A la mañana siguiente Jane despertó aun cansada, no había podido dormir. Pensó en como Daniel la ignoró y se fue a su habitación dejándola a ella sola, pensaba sacarle un tema de conversación pero él solo la dejo allí con las palabras en la boca.
Durante toda la noche lloró descontrolada, tratando de acallar sus sollozos contra la almohada, se hacía ideas erróneas en su mente. Cosa que la destrozaba aún mas. Pensaba en lo inexperta que es ella, pensaba que Daniel sin dudarlo podría terminar en los brazos de otra mujer. Ella no podía ni seducirlo, no podía hacer nada para que él posara su atención en ella.
Su madre le había anunciado que estaría fuera por un día y una noche, debía ir y ayudarla a guardar la ropa que llevaría al viaje que haría para visitar a su amiga que vivía a dos horas en carruaje. No le dijo nada de lo que pasó con Daniel a su madre, no quería que se preocupara, solo la ayudó a hacer la maleta y luego le fue a preparar el desayuno.
Daniel por otro lado se encargaba de dejar todo listo para el carruaje y para el viaje que su madre le avisó que emprendería, había ya ordeñado las vacas, metió allí los cilindros llenos de leche ya que su madre dijo que los vendería. Finalmente la mujer salió de la casa seguida por Jane, quien llevaba la maleta. De inmediato Daniel corrió a ayudarla, le quito el equipaje de Sofía para que no maltratara sus delicadas manos, y la puso donde le indicaron. Jane volvió a la casa y Daniel se quedó solo con la mujer.
—Espero que cuando vuelva, tu y Jane hayan arreglado sus diferencias.—Dijo de repente. —No quiero que vayas a encerrarte en tu habitación ni que corras a esconderte en el establo. Pórtate bien con ella.
—Si madre. —afirmó.
El cochero llego fumando una pipa y se posicionó en su lugar, la madre subió al coche y le hizo un gesto de despedida con la mano. Empezó a alejarse, y él se quedó ahí hasta que su madre desapareció por la empedrada carretera. Se dio la vuelta dispuesto a entrar en la casa y hacer lo que su madre le ordenó, dejar de rechazar a Jane. Solo esperaba no volver a tener esos malos pensamientos de nuevo, sino tendría que huir una vez mas para que Jane no notara sus molestas erecciones.
Al entrar se encontró con ella dejando dos platos de comida en la mesa, al agacharse y dejar los alimentos allí podía ver sus pechos gracias a su escote, quedo embobado viéndola. Su cabello negro azabache caía por su espalda. Lo llevaba suelto, justo como a él le gustaba.
—El desayuno esta servido— dijo con voz tímida, sin levantar la mirada del suelo.
—Gracias, hermana.
Hermana...
Como le dolía en el alma cuando le escuchaba llamarla así, ella quería que no la viera como a su hermana, no podía aceptarlo. Ella quería que la viera como mujer, pero eso jamás lo conseguiría.
Se posicionó junto a él en la mesa, no lo miró, no le dirigió la palabra. Pero Daniel se encargo de acabar con el silencio.
—Esta muy delicioso hermanita. —Dijo.
Ella sonrió como pudo, tratando de ocultar su inconformidad por su forma de llamarla.
—Gracias. —logró decir.
—¿Quieres que hagamos algo después de cenar?
Lo miró y se encontró con su verde mirada, con su hermosa sonrisa, y con los hoyuelos que se formaban en sus mejillas.
—Si, claro... —Respondió con cierto matiz de tristeza en su voz.
—¿Te parece si andamos un rato a caballo? Como en los viejos tiempos.