Tangentes

1.8K 106 10
                                    


Estoy aturdido. Escucho voces aceleradas y gente corriendo. ¿Qué pasa? Trató de decir una cosa, una palabra pero nada sale de mi boca. Ni siquiera soy capaz de abrirla. Las luces me cegan a medida que vamos pasando y yo estoy...¿en una camilla? No recuerdo nada de lo que pasó. Cuatro enfermeras van empujando la camilla alteradas, hablando rápidamente y no logro comprender nada de lo que dicen.
¿Qué...pasó?
Recuerdo estar en el coche, mamá y papá discutían. Era la milésima vez en esta semana. Papá le gritaba a mamá, discutían por cosas sin sentido, algo estupido. Sarah y yo nos inmutábamos, no era la primera vez que presenciábamos una discusión así. Sarah... ¿Dónde está mi hermana?

Mis ojos...pesan...y tengo miedo de no volver a despertar.

Pequeños pitidos de máquinas me despiertan y un escalofrío recorre mi cuerpo. No puedo abrir mis ojos así que me limito solo a escuchar.
—Tuvo un accidente muy grave—escuché decir a una señora. ¿Se estará refiriendo a mí u otro paciente?
—¿Quién más iba en el auto?
—Sus padres y una chica de 17 años, su hermana supongo.
Estoy seguro que si hablan de mí.
—¿Alguien sobrevivió?—una larga pausa.
—No. Solo él.
El corazón me da un vuelco y quiero salir corriendo y gritando de aquí. Quiero salir y buscar a Sarah. Ella no me pudo haber dejado aquí, no aún. Sarah no puede estar...
Sin darme cuenta, he abierto  los ojos y las lágrimas corren descontroladamente mientras sollozos desesperados salen de mi boca. Una señora se acerca corriendo y comienza a hablarme, esa es la señora que habló sobre el accidente.
—¡¿Están muertos?!—grité en su cara. Un dolor en la costilla y espalda hicieron que me encogiera y bajará la voz—¿Dónde...está mi hermana?—lloré.
No podía mover mi cabeza, traía un collarín y solo podía mover los ojos para saber qué pasaba.
—Tranquilo, tranquilo—me decía la señora—hablaremos del accidente pero necesito que te calmes.
Me sorbí los mocos y la señora pasó una toalla húmeda por mi cara, me quejé del dolor y caí en la cuenta de que no sabía por cuánto tiempo había estado aquí.
—¿Quieres hablar del accidente?
¿Quería hablar del accidente? Amaba a mis padres pero su muerte no me afectó tanto como saber que Sarah había muerto y me había dejado solo.
—No—dije apenas audible y con voz quebrada.
—Esta bien, hablaremos de eso más adelante—dijo la señora con una sonrisa de compasión—déjame presentarme; soy la Doctora Karla y estaré a cargo de ti.
Traté de asentir con la cabeza pero no podía por culpa del collarín.
—Ahora, háblame de ti; preséntate—me animó con una sonrisa.
—Me llamo...Michael—fue todo lo que pude decir.
—Bien Michael, ¿Qué edad tienes?
—Quince.
—¿Por qué no me platicas acerca de tu vida escolar o de los deportes que practicabas antes de que pasemos a dejarte en tu habitación?
—¿Cuánto tiempo llevo aquí?—me apresuré a preguntar. ¿A dónde iría saliendo de aquí? ¿Con quién me quedaría? Mis ojos amenazaron con volver a llorar pero me contuve.
—Llegaste aquí hace dos días, teníamos la esperanza de que despertarías horas después de la operación pero-
—¿Operación?—exclamé aterrado.
—Si—la doctora Karla bajó la cabeza por un momento para después volverme a mirar—te operaron las costillas, se te quebraron en el accidente pero no fue nada grave, una operación sencilla.
Ya no sabía cómo responder a eso.
—¿Quieres seguir hablando?—me preguntó la doctora Karla mientras tomaba mi mano entre las suyas.
—No.
—Bien, te llevaremos a la habitación.
Cuando me pasaron a una silla de ruedas, no había notado todos los cables a los que estaba conectado mi cuerpo. No tenía idea de cómo era mi aspecto, ni había visto las heridas en mi cuerpo.
Un enfermero me llevo en la silla un buen rato, casi dándome un tour por el horrendo y blanco hospital. La gente me miraba con lastima, los doctores me saludaban con la cabeza mientras que otro personal solo me ignoraba.
—No había más habitaciones disponibles—se lamentó la doctora Karla—pero esta es habitación compartida, hay dos camas, dos baños y lo mejor es que ¡no vas a estar solo! Allí dentro hay otro niño así que podrían volverse amigos.
No me emocionaba la idea de tener un amigo ni hablar con alguien pero no me podía negar, era la única habitación sobrante.
La doctora Karla le abrió la puerta al enfermero que empujaba mi silla de ruedas y lo primero que quise ver era a ese niño del que habían hablado. Me imaginaba un niño de seis años con el brazo roto pero la habitación estaba vacía.
—¿Dónde está el niño?—pregunté mientras el enfermero Richard (lo leí en su gafete) me subía a la camilla y ponía todos los cables en su lugar.
—No lo sé—dijo Karla sentándose en un sillón del lado izquierdo de mi camilla—estoy segura de que su Doctor se está encargando de el.
Richard se despidió de ambos y salió de la habitación dejándonos a la doctora y a mí a solas.
—¿Qué sabes sobre él?—la doctora Karla se quedó mirando el suelo pensativa.
—No mucho. Solo sé que tiene un poco más de diez años y que ha estado en este hospital por mucho tiempo.
—¿Mucho tiempo? ¿Y cuánto tiempo es eso? ¿Sabes qué enfermedad tiene?
La doctora Karla me sonrió y volvió a tomar mi mano.
—¿Por qué no le preguntas tú mismo cuando llegue? Tengo más pacientes así que...nos vemos en unas horas Michael.
La doctora Karla salió de la habitación y me quedé solo. Miré la cama del niño sin nombre y vi que era como una pequeña habitación. Las sabanas de su cama no eran blancas y aburridas, si no que tenían un estampado de las Tortugas Ninja y de lado derecho un buró con dos portarretratos pero no alcanzaba a distinguir las fotos, por último, tenía un peluche de un creeper de Minecraft. Parecía como si el niño viviera aquí.

Líneas (Yaoi/Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora