Capítulo 3

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En general nada en la casa había cambiado tanto como para que mi esposa se diera cuenta de que no era así, yo me trataba de contener lo más que podía al ver Aayla y es que con solo darle los buenos días y mirarla a la cara, recordaba, de aquella noche, el momento justo en que ella despegaba la lefa de la pared, para llevársela a la boca, era cuestión de recordar y en menos que lo que cantaba un gallo ya la tenía hasta arriba otra vez. Frecuentemente me tenía que estar agachando o salir de escena para hacer que Inés, mi mujer, ni si quiera lo advirtiera, Aayla, en cambio, se daba cuenta de todo y se reía de mi cada vez que tenía que salir corriendo a ocultarme en el pasillo o cambiar de posición las piernas para disimular un poco. Inés, solo nos observa desde lejos, muchísimo más lejos de lo que ella misma creía, y con una sonrisa en la boca nos preguntaba el nombre del chiste para reírse ella también.
No, en general nada en la casa había cambiado, eran, tan solo, los pequeños detalles que Aayla y yo podíamos ver.

Habían paso ya más de 7 días desde la última vez en que había llamado a Aayla por el mote de hija, sinceramente cada vez que por costumbre se me salía decirle así, prefería morderme la lengua antes de hacerlo. Sucedió entonces que una noche, al llegar de trabajar, igual como la noche anterior. Me la encontré acostada a todo lo largo sobre el mismo sillón, traía un suéter ancho, tejido y unos calzoncitos a rayas, blanco con rosa, que apenas y le cubrían bien las nalgas, pensé en pasar de largo sin voltear a ver la más, pero la escena era la misma que cuando años atrás, me la encontraba rendida sobre el sillón, dormidita por esperarme a verme llegar, al escuchar el sonido de la puerta cerrar, se paraba de inmediato, tallándose los ojos y, todavía adormilada, corría hacia a mí lo más rápido que podía, aventándoseme a los pies para que yo la cargara, le diera un beso y después de muchos mimos en el cuello llevarla a la cama para arroparla y decirle "dulces sueños".
Me senté a un costado de ella, sin tan siquiera pensarlo bien, y empecé, en forma de caricias, a crearle surcos sobre su cabello, su pelo era tan liso y sedoso que fácilmente se partía al contacto de mis dedos, el movimiento de su cabellos entre mis manos hizo emanar de ellos un adorable aroma a lavanda que inmediatamente empezó a impregnar el espacio, reconocía el olor, era el mismo que respiraba aquella noche después de haber hecho lo que hicimos,me embriaga la emoción de solo pensarlo pero tampoco podía dejar de lado el sentimiento de ternura que me había producido hacia menos de dos minutos. Quite la mano de ella sin dudarlo y quise retirarme lentamente del sofá, sin crear ruido alguno y con mucho cuidado para no hacerla despertar, pero fue muy tarde, al estar por despegarme completo del asiento, me sujeto de la mano.
-Hacía mucho que no me acariciabas así la cabeza.
-Aayla, suéltame por favor.
-¿Por qué Papá, a que le tienes miedo? (en forma recriminatoria)
-A ti.
-No Papá, te tienes miedo a ti mismo, le tienes miedo a quererme como me quieres, a verme como me ves, a sentirme (deslizando su dedos sobre en medio de mi espalda) como la última vez.
Ese pequeño desliz sobre mi espalda hizo sacudirme las ideas, me hizo temblar el cerebro y todo el cuerpo.
-Me dices que ya no sigas, pero mira como te pones. (pasando el mismo dedo solo que esta vez por encima del pantalón) apuesto que lo quieres incluso más que yo
-¿Por qué yo Aayla?, es decir, habiendo tantos hombres, el mismo David por ejemplo
-Por eso mismo porque con ninguno de ellos sería lo mismo, ya te lo dije, yo te amo.
De un impulso irresponsable, a vente el portafolios hacia un lugar que no supe cual y me abalance sobre mi hija, besando sus labios imprudentemente. Ella, desde su posición y sobreponiéndose a mi ritmo me correspondió de la misma forma, tratándose de acomodar mejor a mí. Era tanto el acaloramiento entre nosotros que en un pequeño parpadeo su cara pasaba de un tono a otro, sus mejillas se realzaron, sus ojos se engrandecieron y su corazón, su cuerpo, latían y se inquietaban, estremeciendo al mío por igual.
-¿Estás segura?
-Por favor no dudes mas, yo no lo hago.
Volví a sus labios, simplemente ya no tenía porque seguir retardándolo más, de un memento a otro mis manos se empezaban a mover por si solas, ya no eran mías y sin embargo invadían gusto propio por debajo sus muslos, de sus piernas sintiendo la textura algodonosa de su prenda interior, la tome de entre las piernas con la mano y mientras los otros cuatro dedos se daban vuelo con su trasero, hincaba el pulgar sobre la tela de sus bragas haciendo que se le notar los labios de la vagina sobre esta, después de un rato, ella no pudo aguantar más, se desprendió de mi boca y comenzó a jadear incontrolablemente haciendo su estomago inflarse y desinflase cual bolsa de papel con un asmático, me encantaba la estampa que tenia, los ojos los había cerrado apretándolos fuertemente, la cara total mente roja, sus labios rosados hinchaditos y el cuello denotando algunos huecos sobre los hombros y la base de este producto del esfuerzo de contenerse para no estallar en gritos.
-¿estamos solo? Es decir ¿Inés ...
-Esta ahaaa, está en su cuarto.
-¿Qué? (apartándome de encima)
– Descuida está durmiendo.
-Y eso que, está en la casa y eso es lo que importa.
-No, lo que importa es que por fin fuiste sincero con tus deseos, lo demás me da igual.
-Aayla es tu madre, mi esposa y tu mi hija lo que estamos...
-Shhh, pará con eso, que los dos sabemos muy bien como termino la última vez.
Acababa de decir eso cuando oímos la puerta del cuarto abrir, como pude me tire al suelo bajándome del sillón y lo único que se me ocurrió hacer, en esa posición, fue simular arréglame el pantalón de los tobillos.
-¡A! ya estás aquí (sonando la voz de Inés a mi espalda)
-Este, si acabo de llegar apenas.
– y tu niña que haces ahí en el sillón y con esas fachas
De inmediato voltee hacia donde Aayla temiéndome lo peor, nada simplemente se había dado la vuelta sobre el sillón quedando de cara al respaldo haciéndose la dormida.
-¿Qué? (fingiendo apenas haberse despertado)
-Que por que estas en esas fachas en sala, no ves que ya llego tu papá, además por qué aun no te has parado a darle de comer.
Aayla y yo nos volteemos a ver y con una sonrisa cínica pero más que cínica perversa, y dijo:
-Claro mami, en eso estaba.
-"En eso estaba" mejor vete a dormir a tu cuarto que aquí no es lugar para hacerlo, y usted señor (volteándome a ver a mi) a lavarse las manos que ya va cenar.
Se escuchaba un poco molesta, pero no sabía en realidad porque, al volver del pasillo Aayla ya se había ido y solo Inés se encontraba parada enfrente de la estufa calentando la comida, me acerque por detrás de ella dándole un pequeño beso en la mejilla.
-¿Solo un beso en la mejilla?
-¿Estuvo mal?
-Bueno no, tanto como mal no, pero no era el inicio que esperaba. (acercándose hacia mi)
-¿El inicio, de qué?
Ahí mismo en la cocina, volteándose hacia mí, me zafo el cinturón, el botón y por último el cierre del pantalón, desnudándome por la cintura y sosteniendo sobre su mano el pedazo de carne que me colgaba de las piernas
-¿Qué haces Inés?
-Nada, solo que como hace rato te la vi paradita, pensé que era mi deber como tu mujer aliviártela un poco.
-¿Cómo que hace rato, de que hablas?
-Si, si, hace rato cuando supuestamente acababas de llegar y la niña estaba en sillón dormida.
Me quede frio, incluso Inés lo noto en la repentina reducción de tamaño de lo que tenía entre las manos.
-Inés, discúlpame de verdad yo no...
-Hombres, si lo sabré yo, (empezando a sacudir la muñeca para dejármela nuevamente en forma) ya sé que no te gusta que hablemos de estas cosas, pero solo digamos que sé de buena fuente cómo se comportan ustedes, machos, cuando están calientes y en especial tu mi amor, a si que no te disculpes te comprendo, llegaste, abriste la puerta y viste a la niña con el trasero a medio vestir y al aire, antes de darte cuenta ya la tenias parada, lo comprendo créeme, además por si fuera poco el cuerpo de Aayla no es el mismo que el de hace tres años, yo misma lo he notado, no estoy siega, lo único que te pido, cuando te pase eso, es que recuerdes, que es tu hija y que ella te adora y te respeta como tal.
Yo desde hace rato que la había dejado de escuchar lo único que podía sentir eran manos frotando sobre mi verga y es que en cuestiones de pajas ella era la mejor, sabía que me volvía loco que lo hiciera, incluso había ocasiones en que podía jurar que se aprovechaba de eso para conseguir de mi lo que se le antojaba.
-Me escuchaste
-Si, si (entrecortando la palabras)
-Bueno por ser tan bien portado, mamá va dejar que papá le ponga un poco de su pánquecito en la boca.
Y entonces hizo lo que nunca, se inclino y sosteniéndola a lo largo de la palma de su mano, se la metió completa a la boca de una sola arcada. No podía explicarlo, en mi cerebro fue como si dos cables que siempre estuvieron sueltos se encontraran por primera vez y esa misma energía generada me estuviera estallando alrededor del cuerpo y de pies a cabeza. Mientras ella la contenía en su boca, podía sentir como la punta rosaba el hondo de su lengua, su paladar y aun no conforme con eso ella seguía esforzándose por que le entrara más adentro, cada vez que su boca iba por más, las piernas se me hacían dos tiras de papel que contrabajos me sostenían.
-Aaa... ¿te gusto?, recuerda mi amor que aun tengo muchas habilidades que tú no has visto (levantándose y volteándose hacia la estufa)
-Inés que haces, sigue, sigue por favor.
