Capitulo 2

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Creer que tenemos el control, típico error humano.

***

Despierto con un precioso sol radiante golpeando mi cara, por primera vez no me molestó el levantarme temprano, no sólo estoy emocionado por la gran sopa que tiene mi padre planeada, ni porque nos enseñará a preparar el pernil para navidad, sino porque hoy estaré en una pequeña excursión con mis vecinos. Directo a la ducha, y recordando el momento en que he salido, me doy cuenta de que no está mi hermano, Cayros, quizá ya ha salido al pueblo.

Ya duchado, observo aquel espejo que espero pronto alcanzar, soy muy bajo, quisiera saber el truco para crecer tan alto, como mi padre, o como mi hermano. Aun no hay muestras de espinillas, tampoco de pelitos. Si, Omar, baja el brazo. Salgo sonriente al comedor, donde veo en la mesa mi plato servido. ¡Oh, gracias, señor!

Mientras como, y veo aquellos capítulos animados, me pongo a detallar mucho a mi hogar, no sé por qué. La mesa en medio de la sala, la sala pegada a los cuartos, el baño pegado a la sala, una casa de madera y zinc. Quizá mi padre tiene razón; al menos tenemos casa.

Termino de comer y corro a mi habitación a alistarme, dejo a un lado aquel libro "Para Una Doncella", que de por si me faltan pocos capítulos para terminarlo. Tomo mi bolso, cual está muy bien equipado.

Salgo a la sala-comedor y veo a mi padre, tiene aquellos guantes y esa típica sonrisa indicando que va a cocinar algo súper delicioso.

-¡Bendición, papi! ¿Cómo amaneces?

-No mejor que tú, hijo. Y que, ¿me ayudas? -estirándome los guantes, quiere que le ayude a cocinar. ¡Pero quiero ir de excursión! Ay, chanfles.

***

El rostro del señor Franco figuraba aquellas escenas de ira que todos los días tiene. Cree estar muy seguro de lo que hace, y no solo eso, sino que también cree que va a tener éxito.

-Para esto me ha llamado, señor Franco. -respondió muy disgustado.

-Thomas, Thomas, Thomas, en serio, aun no logro comprenderlo. -ríe- quizá ya sea el momento de saltar algunas deudas. Una deuda, muy grande.

Thomas asombrado, asustado, y muy perdido, se levanta y toma el maletín. Los escoltas cierran la puerta y silbando uno dice:

-Por aquí no, nene.

Thomas observa a los lados, comienza a desesperarse y allí el señor Franco, confiado; esboza aquella sonrisa de malévolo.

-No creo haber tenido algún acuerdo con usted, señor. -dicho esto se mantiene firme para tomar la calma. Y Franco sólo suspira.

-Exactamente, y ese fue el problema. -regresa a su escritorio y abre la primera gaveta, mientras aun le ve.

-Quizá llamo usted al hombre equivocado.

-¿Seguro?, no lo creo, a ver, revisa la lista, Anthony. -saca una pistola con un cartucho, y mientras recarga, Thomas continua viendo a Anthony, quien simula revisar una hoja.

-Ya revise, señor Franco, y sí. No me equivoque. -sonríe y le da vuelta a aquella hoja en blanco.

-¡Hijo de...! -perplejo y asustado.

Franco le apunta con el arma, sonriente, arquea un tanto la ceja y dice...

-¡Quizá no esperabas esto, infeliz! -dice el señor Franco.

-¡Soy inocente, jamás he hecho nada malo, a la mierda esta entrevista!

Franco se acerca, le apunta el cuello y con el tono más serio se dirige a él.

Cayros Franco -JesúsC. (Actualiza cada Viernes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora