Caught

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PRÓLOGO

Aspire el aroma a rosas que desprendía el ambiente, lo sé debería asumir que soy afortunado con la vida que me ha tocado pero siento tanta acritud dentro de mí, escucho mi diagnóstico sin prestar mucha atención a ello, ¿Atolondrado?, ¿Soy atolondrado?, ¿Qué diablos se supone que significa eso?, la enfermera que se encuentra a la derecha del doctor alza una ceja y me lanza una sonrisa burlona provocando que me resulte más agradable mi estancia al recordar nuestros momentos juntos en la ausencia del doctor y suelto una carcajada macabra provocando que se plantara la mirada tensa del doctor directa a mí por lo cual simplemente le lance una sonrisa irónica para posteriormente regresar mi mirada a la enfermera la cual es esbelta con una tez albina y tiene unos lindos ojos verdes que te daban una extraña sensación de comodidad y calidez, tiene un hermoso cabello rubio que cae en ondas sobre su cintura, también usa sobre su cabeza una cofia blanca, se encuentra vistiendo uno de esos estúpidos y anticuados vestidos que las enfermeras usaban cerca del siglo XIX. A veces tengo la sensación de encontrarme en el pasado, entre una berma que me separa de lo real y lo falso cadente de información, estoy a punto de aislar mis pensamientos para no escuchar bramar las voces y el estrépito que se escabulle a mi mente, escucho al doctor formulándome una pregunta, creo que desea saber cómo me he sentido estos días, sé que trama algo con ello, inclino mi cabeza hacia atrás con la intención de mirar al techo, abrumado con tal aburrimiento que tengo que soportar mientras tanto escucho las gotas cayendo del techo  y chocando contra mi mano inmóvil, sentí la liga enredada en mi dedo, apretándolo dejando la punta enrojecida, me encontraba cumpliendo mi condena en este exasperante lugar, trato de estimular al doctor, para que siga parloteando tal y como intenta hacer conmigo. Fingiendo interés en mí, lanzando palabras flojas, imagino que con el fin de borrar una idea instalada en mi cabeza.

-Sé lo que intentas Alexander...-Dijo con una voz tranquila.  Aunque lo noté tensarse frente a mí y le sonreí.

- ¿Te gusta la magia...-Ahora que lo pienso nunca supe su nombre o tal vez lo menciono, pero no le preste la debida atención para recordarlo, gire mis ojos hacia su bata donde relucía una placa plateada donde resplandecía su apellido "White" escrito en letras negras y gruesas. -...White? –Le pregunte burlón al Doctor con una sonrisa resplandeciente.

- ¿Cómo estas Alexander? –Volvió a repetir la pregunta un poco más fuerte, ignorando la mía.

Mientras me limitaba a sonreír y rodar los ojos, me incline hacia atrás recostándome en el sillón alargado y saque un fajo de cartas de mi bolsillo y las extendí en mis manos, dirigí la mirada hacia White.

–Escoge una. –Él se encogió de hombros y rodo sus grandes ojos grises bajo las enormes gafas de montura gruesa y marrón, rindiéndose tomo una... la reina de corazones. –Perfecto. –La tomé entre mis manos y le di una vuelta ente mis dedos, regresándola quemada de las caras de la reina. Sonreí y dirigí la mirada a White, aunque este no se veía sorprendido.

Giré mi cuerpo sin pararme del sillón y conteniendo una risa dije entre carcajadas ahogadas... -Te contaré un secreto... -Al ver que no contesto y permaneció petrificado mirándome así que proseguí.

-No estoy alarmado, así que ¿¡Y qué si estoy loco!?-Exclame sonriendo mientras alzaba la voz un poco en la última frase. 

-Las mejores personas lo están Alexander. –Respondió a mi comentario de manera irónica.

Todas las mejores personas lo están... las mejores personas lo están, de pronto me encontré dándole más importancia a su comentario de lo que debería.

Seguro lo están.

Parts of meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora