El origen del Amhir
Hace muchos ciclos, cuando los hombres vivían en paz, las naciones no peleaban tierras ni riquezas y las cosechas crecían en abundancia, existió un rey sabio, aquél que gobernaba a todos los hombres. Ése rey vivía en armonía, gustoso de lujos, pero conservaba su humildad gracias a su historia, era un hombre dadivoso y gustaba de eso, disfrutaba cada día de su vida y lo aprovechaba al máximo, trataba a diario de obtener nuevos conocimientos para mejorar como rey y poder servir a su pueblo.
El rey amaba a su pueblo, y su pueblo le correspondía por igual. El único inconveniente que aquél rey veía sobre sus hombres era que dividían su cultura y sus pueblos en lenguas distintas, y ningún hombre tenía permitido aprender la lengua del otro, puesto que maraca su identidad como ser perteneciente a aquella nación. Decía qué tan poderoso era ése dependiendo de la legua que hablase. Había pueblos más ricos que otros, había pueblos más trabajadores que otros, había pueblos mejor organizados que otros, y la lengua era su sello personal.
El rey, desesperado por encontrar la manera de unir a sus hombres en un solo pueblo recurrió al dios supremo, a aquél dios que debido a su poder omnipotente sólo aquellos que eran dignos podían contactarlo, era el dios Macn, dios del espacio y del tiempo, lo sabía todo y por ende lo controlaba todo.
El rey llamó cada noche, 5 tiempos pasado el ocaso al dios Macn, cumpliendo todos y cada uno de los requisitos que mencionaban las escrituras, pasadas varias temporadas, el rey cayó en depresión pensando que no era digno del gran dios Macn, y que jamás encontraría una respuesta para unir a su pueblo en una solemne unidad y pudieran vivir en una paz utópica.
La última noche en la que decidió cumplir con el rito el rey decidió no orar más, sólo exigir lo que consideró el merecía después de tantos sacrificios. Ésa misma noche se apareció ante sus ojos la imagen del dios Macn, su mirada arrogante penetró la mirada de aquél rey, pero el rey no desistió, porque sabía lo que deseaba, y sabía que él y su pueblo lo merecían.
-¿Qué deseas, Amhir? Rey de los hombres. – Dijo el dios Macn al rey con una voz fragorosa y grave.
-La felicidad de mi pueblo. – Respondió el rey con auntoridad.
-¿Acaso crees que yo la puedo proporcionar? – Cuestionó el dios Macn al rey.
-Sí, porque eres el dios todopoderoso, todo lo sabes y todo lo puedes lograr. – Respondió el rey muy seguro de sí.
-Eso es cierto. – Afirmó el dios Macn e hizo una breve pausa. – Y como soy ése dios todo poderoso, que todo lo sabe y todo lo puedo lograr, debo decirte, Amhir, rey de los hombres, que hay cosas que el hombre, sin la voluntad de hacerlo, jamás podrá lograrlo.
-Yo soy un hombre, y tengo la voluntad de lograrlo. – Respondió el rey alzando la voz.
-¿Qué deseas lograr, Amhir? Rey de los hombres.- Cuestionó el dios Macn al rey.
-La felicidad de mi pueblo. – Respondió convencido el rey.
-¿Crees que tu pueblo es infeliz?
El rey dudó de su respuesta, escogía las palabras con cuidado de no decir algo indebido, sabía que el dios Macn, dios todopoderoso lo sabía todo, sabía la respuesta a ésa pregunta, sabía lo que el rey pensaba, sabía lo que el rey deseaba, y cuando el rey cayó en cuenta de su error, comprendió qué era lo mejor.
-No. Pero creo que mis hombres podrían vivir mejor. – Contestó seguro de lo que iba a pasar.
-Bien Amhir, rey de los hombres. Sabes lo que haces, conoces tu poder como ser, sabes que sólo quieres dejar un legado como rey, no te es suficiente lo que eres. Por eso, cumplirás tu propósito, pero, a cambio de cumplir tu caprichoso deseo cumplirás un sacrificio. – Mandó con la autoridad que merecía el dios Macn.
-Lo sé y lo acepto mi deidad. – El rey hizo una reverencia, y levanto la mirada en la espera de las instrucciones del dios Macn.
-Amhir, rey de los hombres. De hoy en adelante deberás aprender todas las lenguas de todos y cada uno de tus pueblos, debes dominarlas a la perfección, y debes cumplir ésta tarea antes de la fecha de tu veinteavo ciclo con vida. Cuando esto pase me manifestaré ante ti. Hasta entonces Amhir, rey de los hombres.
El rey comenzó esa misma noche, sabía que tenía menos de seis ciclos para completar la tarea encomendada por el dios Macn. Mandó llamar a un hombre de cada pueblo y les pidió que les enseñara a hablar sus lenguas.
Durante ese tiempo, el rey dedico cada día de su vida a aprender a hablar todas las lenguas de sus pueblos. Antes de cumplir los seis ciclos, el rey ya dominaba todas las lenguas existentes. Una noche, una vez pasados los cinco tiempos después del ocaso se manifestó frente a él el dios Macn. El rey satisfecho con su logro hace una efusiva reverencia y la mantiene hasta que el dios Macn le ordena levantarse.
-Veo que has cumplido tu tarea Amhir, rey de los hombres.
-Así es, mi divinidad. – El rey se dirigía con respeto al dios Macn.
-Ahora te diré tú segunda tarea. Debes crear una lengua única que involucre a todas las lenguas que conoces, debe ser entendible y fácil de aprender para tu pueblo. Debe tener un vocabulario amplio para los hombres que se creen sabios y debe llamar la atención de tus hombres, de ésta manera, lo aprenderán. Tiene un ciclo para completar ésta tarea. Cuando la completes, me manifestaré. Hasta entonces Amhir, rey de los hombres.
El rey comenzó esa misma noche, pasaba todas las noches trabajando en su tarea, y todas las tardes atendía las necesidades de su pueblo. El rey hizo un gran avance y a mitad del ciclo terminó, pero no se sentía satisfecho con el trabajo, así que decidió enseñarle la lengua a cinco de sus hombres. Los hombres aprendieron la lengua de manera rápida y después de dos temporadas la dominaban a la perfección, tanto que fue la única lengua que comenzaron a usar, y sus familiares y amigos comenzaron a aprenderla. Eran hombres de diferentes pueblos, así que ya eran cinco pueblos los que hablaban la misma lengua.
Un ciclo después, cinco tiempos pasado el ocaso, una noche lluviosa, el dios Macn, apareció ante el rey. El rey, complacido del avance se dirigió al dios Macn con seguridad.
-Amhir, rey de los hombres, he visto lo que has hecho, sé tus intenciones, has hecho lo que te he pedido, te sientes satisfecho de tu trabajo, sin embargo, ¿has visto lo que has logrado?
-Sí mi deidad, cinco de mis pueblos hablan la misma lengua, están más cerca de lo que ellos creen.
-No Amhir, rey de los hombres, tus hombres lo saben, se creían seres únicos, pero ahora se sienten comunes, iguales a los demás, se creían seres superiores, y eso es algo que no pudiste ver, muchas veces, los hombres buscan un sentido de singularidad, por muy pequeño que sea éste, otros buscan un sentido de superioridad. Todo depende de la perspectiva del hombre en que se plantee. Tus hombres se sentían felices, usando la palabra con la que te referiste, ahora, si ves más a fondo, son hombres que están buscando un sentido de propiedad, y esto ha creado conflicto entre cinco de tus naciones. ¿Conoces el alcance de tus acciones?
-Sí mi deidad, ahora lo veo. ¿Cómo puedo solucionarlo? – Suplicó el rey.
-No puedes mi pequeño hombre sabio, has permitido que ésta situación llegue muy lejos.
-Ayúdame mi deidad. – Imploró el rey.
-Conoces el precio de mi ayuda.
-Sí mi deidad, y estoy dispuesto a pagarlo. – Contestó con seguridad.
El dios Macn tomó al rey por la cabeza y se convirtió en polvo, se movió por el viento y llegó a todos los pueblos, a todos los hombres, los hombres obtuvieron la sabiduría infinita del rey, conocieron su historia, su propósito, los hombres conocieron la lengua única y decidieron compartirla en nombre del rey. Así nació el Amhir, lengua de los hombres y lengua de los sabios.