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[...]

— Elige April... —Dijeron a la vez los tres.

— ¿Por qué me hacen esto?  —Susurró April con angustia.

Nadie elige de quien se enamora, ni de cuantos.

Y eso ocurrió con April Jones.

Un año antes.

Era un día lluvioso, las calles de Nueva York se encontraban más abarrotadas de lo normal.

April se hallaba en el apartamento de su abuela, ausente al exterior terminaba de empaquetar su última caja de pertenencias, en pocos días ingresaría en el colegio privado de Manhattan.

Le había costado tomar la decisión de ausentarse durante sus estudios, y separarse de su abuela enferma, pero tanto había sido la insistencia de Matthew y Gisele , que no le quedo otra opción que aceptar e irse.

Cuando se trataban de las decisiones u órdenes que les  asignaban ellos no podía negarse, por más que le pareciese injusto o incoherente.

Pero a April eso no le importaba, tan solo le quedaban dos años para poder cumplir su sueño, e ir a estudiar a Canadá independientemente, por supuesto se llevaría a su abuela consigo.

Eso había acordado con Matthew, al principio no había cedido a su petición pero por último accedió, con la condición de que ella ingresará sus últimos dos años de estudios en el colegio interno de Manhattan, el había hecho sus estudios en él, y era un orgullo que ella los hiciese, y se graduase en el mismo colegio en el que se formó.

— Hija mía, te he hecho un té. — Le habló la abuela a April tendiéndole la taza con la bebida caliente.

— Gracias Abuela, ya me hacia falta algo caliente para el cuerpo, realmente hace frío.

— Deberías parar y tomarte un descanso, llevas toda la tarde empaquetando cariño.

— Tienes razón abuela, pero es la última. — Dijo April sonriendo.

— Eso me dijiste hace dos horas, espero que sea cierto esta vez. — Dijo su abuela aproximándose a ella y dejándole un beso en la frente.

— Lo es abuela, esta vez si. — Dijo riendo.

Varios minutos después comenzó a sonar una melodía, que provenía del móvil de April, se levanto y se aproximó y contestó.

— Era Gisele, que tuviese todo listo para mañana, ya sabes porque... —Dijo apenada.

— Hija mía, no estés así, es una gran oportunidad para tu futuro, ya sabes que ellos quieren lo mejor para ti desde que te acogieron.

— Ya se que es así abuela, pero no me gusta ausentarme tanto tiempo de tu lado, ya sabes que con tu enfermedad puede pasar cualquier disgusto...

— No pasará nada cariño, no te preocupes, solo aprovecha esta oportunidad, y no te olvides de llamarme y en vacaciones venir a verme señorita. — Dijo sonriendo.

— No lo haré abuela, por supuesto que te llamaré cada vez que pueda. — Dijo April dándole un gran abrazo.

Al día siguiente April ni quiso levantarse de la cama, no porque tuviese sueño o estuviese cansada. Sabía que hoy era el día, y no quería asumirlo, hoy se separaría de su abuela y era lo más que le dolía de todo la situación, también extrañaría a Matthew y a Gisele, les tenía mucho aprecio y esperaba que como le había prometido Gisele, cuidarán a su abuela hasta que ella regresara de nuevo.

Era peculiar, pero no le asustaba ingresar sin conocer a nadie, sin tener ningún amistad, ello le era indiferente, no era de las personas que dependía de personas para poder vivir, se había acostumbrado con los años a que nada ni nadie, exceptuando su abuela,  depende de nadie, solo depende de ella misma.

Se despidió de sus conocidos, de el personal de limpieza de la casa de Matthew y Gisele, y como no de su abuela. Y llegó la hora de partir, con sus pertenencias al colegio de Manhattan, subió en el coche y el chófer se encargo de llevarla al prestigioso colegio en el cual su vida daría un giro muy inesperado y peculiar.

Tras varias horas de trayecto, se encontraba delante de unas gigantescas puertas, de color negro, el centro de estas, poseía un gran logo, April imaginó que sería el escudo del colegio. Avanzó, pero una voz le hizo detenerse.

— Srta. Jones, se olvida sus pertenencias. — Dijo el chófer señalan las maletas y cajas que recién había sacado.

— Bruno te he dicho mil veces que me llames April, no están ni Gisele, ni Matthew. — Dijo riendo April.

— Como usted desee, April.
¿Desea que le acompañe hasta la entrada?

— La verdad es que me harías un gran favor, porque no creo que con todo lo que llevo pueda sola, además ando algo perdida. — Reconoció April.

Bruno le guió hasta la entrada, y le dijo donde le correspondía ir después de haberse informado en secretaría, insistió en llevar las pertenencias de April hasta la misma habitación y una vez terminadas, procedió a despedirse, le tenía bastante aprecio a April.

— Echaré de menos que me lleves a todos lado Bruno, y que juegues a los videojuegos conmigo... — Dijo propinandole un abrazo.

— Yo también echaré de menos su presencia en la casa, y tenga por seguro que todo el personal también.

April se quedó sola frente a la puerta de su correspondiente habitación, después de varios minutos en silencio decidió pasar a la habitación que le pertenecería durante los dos siguientes años.

— ¡Pero qué carajos! — Grito April al mismo momento que se tapaba los ojos y salía.

April estaba en estado de shock, se habría equivocado de habitación, quizás no leyeron bien el número, volvió a comprobarlo, y era correcto, estaba frente a la habitación 333, quizás se habrían equivocado en secretaría, o eso esperaba. Cuando se dispuso a levantarse e irse a comunicar el error que había sucedido, una voz grave pronunció su nombre, haciéndole ver que no se trataba de un error, esa era la habitación que le correspondía, durante los siguientes dos años.

Hola, espero que os guste mi nueva, historia y me dejéis saberlo.

¿Qué habrá visto April?

Si queréis saberlo seguid la historia y esperad al siguiente capítulo.

Besiss, Míriam.


Tres.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora