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Lo mire de reojo mientras caminábamos por la feria. Él miraba extrañado y curioso. Parece un niño. Es tan tierno. Y al mismo tiempo tiene algo tan siniestro y excitante. Frunzo el ceño cuando vio a un gran grupo de niños jugando y corriendo. Lo mire divertida.

— ¿Pasa algo? — Le pregunte. Se giro a verme.

— Si, nunca he estado con tanta gente en un mismo lugar — Me dijo.

— Eres muy antisocial para ser el Diablo — Le dije divertida.

— ¿A si? — Me preguntó mirándome.

— Si — Le dije sin dejar de reír. Él también lo hizo. Es tan devastador cuando sonríe.

— ¿Y qué haremos? — Preguntó. Me gire a verlo.

— Jugaremos un poco — Dije y tome su mano para arrastrarlo hasta uno de los juegos.

— Buen día, ¿Desean jugar? — Nos preguntó el hombre del lugar.

— Si. Dos fichas, por favor — Le dije. Me paso 6 pelotas.

Tenía que tirar la mayor cantidad posible de botellas, para ganar un oso. Mire a Alonso, estaba bastante serio. Un poco más de lo normal. Parecía que algo le molestaba o dolía, no sé bien con exactitud. En un acto fallido me encontré colocando mi mano en su nuca. La arrastre hasta sus cabellos y acaricie su cuero cabelludo.

— ¿Qué sucede? — Le pregunte. Corrió su mirada a la mía.

— Me gusta que acaricies mi pelo — Me dijo. Deje de hacerlo y trague saliva.

—  Déjame enseñarte como se hace esto Alonso — Le dije. Rió por lo bajo.

Tire la primera pelota y falle. Rió. Lance la segunda y volví a fallar. Volvió a reír. Tome la última que me quedaba. La tire. ¡mierda, falle! Alonso reía divertido, y pude notar como el hombre de la tienda también estaba tentado a reírse.

— Oh preciosa, no pensé en reírme tanto — Dijo mientras refregaba sus ojos.

— Veamos si tú puedes hacerlo — Le dije y me acerque a su oído — Señor Diablo.

Le di las otras tres pelotas. Se acerco más al estante. Lanzo la primera pelota. Varias botellas cayeron. Lo mire sorprendida. Lanzo la segunda y más botellas cayeron. Solo quedaba una botella. Se giro a verme.

— Así es como se hace, preciosa — Me dijo y lanzo la pelota sin dejar de mirarme. La última botella cayó. Gire sorprendida ante el sonido de eso.

— Felicitaciones, ha ganado el premio mayor — Le dijo el hombre. Le alcanzo un oso enorme y peludo. Era extremadamente lindo.

— Toma preciosa, para ti — Me dijo y me lo dio. Tome el oso y lo mire a él.

— Es muy lindo — Dije bobamente. La última vez que me habían regalado un oso tenía 14 años. Y era del tamaño de mi mano

— Como tú — Dijo. Mordí levemente mi labio inferior.

— ¿Quieres comer algodón de azúcar? — Le pregunte.

— No es de mi agrado — Dijo. Lo mire divertida.

— Bueno, lo tendrá que ser — Dije desafiante.

Seguimos caminando hasta encontrar un puesto de manzanas acarameladas, palomitas de maíz, caramelos, chupetines y algodones de azúcar. Compre el más grande y mullido de todos. Me acerque hasta él.

— Vamos, come un poco — Le dije. Me miro bien.

— De verdad preciosa, no es de mi agrado — Dijo sin dejar de mirar el colorido dulce que tenía en mis manos.

No juegues con el Diablo | Alonso Villalpando ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora