Capítulo XIV

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Ryeowook despertó de nuevo diciéndose a sí mismo que pronto despertaría realmente, en sus adentros quería creer que realmente estaba viviendo una pesadillas de la cual saldrían cuando fuera golpeado. Se removió un poco, así como no podía recordar su infancia esperaba que el tiempo en el reino de los Kim cayera en el vacío de su memoria. Ojalá todo fuera así de sencillo.

 —Buenos días, su alteza— Apareció Taeyeon por la puerta haciendo una reverencia.

El menor ni siquiera la miró, se quedó echado sobre el futón sin moverse, su cuerpo apenas se limitaba a respirar. Ese día Jong Woon había planeado que le acompañara a dar un recorrido por el pueblo en palanquín. Sí, ni él mismo se lo había creído en el momento que se lo dijo cuando estaba sobre su cuerpo arremetiéndolo.

Se incorporó con resignación, no quería que la ira del mayor fuera peor de lo que ya era, en pocas palabras le había dicho que debía ir, al menos si no quería problemas. Taeyeon acudió a su ayuda y lo guió al baño donde le ayudó a bañarse cepillando su espalda y esparciendo aceites por su cuerpo para que tuviera un aroma exquisito que deleitara a su esposo.

Al salir del baño se retiró unos minutos y regresó con una bandeja en sus manos con el desayuno, el menor comió sin mucho aliento los alimentos, dejando más de la mitad en la bandeja.

— Debe comer un poco más si quiere mantenerse saludable.

— Ese es el punto.

Sintió una nueva arcada y apartó  con brusquedad la bandeja, se puso en pie en pie dejando a Taeyeon desconcertada por su reacción, Le miró con detenimiento, estaba un poco pálido y su cuerpo se movía torpemente como si mantuviera cansado. Dejó caer sus hombros al caer en cuenta de las cosas, era mejor guardar silencio hasta que estuviera segura y no adelantarse a las suposiciones, en las condiciones de Ryeowook aquello era algo realmente bueno.

Con mala gana el castaño visitó un hanbok amarillo pálido que acentuaba perfectamente con su piel, con diligencia Taeyeon le ayudó para que cada detalle fuese perfecto. Quería que todas las personas del pueblo le vieran con envidia y admiración, que aprendieran que la belleza que le había sido otorgada por los dioses no era un obsequio otorgado a cualquiera, sí, Ryeowook debía sentirse orgulloso por ello.

El menor se miró al espejo sin atisbo de emoción, su rostro era una muestra de amargura y resentimiento contra la vida que se encerraba en su corazón. La mujer le miró un poco cohibida, lamentando que el resultado no lograra animarle lo suficiente, si ella pudiera hacer algo por él lo haría sin dudar.

—Es hora de la función— Dijo el menor observando en el espejo la falta de brillo en sus ojos. 


Jong Woon se miró en el espejo una vez más, admiró cada detalle de su traje preguntándose si sería suficiente para la ocasión, Jiyeon y Tiffany permanecían atrás suyo a la expectativa, regalándole miradas furtivas que serían suficientes para enviarlas a la horca, podía ver el deseo de aquello que no tenían, la envidia hacia aquel que ocupaba el lugar que les habían prometido.

— Fuera de aquí.

Le irritaba sentirlas cerca, su sola presencia le resultaba insoportable. Al quedar solo admiró su imagen una vez más en el espejo, lo mejor sería pedirle a Ryeowook que le ayudara a vestirse de ahora en adelante, que le mimara, que le quisiera tanto como él hacía...

¿Realmente lo quería? No sabía amar, lo había olvidado con los años cuando se había empeñado en matar a todo el que se interpusiera en el camino. Ahora Ryeowook ponía su mundo de cabeza, haciéndole temblar. Aquel niño que estaba matando lentamente con su comportamiento, aquel que no podía dejar de pensar y con el que soñaba cada segundo de su vida, se estaba convirtiendo en su talón de Aquiles. Eso no era bueno.

i. El origen del amorWhere stories live. Discover now