c u a t r o

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 Maldita sea, mi alma al Diablo. Creo si Sea lo ve, no me lo cree. Suspire levemente y entre a la cocina. Tenía algo de hambre. Lo busque con la mirada, y lo encontré jugando con los adornos de mi mesita de té.

— ¡Oye! No hagas eso — Le dije. Levanto la vista y me miro.

— Siempre me pregunte, ¿Por qué las mujeres son tan detallistas? — Dijo y dejo mi pequeño Buda en su lugar.

— No lo sé, solo lo somos — Dije y volví a lo que estaba haciendo.

Tome el cuchillo y comencé a cortar las frutas. Podía sentir su fija mirada en mí. Sin dejar de cortar levante la vista y sí, me estaba mirando. Sonrió levemente y comenzó a acercarse hacía la cocina.

— ¿Cuántos años tienes? — Le pregunte.

— Oh preciosa, eso no se le pregunta a un hombre — Me dijo divertido. Reí con ganas.

— Creo que es a las mujeres — Dije divertida.

Se acerco un poco más a donde estaba yo. Tomo una manzana del canasto y la froto contra su camisa. La acerco a su boca y le dio un rico mordisco. Se relamió los labios para juntar el jugo que se estaba cayendo por ellos.

— Se enojo mucho cuando hice eso — Me dijo después de tragar el pedazo de manzana.

— ¿Quién? — Le pregunte.

— Dios — Me dijo. Estaba por tirar la manzana, pero se la quite y la corte para mi ensalada de frutas.

— ¿Se enojó? — Dije sin entender.

— No sabes cuánto — Dijo algo divertido — Ese día se enojo tanto que se le formaron arrugas en la frente. Pero yo le dije: 'Barba, tú tuviste la culpa, ¿Para qué haces frutas que no quieres que coman?' Con eso se enojo mucho más.

— ¿Es verdad que tú eras un ángel antes? — Le pregunte. Me miro bien.

— No, no es verdad — Me dijo y sonrió — Siempre fui el Diablo. Cuando hice que Adán y Eva comieran la manzana, fue para estar a iguales con Dios

— ¿A iguales? — Dije al no entender.

— Si, Dios tenía todo. Hombres buenos, animales lindos y peludos, agua pura, aire limpio y no había nada más. Yo tenía que tener algo ¿No te parece? — Me dijo. Lo mire divertida — Vivir ahí abajo solo, no era divertido. Y eso que a veces subía a su casa a jugar boliche con él

— ¿Con Dios? — Le pregunte.

— Si preciosa, ¿Con quién sino? — Me pregunto — Cuando ellos dos comieron la frutar, nació una persona muy importante para mí — Lo mire bien.

— ¿Quién? — Le pregunte con cierto grado de molestia.

— Rachel — Me dijo. Deje cortar fruta y lo mire. Era una mujer.

— Una mujer — Dije y volví a cortar.

— Si, pero no cualquier mujer — Dijo. Sentí un cierto sentimiento de furia — Ella es la muerte — Lo mire sorprendida.

— ¿La... la Muerte? — regunte.

— Si, es mi hermana. Y con ella vinieron mis otros hermanos los Demonios.

— Mira, esto ya me está resultando un poco tonto ¿Piensas que voy a creerte todo eso? — Le pregunte. Rió.

— No me creas si no quieres preciosa — Me dijo y salió de la cocina.

Vi como se alejaba. ¿Se cree que soy tarada? ¿Qué es eso de que la muerte se llama Rachel y que él jugaba al boliche con Dios? Por dios, necesito sacar a este hombre de mi casa, ya mismo. Salí de la cocina y entre a la sala. Él estaba sentado en uno de los sillones.

No juegues con el Diablo | Alonso Villalpando ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora