Quiero

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Quiero un lanzallamas y un libro de poemas para leer en voz alta mientras prendo fuego a todo lo que me ha dado más tristezas que momentos buenos. Quiero encierro, necesito mucho silencio, y la calma apenas necesaria para no llamarte en las madrugadas. Quiero un lanzallamas y el combustible necesario para flamear todo mi pasado. Quiero que tu ausencia se difumine con el alba, que tus ojos ya no destellen en mis sueños, que mis labios dejen de añorar la tersura de tu espalda. Quiero exiliar los suspiros que me atormentan cada mañana cuando me descubro pensandote. Quiero que tu ausencia no torture mis momentos malos, que ya no siga latigueando mis pestañas hasta altas horas de la madrugada. Y también quiero que mis besos se queden tatuados en tu memoria. Quiero que no olvides mis escasas risas, ni la pésima voz con la que cantaba. Hoy deseo que mis “te quieros” figuren en tu colección de momentos memorables. Y deseo, por el bien de ambos, que un día mires atrás y recuerdes con un poco de bondad a este tipo arrogante que nunca supo valorarte. Quiero paz, quiero cielo, quiero una  canción que me recuerde que soy la suma de mis defectos,  y un corazón en fragmentos. Quiero que mis defectos no te hayan hecho tanto daño, o al menos que no te dejen secuelas duraderas. Y también espero que no le guardes rencor a este imbécil por reservarse el derecho a una segunda oportunidad. Quiero cerrar los ojos con tranquilidad y pensarte con agrado mientras prendo fuego a tus cartas, a tus fotos, a tu aliento en mi oído. Sólo quiero cerrar los ojos con calma, escuchando tu voz como un susurro que me dictaba los más sinceros “te amo”. Tengo la suerte de esta terapia temprana, algo rutinaria o quizá malacostumbrada. Tengo las palabras como remedio contra las resacas. Tengo menos entusiasmo por escribir, pero me ganan las ansias de exorcizar todos mis fantasmas. Tengo menos paz, tengo menos cielo, pero busco tranquilidad en algunos recuerdos. Tengo algo de bondad aún bajo los párpados. Y tengo silencios, malhumor, azoro, incredulidad, suspiros, ansiedad, algunos insomnios, demasiadas dudas, un ejército de miedos. Tengo oscuridad, enojo, este epitafio que ya acabé de pulir, manchas de carmín en una toalla, el resonar de tus tacones en la memoria, un gato nocturno que visita el techo de mi casa. Tengo una multitud de incertidumbres amotinándose, un catálogo de rencores, un espejo que refleja verdades, aquel retrato que nunca enmarcamos, la fotografía que olvidaste en un libro de Benedetti, los ecos de tu risa atormentándome. Tengo ángeles y demonios danzando en mi cerebro. Tengo tu ausencia y no deja de pesar. Tengo demasiadas pendejadas en la cabeza, y este frío que cala en los huesos. Tengo abrazos de mi madre que siempre son abrigables,  tengo un padre innombrable, tengo una legión de dioses imperfectos, tengo oraciones a destiempo.Tengo este adiós que se está marchitando.Tengo ausencia de poesía en el buró de la recámara. Tengo ganas de clausurar mis palabras. Y a pesar de todo lo que tengo, sólo parece contar este vacío que siento en el costado izquierdo. Por eso es que Jaime Sabines me recuerda que mis insomnios son animales salvajes devorándome sin remordimientos:

“Yo ya no quiero, no, yo ya no quiero
seguir todas las noches vigilando
cuándo voy a dormirme, cuándo.

Yo lo que quiero es que pase algo,
que me muera de veras,
o que de veras esté fastidiado,
o cuando menos que se caiga
el techo de mi casa un rato”.

LDanielPM

Matando Dolores, Plasmando Sentimientos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora