso que se negaba a aceptar sus condiciones a pesar de saber las consecuencias de sobra cuando había acabado con su ejército sin mucho esfuerzo.
-Prometa que no le sucederá nada...- escuchó un murmuro un minuto después y sonrió con satisfacción al escuchar sus palabras, parecía que por fin actuaba como debía.
-Le doy mi palabra, después de todo se desposará con mi primogénito- le aseguró.
Escuchó el sonido de los caballos en el exterior y a pesar de que había escuchado a su reina rogarle de rodillas que no lo hiciera, no pudo hacer nada al respecto; su deber era cuidar de su pueblo y su gente, y ya había perdido muchas vidas inocentes por una mala decisión como para perder más de ellas.
Los relámpagos iluminaron la oscuridad y su pecho se contrajo al saber el costo que debía pagar para evitar que la sangre siguiera derramándose.
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Blossom in the dark {KyuHae}
FanfictionUn botón puede crecer en aquel lugar que le mostró la luz por primera vez, ¿pero qué sucede cuando ese pequeño botón es tomado para florecer en otro sitio? Incluso en la oscuridad puede haber una pequeña luz... *Notas: •Primer Kyuhae y primera...