Esas palabras lo dejaron pensativo. Por la noche se había dado cuenta de que había querido pensar lo mejor de Alex, no queriendo de ningún modo bajarla del pedestal en que la había colocado...
—Sí, es verdad.
Cuando volvieron a casa, se encontraron con Bert y Fred en la cocina.
Fred trabajaba como portero en una discoteca y era un gigante con cara de sueño. Bert era un hombre bajito, muy simpático.
Samuel se encontró cómodo enseguida, sobre todo porque se pusieron a hablar de deportes, un tema interesante para la inmensa mayoría de los hombres.
Poco después, la señora Baxter volvió del colegio con Nikki, que saludó a su madre con un beso antes de buscar la atención de su nuevo amigo.
—Deja que el pobre tome un té, cariño. Ha estado ayudándome con la compra — sonrió andrea .
—Pero es que hoy he hecho un dibujo en el colegio y quiero enseñárselo. ¿A que quieres verlo, samuel ?
—Sí, por supuesto. Estoy deseando verlo —contestó él. —No dejes que te incordie —le advirtió andrea . —¿Cómo va a incordiarme? Somos amigos.
Estuvo media hora escuchando las aventuras de Nikki en el colegio y sólo se movieron cuando andrea insistió en que tenía que poner la mesa.
Cuando Sadie y Claudia volvieron de trabajar, samuel les preguntó si había algún puesto libre en la empresa.
—Sólo en el almacén, moviendo cajas —contestó Sadie—. Supongo que querrás algo más interesante.
—Aceptaría lo que sea. Además, puedo levantar cajas sin ningún esfuerzo — sonrió samuel , mostrando uno de sus bíceps.
Las hermanas soltaron una risita.
—En ese caso, ve a ver al gerente mañana a primera hora —sonrió Sadie—. Dile que vas de nuestra parte.
—Muy bien.
Al día siguiente samuel hizo lo que le habían pedido y consiguió el puesto de trabajo sin problemas. Con ese dinero podría pagar el alquiler y le quedaría algo para sus gastos. Quería seguir viviendo como hasta entonces, día a día.
Pero ya no estaba solo. Nikki se encargaba de eso. Le encantaba hablar con él, preguntarle por Italia, bombardearlo con preguntas.
Se sentía fascinada por el extranjero, especialmente cuando samuel decía palabras en italiano. El día que le dijo: «assolutamente niente», la niña puso cara de estar en el séptimo cielo.
Significa absolutamente nada —le explicó a su madre por enésima vez. —Suena muy bonito.
—¿A que sí? Assolutamente niente —repitió la niña—. Assolutamente niente. —Si oigo esa frase otra vez voy a estrangular a alguien. —Pobre Nikki —suspiró samuel .
—¡A ella no, a ti! —exclamó andrea —. Todo esto es culpa tuya.
Nikki había hablado en el colegio tanto sobre samuel que una de sus profesoras envió un mensaje para ver si podía dar una charla sobre Italia. —¿Yo haciendo de profesor? —rió él.
—Sólo tienes que hablar de Italia. De las casas, del mar, de los bandidos... —¿Qué bandidos?
—¿No hay bandidos en Italia? —preguntó la niña. —¡Assolutamente niente! —exclamó samuel . Nikki solté una carcajada. —¿Ni siquiera uno? —Ni uno, pequeñaja. —Por favor, tienes que venir a mi colegio...
Al final, samuel aceptó, por supuesto. Y se presentó en el colegio al día siguiente, aunque no sabía de qué iba a hablar.
La inspiración llegó cuando descubrió que los niños estaban estudiando la obra de Shakespeare Romeo y Julieta. Entonces decidió hablar de Verona, de la casa de los Capuleto, del famoso balcón...
Los niños estaban impresionados, especialmente las niñas, que suspiraban de emoción mirando a aquel guapísimo italiano. Y como Nikki era u amiga, se convirtió en la heroína del día.
La niña nunca se había sentido más feliz.
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Un Destino inesperado
Romancetodo por una niña muy especial... andrea era una madre soltera que sabía perfectamente que su hija quería un padre que la amara incondicionalmente. Por eso, por el bien de la pequeña Nikki, andrea aceptó un matrimonio de conveniencia con el italiano...