Hace tiempo que no me he parado a pensar en nosotros de manera racional.
Hasta hace unos días, que no puedo evitar pensar que tengo miedo. De que no te des cuenta de que poco a poco, con tus idas y venidas, tus palabras frías y tus maneras de hacerme sentir una mala persona, me estás perdiendo. Sin embargo, hay algo de este fuego que se resiste a apagarse. Somos esa vela que se mantiene hasta el desgaste.
Dices que intentas alejarte, pero hay una fuerza del destino que te ata a mí. Que si nuestros caminos se cruzaron, es porque estábamos destinados. Dices que la persona que despertó tus sentimientos por primera vez, jamás te hizo sentir como yo. Que me quieres, pero me odias. Y soy insoportable unas cuántas veces, pero no puedes marcharte. Te falta una pieza si te vas, que sin mí no es lo mismo. Que ya no es lo de antes. Pero no quieres irte.
Te digo que necesitas espacio, conocer a otra gente. Pero no puedo evitar sentir un vacío si te marchas. No es la primera vez que me digo a mí misma que no merece la pena seguir a tu lado siendo la amiga a la que siempre confundes. Trato de convencerme de que no merece la pena estar sufriendo por un amor borroso. Quiero que te aclares. Que me digas si esto va a ser real. Que si no me quieres, que me des espacio. Déjame perdonarte y podremos volver a ser amigos. Pero no me ilusiones. No me hagas creer que me quieres. Que esto es mutuo. Dime las cosas claras de una vez.
Hace tiempo que no he pensado sobre nuestra relación de manera racional.
Hoy dejo en esta hoja transcritos un par de sentimientos y una petición. Quiero la verdad. Seré bastante clara:
Te quiero. Si me quieres, perfecto, entrelacemos nuestras manos y dejémonos llevar. Si no me quieres, también está bien, pero dímelo antes de que vuelva a ilusionarme contigo. Con nosotros.
Seamos breves y claros: Te quiero, ¿me quieres tú a mí?
