Vivían

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Cuando conocí a Vivían tenia 4 años, aquella edad en que todo era inocente y vivo. Yo la admiraba, era bella, o el tipo de belleza que una niña puede apreciar "llamativa", tal vez esa era la palabra. Vestida de rosa, bucles dorados y una sonrisa angelical. Mi presentación con ella fue hasta dos años mas tarde yo era mayor, mas madura, o eso me decía a mi misma, era capaz de elegir mi primer deseo y ese era el poder tener a Vivían. 

Ella con sus bucles, su sonrisa coqueta dirigió su mirada hacia mi

-Hey linda, ¿escogiste tu regalo?- Me dijo la verdadera Vivían, volteé  hacia ella

-Ya casi, solo quiero tenerla junto a mi un poco mas-

-Apúrate el autobús nos deja.-No me lo dijo groseramente sino de una manera maternal, la amaba.

La puse en el estante y me dirigí corriendo hacia la puerta, en unos meses mas serias mía me dije a mi misma, y con una sonrisa triste en la cara le dije adiós.

-Entonces, ¿traes el regalo de Angela?- me dijo ya en el asiento

-Si lo tengo aquí.- Alce mi mano y le puse el regalo en la palma de la suya

Oh que lindo unos calcetines, y tiene moñitos- y me vuelve a sonreír y yo hago lo mismo.

 ¡Si!,-grito con entusiasmo-ella me dijo que le gustaban los míos, quiero regalar unos iguales.

Eres muy buena Melany, le encantaran.

Vivían, tanto mi muñeca como la primera persona que me demostró cariño. El ultimo recuerdo que tengo de ella hasta que ocurrió mi cambio.

4 años antes de conocer a Vivían

Vivían salio del hospital y  como cada viernes desde que se entero de como su padre murió, tomo el autobús y se dirigió a Rikers. Entre sus cinco horas libres se tomaba una para caminar por Central Park y tomarse un café mañanero. Llego 2 horas después y saludo a todos, empezó su chequeo de rutina paso libre de todo y se dirigió a la puerta de las visitas. Ella sabia que ya era momento para que lo superara pero el simple recuerdo de que el asesino de su padre seguía vivo la dejaba molesta, frustrada y con ganas de ahorcar a ese ser. Verlo no le regresaría a su padre, pero le daba sonrisas saber lo mal que la pasaba, que nunca volvería a lastimar a otra persona. 

Había días que solo iba para saber el informe de el, otras pasaba para ver a Bill y que el le contara como era el allá dentro. Estaba obsesionada por saber cada movimiento, cada encierro, cada golpe, o si simplemente llegara estar enfermo, sin embargo cada día se desilusionaba mas ya que el era el rey de ese agujero. Eso no lo hubiera sabido de la policía ellos no quieren hacer ver que los reos tienen mas control ahí que ellos. 

Los presos tenían lideres y bandos, y al parecer el era aquel que no se metía con nadie y que todos los presos pedían consejo. Llevaba ya 3 años en esa cárcel 1 año menos del que su padre había muerto. Un hecho que la enojaba mas, el que hubiera estado libre todo un año pudiendo estar cerca de ella, observándola, riéndose o respirando. Su padre con agujeros en el pecho destrozado de lo irreconocible que quedo su cuerpo, este todavía en manos de los forenses, ni siquiera pudo tener un entierro.  Lo odiaba con cada célula de su piel, el no se merecía la carcel, merecía estar muerto. El caso todavía no quedaba totalmente resuelto, y la empuntaba que lo hubieran abierto. En una semana sabría que le depararía a el, una semana y su destino cambiaría de nuevo.

Cuando Bill apareció se paro emocionada y lo abrazo como si fuera la primera vez. Bill era su primo, no era de sangre pero era el hijo adoptivo del hermano de su madre, lo se algo extraño aveces trato de captarlo mas rápido, el era su familia, y ella lo amaba, no amorosamente como mucho de los reos pensaban, era un amor fraternal. El la cuido, velo por ella cuando su padre desapareció, y cuando no tenia a nadie el estuvo ahí, era su momento de mostrar lo buena prima que era. 

De ellas, sólo túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora