Caminantes

70 3 38
                                    

Había terminado mi rutina en el gimnasio y como era habitual ingresaba al sauna para "divertirme" un rato con el mismo chico de siempre. Nunca supe el nombre de aquel musculoso moreno. Nunca me importó saberlo, tampoco. Lo nuestro no pasaba de manoseos y sexo oral fugaz, siempre con el miedo de ser pillados por algún heterosexual que pueda delatarnos. "Casero", solía llamarlo yo entre bromas mientras estaba arrodillado frente a él.

Aquel día su ausencia me tenía en ascuas y a un lado de aquel sauna seco estabas tú. A penas con una toalla diminuta que cubría tus partes intimas. ¿¡Cómo iba yo a saber que tiempo después terminarían por ser las únicas que acaricie por casi dos años!?

Nunca antes te había visto. No me pareciste atractivo-Quizás porque todavía esperaba a aquel moreno que tantos buenos ratos me había regalado-, pero pasaban los minutos y era obvio que no aparecería. Yo debía divertirme, sino el día lo hubiera dado por "perdido". Miradas y tímidas muestras de nuestras partes más sensibles dieron paso a una larga sesión de salvaje sexo oral que incluía arcadas, lagrimeo y sonrisas de complicidad. Llegué a excitarme tanto que te sugerí ir a un hotel cercano, pero te negaste reiteradamente. Aquella negación fulminó mi excitación. Mi ego, para ese entonces inflado, no estaba acostumbrado a un rechazo de ese calibre. No volvería a verte y si lo hacía pues haría de cuenta que no te conocía.

Le había comentado a mi mejor amigo lo que pasaba en el sauna y lo lleve de invitado para probar suerte. Allí ya estabas tú con la mirada inquieta, pero también estaba "mi casero". Éramos cuatro. No significabas nada para mí en ese entonces y le pedí a Mario que se entretenga contigo, mientras yo me ponía al día con el moreno. Terminó por irse rápido y Mario decidió esperar por "algo mejorcito". Nosotros seguimos con la diversión.

Tu estilo era completamente distinto al del moreno. Tú eras más salvaje, más animal... más bruto. Quizás eso fue lo primero que "me enamoró". No me iba a quedar con la espina de no haberme revolcado contigo, pero mi ego era demasiado grande como para arriesgarme a un segundo rechazo, y es allí donde la influencia de Mario cogió protagonismo.

"No pienso pedirle el teléfono"-"No pierdes nada"-"Nunca le he pedido el número a un punto" - "Entonces quédate con las ganas" -"Un revolcón... solo uno" -"Te acompañaría pero a mí no me gusta". Esa básica conversación fue suficiente para, sin saberlo, ponerme la soga al cuello por dos años.

No podría decirte si ahora hay una versión mejorada de mí. A veces pienso que nada de lo que me ha tocado vivir me ha servido; que Dios o el universo conspiraron en mi contra en vano; que la lección de vida no ayudó mucho.... que no he aprendido nada. Pero hay un antes y un después de ciertos hechos que pueden marcarte la vida. Existe un antes y un después de ti; y más aún, un antes y un después de los meses más críticos que pase por la enfermedad.

Ciertamente mi mentalidad de ese entonces era superflua e inmadura en muchos aspectos. Era tan patética que lo primero que se me vino a la mente cuando me confirmaron que tenía cáncer fue que me quedaría sin cabello y mi aspecto cambiaría mucho. Creo que con eso te digo todo.

Durante el tiempo que la enfermedad y los efectos de las quimioterapias me jodían la existencia-el mismo lapso que brillaste por tu ausencia - tuve la oportunidad de conocer gente maravillosa. Nunca había aprendido tanto de la vida como durante ese tiempo. Pero ahora, de alguna forma, he vuelto a lo de antes, a las citas casuales y efímeras y todo lo que ello implica. Es por eso que te digo que no sé si hay una versión mejorada de mí. Aunque mi mentalidad haya cambiado, mis acciones siguen siendo básicamente las mismas de entonces; y eso puede ser peor.

Cuando decidí por última vez reaparecer en tu vida. Mis actos iban de la mano con mi mentalidad y, podría decir, espiritualidad. Creí ingenuamente que podrías notar mi cambio, que sabrías que frente a ti había alguien a quien nunca habías conocido; alguien -como muchos que me conocieron durante ese entonces me repetían-encantador; pero me equivoqué. Mi corazón era hermoso, pero tú seguías con los ojos cerrados.

Quiero aclarar que aquella "metamorfosis" no fue lograda para que tú te enamores de mí. Simplemente pasó a consecuencia de aquella experiencia de vida. Pero sí es cierto que cuando yo mismo me percaté de que yo era muy distinto a lo que habías conocido, creí que podía intentar conquistar ese corazón frío e inerte. Error. Tú corazón quizás no había nacido aún, y si es que lo hizo, lo habías asesinado tú mismo para tu conveniencia. Imagino que era conveniente tener un corazón "práctico" - como solías decir tú - para seguir con el estilo de vida que no querías abandonar. Porque no se trataba de mí o de otro chico-Había oído historias de chicos que terminaron alejándose de ti porque tampoco fueron correspondidos-, se trataba exclusivamente de ti y tus intereses. Podía haberte dado lo mejor de mí, todo lo bueno que sabía que tenía y hasta lo que no sabía en ese entonces que podía hacer -como escribirte esas cartas que imagino leíste una noche a solas en tu cama -; pero tú no querías el todo de alguien, tú deseabas un poquito de muchos; y es que mi cruz fue esa. Tú defecto no era que sabías poco de la vida sino que sabías mucho... mucho más de lo que yo podía soportar.

EL LADO DERECHO DE TU CAMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora