Mucho "disgusto"

13 1 0
                                    

Recuerdo aquella primera conversación por whatsapp. Fue el mismo día en el que te pedí el número en la puerta del sauna. Giovanni; Ese era tu nombre. Invitado del gimnasio por una semana. Independiente. Veinticinco años -te creí la edad - y con problemas económicos por la escasez de chamba. Era mucha información para mi gusto. Con saber cuándo podríamos darnos un polvo me bastaba.

Sinceramente no recuerdo qué fue primero. Si nuestra cita al sauna o la invitación a tu casa por tu cumpleaños. Lo que sí recuerdo es que no fue inmediato. Me tomó días de conversación, para mí, pesada. Y es que si se trata de hombres siempre he creído que independientemente de lo que hablemos, sin importar cuánto nos demoremos, todo se debe resumir en buen sexo.

No querías hotel. Decías que temías que nos graben. Te creí hasta que sugeriste que vayamos a algún sauna gay. No me hubiese importado si no fuese porque no tenías dinero y dabas a entender con ese evidente y, a la vez, sutil descaro que yo lo pagara. Para ese entonces el dinero no era impedimento para mí; quería sexo, pero me jodía el orgullo ser consciente de que le pagaría la entrada a alguien para que me dé una movida. ¿Por qué lo hacía? Sexo a mí no me faltaba. Podía hacerlo con alguien que verdaderamente me guste y no contigo que, valgan verdades, no me parecías un gran prospecto de macho. ¿Cómo iba yo a saber que no responderme esa pregunta desencadenaría después en una gran dependencia hacia tu sexo?

Llegaste tarde a las afueras del gimnasio. Conocía así tu problema con respetar los horarios. Me dio la impresión de que cogiste lo primero que encontraste y saliste apurado. Me dije algo decepcionado "¿Este es el chico del gym? ¿Vale la pena pagarle el sauna? ¡Qué desalineado!... Bueno... ya estamos aquí; verga mata galán, ¿no?"

Camino al sauna, en el bus, dormías con los ojos y boca semi- abiertos. Me causaba risa y a la vez algo de vergüenza. ¿Qué pensarían mis amistades si supiesen que iba a tener sexo contigo?, pero ya estábamos a mitad de camino. La conversación mientras caminábamos hacia el sauna era trivial. Nada qué rescatar.

He estado visitando aquel sauna en estas semanas. La primera vez que volví me dieron la cartilla; esa que con seis sellos te dan una entrada al sauna gratis. Y tus recuerdos me jugaron una mala pasada haciéndome cuestionar si debía estar allí; pero me recompuse al ver en la puerta semi-abierta a un semental desnudo. Imagino que a eso te referías cuando te jactabas de ser "práctico" .Recordé cuando entramos juntos y en el counter sacaste tu cartilla y le pediste al anfitrión que coloque doble sello; uno por ti y otro por mí. Reí por no decir en voz alta: "Sinvergüenza".
Dijiste que me pagarías con creces la entrada, y así fue. La pasamos bien en aquel cuarto pequeño.La química entre ambos, el gusto por lo salvaje, la comunicación precisa para el placer mutuo, la variedad en tus formas de satisfacer y la intensidad exacta para llegar juntos al clímax fueron determinantes para, muy en el fondo, desear repetir. Sucede que a todos nos gusta el sexo. Es un placer de la vida; pero las maneras, las formas, las circunstancias y las manías no siempre son compatibles. La coincidencia en lo que nos gustaba y en cómo nos gustaba hizo que mi búsqueda de cuerpos atléticos cesara. Más adelante comprendería que contigo me bastaba.

Mañana es tu cumpleaños número XX. Sé que no te gusta que mencionen tu edad real. Digamos que estás en base tres. Y mañana tal vez sea mi última quimioterapia. La número veinte. Se supone que debería estar contento por todas las razones que esto implica, pero tengo al optimismo por mi salud y a la añoranza de tu recuerdo enfrentándose sin querer dar tregua. Lamento tanto el no estar ahí a tu lado. Sin embargo lo que me jode la serenidad no es el hecho de no estar allí contigo, sino saber que no me extrañarás. Como todos los años la gente caerá en tu casa. Siempre estarán tus verdaderos amigos; amigos de toda la vida como Roberth o tus amigos heterosexuales que no tienen idea de que eres "diferente". Pero también -podría firmártelo -habrá gente nueva. Esos "amiguitos", muchas veces efímeros, que vaya a saber dónde consigues y que, estoy convencido, no estarán el próximo año. Asumo que alguno de ellos terminará siendo "tu polvo de cumpleaños" como lo fui yo en mi momento.

No sé cuánto tiempo pasará para que leas todo esto, pero cuando lo hagas, entenderás que estuve pensando en ti incluso cuando tú ya tenías tu mente -y tus manos - en otras personas. Yo no pude hacerlo tan rápido como me hubiese gustado. Esperé al menos un breve saludo para mi cumpleaños y nunca llegó. La pasé mal aquel día. Mala suerte que haya decidido irme una semana antes de cumplir años. Imaginé que concluiste en que escribirme terminaría por hacerme más daño del que ya me habías hecho y que lo "maduro" -como solías decir - era no punzar más la herida. Ahora que las aguas están más calmadas acepto con serenidad el que no te hayas acordado de mi cumpleaños. Y digo esto porque he sido ingenuo creyendo por tanto tiempo que no querías hacerme más daño saludándome por esa fecha. Se te olvidó y punto. Se te olvidó como, seguramente, se te olvidó todo lo que vengo aquí escribiendo.

No siempre se aprende de los errores. No sé si llamarte error, pero si lo fuiste, fuiste uno del cual nunca quise aprender. Siempre oscilé entre mandarte por un tubo o seguir dependiendo -en silencio-de ti. Como cuando decidí no borrar tu número después de la jugada desconsiderada que me hiciste al salir del sauna.

Después de aquellos dos revolcones que nunca he podido olvidar se suponía que nos íbamos. El reloj nos advertía que la media noche nos iba a llegar en un rato, pero no me dejaste pedir dos toallas, a cambio me dijiste que me acompañarías a la puerta después de vestirme. Siempre lo supiste; esa era tu idea. Yo me iba solo a casa y tú te quedabas de amanecida. ¿A cuántos más te habrás levantado en el mismo lugar donde estuvimos juntos y gracias a la entrada que yo pagué?

No me afectó en ese momento la idea de que te vayas a tirar a otros. Lo que me indignó fue que "le saques todos los impuestos" a la entrada del sauna que yo te pagué despidiéndome en la puerta en esa zona peligrosa, a esas horas de la noche y consciente de que debía caminar a solas unos veinte minutos para tomar algún bus. Te mostraste tan interesado, tan descarado y malagradecido. Esa falta de consideración debió haber sido el punto final de todo contacto contigo pero no me bastó y hasta ahora desconozco la razón.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 21, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

EL LADO DERECHO DE TU CAMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora