Capítulo 31

85.5K 9.7K 3K
                                        

Bella

Le tomé la palabra a Aleksi y regresé al casino esa misma noche custodiada por Viktor. Me dirigí directamente al camerino en busca de Ángel, aunque estaba vacío y en silencio. Solo un leve aroma de su perfume. Las flores que Cassie me había regalado seguían allí, algunas marchitas en el jarrón. Fruncí el ceño mientras verificaba el cuarto del baño y el armario. Nada. Todas sus ropas habían desaparecido.

El mal presentimiento se instaló en mi pecho y llamé a Viktor que entró con la pistola apuntada en mi rostro. Me estremecí.

—Baja el arma, Viktor. Solo quiero hacerte una pregunta —dije y me crucé de brazos—. ¿Sabes dónde pudo haber ido? ¿Acaso ella renunció?

Viktor desvió la mirada hacia el armario vacío de Ángel.

—Fue despedida.

La conmoción me hizo retroceder y mi cadera golpeó el tocador. No. De ninguna manera fue despedida por mí. Cuando le pedí a Aleksi que me dejara cantar eso no significaba dejar a una pobre mujer sin trabajo. No quería su puesto. No así.

—¿Por qué? ¡Ella es la estrella del lugar!

—Los negocios funcionan así, Bella. No puede haber dos estrellas en el casino. Aleksi la despidió para que solo tú destaques.

Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas y la culpa me hizo sentir como una terrible persona y egoísta. Me imaginé lo peor. Ángel en la calle sin trabajo con muchas cuentas que pagar.

—Eso no es posible —musité con un nudo en la garganta—. ¿Dónde está Aleksi? Quiero hablar con él y decirle que fue un error.

—Aleksi está ocupado justo ahora.

—No me importa. Llámalo y dile que quiero hablar con él.

Se rascó la nuca.

—Puedes encontrarlo en su oficina.

—Llévame ahí entonces.

Volvió a dudar, salí precipitada del camerino y marché directamente al casino abarrotado. Ignoré algunas miradas mal intenciones de los apostadores y traté de buscar por mi cuenta la oficina de Aleksi. Estaba a punto de subir al segundo nivel cuando lo vi en la mesa de póker con una hermosa mujer de cabello corto y vestido ceñido. Los celos eran tan agudos en el pecho que sentí como si un dardo envenenado me atravesara el corazón. Sostuve con fuerza la barandilla de las escaleras mientras Aleksi agachaba la cabeza para escuchar algo que ella le susurró en el oído y luego su rostro se iluminó en una impresionante sonrisa.

Nunca lo había visto sonreírme así.

Anoche habíamos compartido muchos momentos íntimos. Decidió celebrar su cumpleaños conmigo y después nos escondimos en el refugio de las sábanas, ignorando el resto del mundo. Me hizo desear quedarme con él para siempre. Pero ahora el recuerdo de que era un hombre comprometido volvió con fuerza. Respiré profundamente y alejé las lágrimas de decepción. Viktor me atrapó los brazos en un intento de estabilizarme y me zafé de su agarre.

—Necesito un momento—dije—. Estaré bien.

Sabía cómo jugar su propio juego. El maestro me había enseñado muy bien. Cuando me tranquilicé, le pedí al Dj que pusiera la versión acústica de Cherry de Lana Del Rey y luego subí al escenario. Mi atuendo era diferente esa noche. Un mono enterizo blanco que acentuaba mis curvas y mis pechos. Mi cabello castaño estaba recogido en una coleta alta. Escuché varios silbidos mientras la canción empezó a sonar y agarré el micrófono con la cabeza inclinada.

La iluminación me permitía ver a la multitud sentada frente a mí, pero mis ojos permanecieron en los suyos mientras entonaba la canción en un tono sensual. Sentí el calor de su mirada quemando mi piel y disfruté ver cómo perdía la compostura. Él ignoró completamente a su prometida. Su atención estaba enfocada en mí y apretó los puños. Mantuve el ritmo, mi cuerpo se movió con lentitud y arqueé un poco el pecho. Su lengua rodó sobre sus labios y yo no pude apartar la vista.

Cautivos [En Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora