Expresión de locura

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- Pero, ¡¿Qué demonios?!- Exclamó YiXing al abrir la puerta y encontrarse con el rostro demacrado de un joven. Su estado era tal que por un momento creyó que se avecinaba una apocalipsis zombie. - ¿Tu?... Por Dios, ¿Qué te sucedió?- La persona frente a él hizo una mueca de disgusto al oírlo.

- Uhm, ¿Hola?- Habló el otro con una sonrisa apenada pero con un deje de diversión. -Lo siento- Agregó desviando la mirada al suelo.

- ¿Por qué te disculpas?- Cuestionó YiXing con notoria confusión.

- Por aparecer en estas condiciones, sé que luzco aterrador, por eso... Lo siento. - Respondió inclinándose ante el dueño de la casa -Pero necesitaba verte ¿Sabes?- Agregó comenzando a moverse de manera nerviosa, su vista viajando de un lado al otro sin enfocarse en algún sitio.

- ¿Verme? ¿A... mi? Debes estar equivocado, querrás decir a...- YiXing fue interrumpido por el contrario.

- NO- Alegó con tono autoritario para luego sonreír levemente como si no le hubiera levantado la voz -A ti... Es a ti a quien necesito hoy.- y agrandando aún más la sonrisa, posó sus ojos en los de YiXing, que sintió como lo penetraba esa mirada intimidante pero tierna a la vez.

Mentiría si dijera que no estaba asustado pero también se sentía curioso, muy curioso por saber para qué lo precisaba el paciente de su padre.

El joven frecuentaba su casa hace más de cuatro meses. Siempre era la misma rutina.

El timbre sonaba cinco minutos antes de la hora pautada, 17:25, y era él quien aparecía; un muchacho de aproximadamente 20 años, delgado y bastante alto, unos centímetros más que él, con ojeras pronunciadas bajo sus castaños y almendrados ojos. A pesar de su esbelta figura, no parecía padecer desnutrición ni mala alimentación, su condición era aparentemente saludable. Sin embargo sólo con observarlo, Yixing se daba cuenta que era un muchacho débil y desganado, tímido e introvertido. Era imposible mantener contacto visual con él por siquiera diez segundos, eso sin contar que su padre no permitía que se relacione con alguno de sus pacientes.

El muchacho parecía estar dentro de una burbuja impenetrable la mayor parte del tiempo e ignoraba todo a su alrededor. Es decir, con algunos pacientes se sonreía, saludaba o simplemente cruzaba miradas; pero cuando intentaba esto último con ese siniestro chico, este bajaba o corría la mirada al instante. Era imposible. Y eso lo hacía más interesante, a pesar de tener una sutil idea de su estado psíquico y su condición - lo poco que su padre le dejaba saber-. Se notaba que era un misterio con patas y al hijo del loquero le gustaban demasiado los misterios para su propio bien.

Lo poco que sabía era que venía de una familia adinerada que quedó en bancarrota por la estafa de algún malnacido, lo cual afectó bastante la psiquis de sus padres quienes lo abandonaron, dejándolo con sus abuelos que eran demasiado ancianos como para prestarle la atención que merecía. Comenzó a cuidarse solo de muy joven, pero se las arregló de alguna manera para triunfar y lograr lo que, su psicólogo padre cree, él estaba buscando. Estudia para ser médico forense y trabaja medio tiempo en una funeraria donde al mismo tiempo hace sus prácticas estudiantiles. Sin embargo había comenzado a sentirse deprimido y esa fue la razón por la que empezó a frecuentar el despacho de su padre. Bastante información proporcionada por un profesional que debería resguardar la privacidad de sus pacientes, ¿no? Pero aún así, el otro seguía siendo un misterio para YiXing.

Había algo que no terminaba de encajar en esa vida tan cruelmente satisfactoria que estaba plasmada en los documentos personales en la oficina de Heechul.

No obstante ese día era diferente. Heechul no se encontraba en la casa pero cuando el reloj marcó las 17:25, el timbre sonó.

-Está bien, pasa- Accedió. -Mi padre no está y se supone que yo no debería hablarte pero...- el mayor encogió levemente los hombros para restarle importancia y se colocó detrás de la puerta abierta, indicándole que entrara con un ademán.

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