Bosque Rojo

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Once años desde la tregua entre ambos bandos. Todo marchaba bien, habían superado dichas expectativas pero había una adolescente que no acababa de creer todas las noticias positivas. 

—No me lo creo Marcus— Una mujer con un cabello más oscuro que la propia noche bajaba por las escaleras de su palacio observando a su hermano— Esas ratas no tienen palabra.

—¿Seguirás así siempre?— Marcus observaba con sus ojos llenos de vitalidad a su hermana, la cual no hacía más que negar las cosas— No han habido ataques en once años, ¿que otra pista quieres?

Adara suspiró. Ella odiaba con todas sus fuerzas a esos mortales, no podía entender porque su hermano había olvidado el asesinato de su madre hacía doce años atrás.  Negó con la cabeza y trató de marchar a lo que Marcus le impidió. 
Tomó su brazo y la miró directamente a los ojos. Por un momento parecía que iba a saber lo que se le pasaba a su hermana por la cabeza, pero no fue así. Simplemente esbozó una pequeña sonrisa y, agarrando la mano de su hermana, empezó a correr hasta llegar a una de las habitaciones destinadas a los invitados. 

—¿Estás loco?— Adara mostraba una notable sonrisa. Conocía a su hermano y si no le había dicho las cosas delante de los demás, por algo sería.— Suéltalo Marcus.

—Antes de la fiesta, salgamos. — Disfrutaba del momento. Por lo general no solía saltarse las normas que su padre había impuesto pero... Era una ocasión especial— Te demostraré que no son tan malos, iremos a la más cercana.

— Cómo sea una jugada prometo que te tiraré a uno de esos ríos de agua purificada

Ambos sonrieron. 

Pasaron tres horas. La noche se avecinaba y ambos se vieron en la puerta de casa. Llevaban sus ropajes normales más una oscura capa.

—¿Porqué tenemos que llevar las capas?—Adara se dirigía al establo, junto a su hermano. 

—Mi plan, mis condiciones.—Sacaron sus respectivos caballos y esperaron el momento oportuno para poder salir de allí.

Durante media hora aguardaron que el guarda saliese. Durante media hora la entrada iba a estar sin vigilancia y ellos, lo sabían. Salieron de su hogar, de la ciudad para poder adentrarse al bosque rojo. 

Nada más adentrarse en dicho bosque los pensamientos negativos invadieron la cabeza de Marcus, pensando si realmente todo esto estaba bien, si saltarse las reglas estaba justificado solo para darle a su hermana una lección. ¿Y si no lo estaba? ¿Y si su hermana tenía razón? ¿Y si su padre se daba cuenta de la ausencia y pensaba lo que no era? 

Demasiados sentimientos, demasiadas ideas negativas asaltaban su mente, una tras otra. Iba observando el paisaje en lo que llegaba a dicha aldea. Los árboles no dejaban ver el cielo, el suelo estaba realmente pegajoso. 

Y en estos momentos se veían las diferencias de hermanos. La mente de Adara estaba deseando que tuviera razón y así demostrar a su padre y a todos que los humanos no hacían más que el mal. Estaba deseando exterminarles. 

Pero ahí estaba, la misma aldea que, años atrás, había formado parte de la gran batalla. Era hora de entrar y no lo pensaron ni un minuto. 

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⏰ Última actualización: Oct 04, 2016 ⏰

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