Ahí estaba...Encerrada en el baño y tratando de no hacer tanto alboroto por el ardor que el alcohol en sus heridas le provocaba. Su nana estaba en la planta baja, sin embargo, podría escuchar sus alaridos y ver que el falso dolor de estómago que le aseguro, era mentira. No quería que su nana Irina se llevara un disgusto.
Pero Naoko no dejaría que aquellos delincuentes se salieran con la suya, claro que no, lo que esos dos necesitaban era una buena y merecida acusación. Total, ya antes había dado la oportunidad de que pararan, podía perdonar el golpe que le propinaron en medio de su castigo, empero, ellos eran estúpidos si por un segundo les paso por la cabeza el que ella se sentiría intimidada por sus ridículas amenazas.
Y para agregar el broche de oro, los abusones habían escogido llevar a cabo su fechoría un día antes de que los trabajadores sociales rondaran por las aulas.
La última venda fue colocada cuidadosamente en su herida, bueno, ahora sólo quedaba ponerse la prenda más holgada que tuviera, cubriría sus vendas y al mismo tiempo tendría comodidad.
Saliendo del baño, camino al tocador y se observó en el espejo, los golpes del rostro eran casi nulos a simple vista. Tomando dos pequeñas ligas color negro, ató su cabello en las acostumbradas coletas que solía usar y que desafortunadamente había tenido que deshacer cuando estas ya se encontraban siendo nudos por las arrastradas que recibió. Agito su cabeza para comprobar que estuvieran seguras, y vistiendo pantalones grises sumamente grandes y una blusa color azul que usaba de pijama, bajo con su nana Irina.
— ¡Niña, le prepare un té de manzanilla para ese dolor! Y no aceptare un No por respuesta.
Irina tiene ambas manos en su cintura, expresando su determinación, sus labios forman una línea recta y tiene fruncido el ceño ligeramente, haciendo que algunas arrugas de edad se muestren.
Naoko tuerce la boca. El té de manzanilla nunca ha sido su favorito y duda seriamente que alguna vez lo sea, simplemente no disfruta del sabor que acompaña al "extraño" olor que emanaba de la taza, o así ella lo percibe. Con el desagradable pensamiento, toma la taza entre sus manos y le da un pequeño sorbo, asegurando que no fuera veneno, que lo que le hubieran vendido a su nana no se trataba de alguna toxina que se hacía pasar por florecillas, para su mala suerte, eran la reales y auténticas flores que daban sabor al té.
Horrible, pensó.
Pero por no faltar al respeto a quien la había cuidado desde pequeña, lo tomo todo sin dejar gota existente en el traste.
— Gracias, Irina-chan —La nana sonríe y, haciendo una pequeña reverencia, regresa a la cocina.
Naoko ve por la ventana y nota que las gotas de agua caen, ha empezado a llover y eso sólo significa que Irina hará chocolate caliente. Sonríe encaminándose a la cocina.
14 de Marzo.
¡Bip, bip! Resonaba por su cabeza, parecía que el jodido despertador se había propuesto a fastidiarla, empujando el aparato al suelo, sale de su bola enredada de cobijas y se sienta en la cama.
El escalofrío que le provoca el frío cuando pone sus pies en el suelo la termina de despertar y es entonces que nota que ha levantado diez minutos tarde. Se levanta con rapidez increíble y se desprende la ropa, lista para ducharse. Y una vez hecho eso, viste el uniforme de marinero y calza sus zapatos negros y bien limpios. Se vuelve a atar el cabello en sus infantiles coletas, importándole poco si estas tienen nudos, tiene la esperanza de que conforme se secara su cabello, los nudos se irían.
Sonrió maliciosa, recordando la pequeña venganza que les preparaba a esos golpeadores, siente que la ansiedad la invade ya que, conociendo a las cabezas del instituto, esa acusación se haría a lo grande y causaría revuelo...Nunca había hecho algo así, y esperaba no hacer tanto show como para fastidiar a todos.
Se lanzó su mochila a la espalda y bajo las escaleras en dónde Irina la esperaba con una sonrisa maternal y un plato de hot cakes bañados en miel. Cuando Naoko vio el alimento, el apetito se fue, algo es su estómago se revolvía y le predecía un mal día. El sentimiento no la dejaba comer.
— Lo siento, Irina —Bajo la cabeza con culpabilidad—, no tengo nada de hambre, perdón.
— ¿Segura?
Cuando vio a la menor asentir, suspiro. Era su trabajo alimentar a la niña, pero tampoco le agradaba el obligarla, cuando llegara le serviría un plato de comida infinito como el número de estrellas.
Naoko salió de la casa, viendo que no era la única que iba tarde. El presagio de mal día seguía instalado en su interior, algo no le gustaba, algo pasaría que la haría sentirse mal.
Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos tan horribles e impropios de ella y acelero el paso rumbo a la escuela, sin embargo, al llegar recibió una regañida de aquellas de parte de un maestro. Llego a su salón sin mayores contratiempos y tomo su lugar al lado de Mitsuki.
— ¿Dónde estuviste ayer, Nao? Te vi en el pasillo. No me digas que te saltaste las clases. —Akane utilizaba ese tono preocupado en cada palabra que salía de sus labios.
— Claro que no —La adolescente de coletas rodó los ojos—, te cuento después.
— No, no me cuentes después, cuéntame ahora, quiero saber que te paso.
— Tengo algo planeado para hoy, Akane, aunque siento que algo malo va a pasar.
— Tranquila, mira el cielo, se ve hermoso, eso significa un buen día.
— ¿Según quién?
— Según tu amiga
La amistosa plática pudo haber continuado, empero, Naoko apartó la vista y la encamino a Konoe, le inquieto ver que estuviera hecho ovillo y se tomara los cabellos con desespero.
¿Qué le sucedía al ingenuo y torpe chico? Pensó, eso sólo aumentaba su ansiedad. El docente llego con su maletín de trabajo seguido de una mujer joven azabache, de mirada seria y determinada, labios manzana, de piel porcelana y sin rastro de maquillaje.
La mujer se presentó, a la indicación del profesor y la acostumbrada reverencia del alumnado, como Kirishima Kaoru. Empezó con una típica conversación sobre las reglas y convivencia, nada nuevo, hasta que hizo la pregunta mágica tan esperada.
— ¿Alguien aquí se siente incómodo con el personal o ha estado sufriendo de algún abuso? —Kaoru agudizo su vista para observar cualquier reacción sospechosa de cada adolescente que delatara su situación.
Naoko estaba a punto de alzar la mano y anunciar su experiencia, empero, nunca pudo haber esperado el artefacto punzocortante que se ponía en su cintura, y mucho menos pudo haber esperado que la mano de aquel que sostenía el objeto no fuera alguien más que Konoe Mitsuki mientras le susurraba un suave "Shhh" ...
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Más allá de esto
Novela Juvenil"Su nana estaba en la planta baja, sin embargo, podría escuchar sus alaridos y ver que el falso dolor de estómago que le aseguro, era mentira." El 12 de Marzo la vida de Kobayashi Naoko fue de mal en peor.