Parte 7

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La fila de autos para ingresar a la fiesta de la cadena principal de los hoteles Bale parecía no terminar. Luego de comprender que avanzaría más rápido si caminaba, Andraya le pagó al taxista y se bajó del auto.

Estaba algo nerviosa por esa noche. Volvió a chequear que la invitación estuviera en su pequeño bolso blanco decorado con perlas. Tenía que caminar unos veinte metros hasta llegar a la entrada del vestíbulo.

La mirada de admiración que recibió de los hombres presentes en el vestíbulo le hizo sonreír internamente y le dio confianza. Ella podía lograr su objetivo. Iba a hacerlo a como diera lugar. Sus tacones de doce centímetros resonaron con cada paso hasta que llegó al salón principal del hotel. La puerta estaba custodiada por varios guardias que conocía porque ellos solían turnarse en los días laborales normales.

—Buenas noches, señorita Caro —le saludó el hombre con traje que recibía las invitaciones—. Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que es un placer tenerla de vuelta.

—Muy amable —sonrió alegre y le pasó su invitación.

—Que disfrute de la velada.

—Gracias.

Algo le decía que hasta los de seguridad no había llegado el rumor de su suspensión. No había detectado nada extraño en las miradas de los guardias.

La decoración estaba impresionante. Cuatro arañas colgaban del techo formando una fila de iluminación blanca. En las paredes habían puesto luces amarillas con focos de medio metro de diámetro. Los pilares habían sido forrados con tela ocre y habían colgado en las paredes las mejores obras de arte.

Había dos ambientes. El primero y más cercano era el de la cena. Mesas cuadradas con manteles ocres estaban perfectamente decoradas con cubiertos de plata y copas con bordes de oro. El señor Bale había contratado un excelente organizador de eventos. En el fondo del salón, atravesando el mar de mesas, se hallaba una pequeña tarima con un ancho atril de madera tallada. Seguramente ahí se daría la bienvenida y el discurso. El espacio que había entre las mesas y la tarima parecía ser lo que, después de la cena, se convertiría en la pista de baile. Andraya no estaba muy segura. Nunca había estado en una fiesta de aniversario.

Era raro que sus manos no estuvieran sudando. Lo había esperado ya que siempre sucedía en situaciones donde el lugar le producía ansiedad. Esperaba que su maquillaje no desapareciera durante la velada. No quería que los demás vieran las inusuales ojeras que portaba.

Alargó el cuello para buscar a alguien conocido. Los broches de perlas blancas que sostenían su recogido le parecían más pesados de lo normal debido al estrés ¿Por qué no encontraba a alguien con quien platicar? ¿Dónde estaba Tricia?

Optó por buscar el número de mesa que le tocaba y rezó para que el grupo que le tocara fuera entretenido, ya que era demasiado pedir que Zack Bale se sentara a su lado. A su invitación le habían asignado una de las mesas de enfrente. Su lugar era el único que faltaba llenar. Suspiró aliviada cuando se percató de que Tricia Dixon estaba allí.

—Amiga, te ves fabulosa. ¿No es así? —le preguntó a los demás en la mesa, haciendo que Andraya se sonrojara al recibir solo respuestas afirmativas.

Tricia tenía un vestido azul con un gran escote y su cabello lo había recogido en un moño que se abultaba del lado derecho de su cabeza. Derek también estaba ahí, vestido con un traje negro que acentuaba mucho más su atractivo.

La castaña bebió una copa de vino cuando vio que el evento iba a iniciar. Por momentos empezó a sentirse acalorada. Se levantó en busca de un mesero que le diera un vaso de agua con mucho hielo.

No podía escapar del discurso que estaba al máximo en los parlantes. El presentador estaba citando la lista de logros que habían alcanzado ese año. La cadena principal cumplía diez años en el país.

A final de camino decidió tomar una bebida más fuerte. Eligió champaña fría. Cuando al fin tuvo la copa en sus manos, decidió observar todo desde más cerca ya que Tricia seguro le diría algo por beber cuando apenas estaba empezando la fiesta.

Se recargó por uno de los pilares y empezó a beber. Era una reunión de ensueño. Los hombres y las mujeres estaban impecables. Por lo menos no había desencajado con el vestido que había elegido. A lo largo del trayecto había recibido muchas miradas de envidia por parte de las mujeres. Estaba casi segura de que había aumentado de peso porque su atuendo le apretaba en la zona del pecho y la delgada línea de encaje que rodeaba su nuca en realidad no hacía su trabajo de sostener el vestido. Lo que contradecía su hipótesis de aumento de peso era que estaba segura de que si aquello hubiese sucedido, el vestido estaría algo deformado por la presión en la zona de las caderas, y no era así.

El presentador empezó a leer un resumen del currículum del nuevo dueño de la cadena principal de los hoteles Bale. También habían comentado que el hotel que estaba en Paraguay era una réplica exacta del que se encontraba en Australia.

—Tengo el honor de presentar al...

—Idiota desconsiderado —interrumpió Andraya en voz baja.

Cuando volteó chocó accidentalmente con alguien que sostuvo su copa para que lo que quedaba en ella no manchara a ninguno de los dos. El hombre era un poco más alto que ella y tenía un esmoquin negro. La mujer no se animó a levantar la cabeza para verle el rostro.

—Lo siento —susurró desconcertada.

—Ten más cuidado —fue la respuesta que recibió y se le erizó la piel.

Levantó la mirada al escuchar una voz demasiado masculina y atractiva. No esperaba sorprenderse por el increíble magnetismo del hombre.

Sus ojos negros azabaches parecían querer leer su mente. Tenía la tez nívea y la nariz perfecta. Andraya no podía creer lo que veía. Ese hombre le parecía conocido y a la vez como si nunca lo hubiese visto antes. Era como tener una escultura frente a ella, solo que ésta era de carne y hueso y estaba respirando a centímetros de ella.

Zack estaba muy sorprendido. La fotografía que estaba adjunta al expediente de la señorita Caro no le hacía justicia. La diferencia con la realidad era casi criminal. La mujer que tenía enfrente era una diosa. La había reconocido por sus ojos. Nunca había visto la combinación del color café y gris tan de cerca. Sin que ella se diera cuenta, la observó de pies a cabeza, era perfecta. Unos centímetros más baja que él y su figura era esbelta y con excelentes proporciones. Su tez era casi tan blanca como la suya o eso parecía debido al color del vestido que había elegido. Su atuendo parecía sostenerse mágicamente y le moldeaba la figura con delicadeza y sensualidad. Sonrió de medio lado al saber que había encontrado una nueva víctima.

Andraya huyó del hombre con el que había chocado. No podía distraerse con él por muy atractivo que éste fuera. Tal vez ella era superficial y no se había dado cuenta. Llegó a su mesa y cuando se acomodó, se sorprendió al ver que el hombre que la había sostenido estaba tomando el micrófono. Las luces se apagaron y en una pantalla proyectaron imágenes mientras el desconocido leía su discurso.

—Él es Zack —le susurró Tricia en la oscuridad.

𝐂𝐚𝐬𝐭𝐚𝐧̃𝐨 𝔸𝕫𝕒𝕓𝕒𝕔𝕙𝕖 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora