Capítulo I

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Otra vez ese horrible sueño.

Hace días, meses, o quizás años que la cabeza le da vueltas alrededor de ese sueño, o más bien, esa pesadilla. No podría contar las veces que ha amanecido con la frente bañada en sudor, el rostro descompuesto y la garganta seca; cada vez sintiendo como si nunca antes hubiera ocurrido: el dolor y el miedo son nuevos cada vez... aunque realmente no cambiaran.

Para él era distinto, pero lo que ocurría era siempre igual: se despertaba a las tres de la mañana, gritando en un idioma que nadie conocía, decía un nombre que ni él mismo podía recordar una vez que las crisis pasaban.

Había acudido a un psicólogo, a un médico y a un psiquiatra en la misma semana: ninguno se daba explicación. La gente comenzaba a creer que estaba loco, todos menos su madre; ella había tomado una actitud extraña desde que esos sueños infernales habían comenzado. Siempre había sido alegre, tenía un alma feliz; pero en los últimos días una sombra había oscurecido sus ojos.

Estaban de mudándose de ciudad, los parques y las calles de Holmes Chapel quedaban atrás, junto con amigos, vecinos y uno que otro amor pasajero.

Harry miraba por la ventanilla del carro de mudanzas y lograba reconstruir historias "creo que junto a ese tronco di mi primer beso". No sabía si lograría recordar cada árbol y cada persona que veía alejarse junto a su antigua casa, en la que había vivido 17 años... ¿o dieciocho?... Últimamente le fallaba la memoria.

La mudanza era totalmente contra su voluntad; su madre había decidido deliberadamente que no quería volver a ver ese barrio. Pensaba, y pensaba; de cierta manera estaba de acuerdo con ella, de cierta manera él también odiaba ese barrio, esa casa, ese patio; pero había algo ahí, lo que lo detenía a irse totalmente.

Llegaron.

Anne, su madre, le había hablado sobre el bonito lugar que había adquirido; era unas de esas casas de fraccionamiento, en donde todas las fachadas son exactamente iguales. Su nueva residencia estaba pintada (como todas las demás) de color verde, el estilo era suizo -por la nieve- y estaba marcada con el número 12; era como esas casas bonitas que dibujas de niño cuando en la escuela te piden que ilustres una parte de tu vida. Estaba lindamente rodeada de árboles frondosos a los que los peques solían trepar; Harry veía atentamente, le recordaban a... a...

A algo, no podía recordar a que.

Instintivamente clavó la mirada en uno de aquellos árboles, el más grande, el que parecía ser el más viejo por el aspecto de su tallo. Sintió un escalofrío subir desde sus piernas y recorrer todo su cuerpo, haciendo estremecer cada fibra de su ser, soltó un grito ahogado y cayó sin poder contener el vértigo que se apoderaba de él... por inercia se tocaba la cabeza con los dedos de ambas manos y gruñía desesperado... había visto algo parecido a...

Maldita sea, su memoria volvía a fallar.

Un... columpio...

¿Columpio?

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