-Si pero la comida, se va a quemar (quitando el sartén de la flama)
– ¿ y a quién diablos le importa comer ahorita? (tomándola por el cuello y bajándola directo al lugar de donde había despegado hacia apenas unos momentos)
– Oye, basta, no seas tan brusco.
-Chúpala Inés, por favor chúpala (metiéndosela casi por la fuerza en la boca)
Y es que si en algo tenía razón mi mujer era en lo irracional que me ponía cada vez que teníamos sexo, apenas el primer indicio de eso y yo me convertía en un bruto, en un animal, un verdadero troglodita obsesionado por poseerla, mis demás parejas, antes de casarme, siempre se quejaban de eso pero con Inés fue diferente, ella nunca se molesto al contrario los dos siempre compartíamos un libido mas allá de lo normal, unas ganas por tenernos que hasta en estos tiempos hubiera parecido insano, sin embargo habían cosas que no me atrevía a experimentar con ella, una de ellas, por ejemplo las mamadas, siempre tuve la curiosidad de saber que se sentiría que mi esposa me diera una, pero me detenía el pensar que ella se molestaría sintiendo que yo estaba haciendo algún tipo de a lución a su pasado.
-Sigue Inés, a si mi vida, a si (con las manos puestas sobre su cabeza y haciéndola mover)
No sé cuánto tiempo estuvimos así solo sé que cuando por fin mi mujer pudo despegarse de mi me dejo la pija escurriendo de baba y ella sin poder respirar, inflando el pecho y las enormes tetas que tenia.
-Ven (tendiéndole la mano para levantarla)
-Tonto por poco y me muero, desde hace rato que no podía pasar aire y tu no dejabas de ahhaaa (esparciéndose el grito en toda la casa)
Y es que, después de que la levantara, la lleve hasta la mesa, que no estaba lejos, la abrí de piernas y de espaldas ella se la clave por el orificio de la vagina de una sola estocada hasta lo más hondo. Para ese entonces mi verga ya estaba bien lubricad por ella misma y su conchita se sentía tan calientita y tan mojadita, que por dentro de Inés yo resbalaba de lo lindo, sus nalgas empezaron a sonar en mi haciendo el clásico Clac, clac, clac... yo estaba como poseído simplemente no podía dejarla ni respirar. Esa noche mi mujer vestía una de sus batas para dormir, de esas que parecen vestidos, que se sostienen de dos tirantes, sin mangas y que le llegaban de largo poco arriba de la mitad de las piernas, con una mano le saque por el escote la derecha de sus tetas mientras se las masajeaba y ponía entre mis dedos su delicioso pezón.
-Vamos para el cuarto, aquí Aayla nos puede ver.
Qué curioso, pensé, a la madre le importa mucho que la hija nos encuentre, mientras que la hija hace un rato le importaba un rábano que la madre lo hiciera.
No la deje, cuando esta por jalarme a la recamara, la tome de la cintura y la subí sobre la mesa, dejándola de frente a mí. Esta vez con más delicadeza que la vez anterior se la fui metiendo por el mismo lugar aumentado la velocidad de 1 a 2 y de 2 a 3 y así sucesivamente, fue la primera vez que la vi en toda la noche preocuparse solo por gozar en lugar de pensar en otras cosas, cada vez que se la hundía, ella, se movía hacia mi reculando las nalgas sobre la mesa y haciendo rechinar está como madera vieja, poco a poco yo mismo me fui acercando hasta quedar sin más que recorrer, no tardo mucho en colgárseme al cuello y amarrarme sus piernas alrededor de la cintura lo cual hizo que la cargara mientras la penetraba. Eso ya era otra cosa, por supuesto que me costaba cargarla y alzarla, sin embargo la recompensa bien valía la pena, al momento de dejarla caer he ir midiéndola con las manos también hacia que se fuera encajando poco a poco en mi tronco, la sensación era doble cuando llegaba al punto en donde la deja de sostener con las manos para dejarle el peso a mi pelvis, en eso momento ella tenía que apretar mejor con las piernas para no caerse de mí, eso hacía que yo, por dentro, sintiera todo más estrecho y ajustado, no obstante y gracias a la gloriosa fuerza de gravedad ella tenía que seguir resbalando hasta quedar bien ensartada a mí, no tenía modo de poderme mirar la pija en esos instantes, pero podía sentir como sus paredes vaginales se pegaban a mi pellejo jalándomelo a hacia abajo y desenfundándomela por completo, dejándome la punta del cabezón mas roja y caliente que braza de lumbre.
-Dale Inés no pares, sigue así.
-Me vengo cariño, me vengo, ya no aguanto, no dejes que lo haga aquí por favor llévame al baño, rápido, al baño (mientras me terminaba de encajar sus uñas en la espalda)
No sé si a ustedes les ha pasado, pero ya de por si es difícil el hecho de tener que correr a contra reloj mientras cargas a una persona por enfrente, de más 70 kilos, ahora a eso auméntenle que tienen la verga dentro de ella y que cada movimiento grande o pequeño, minúsculo o exagerado te va estar estimulando el camino. Lo inevitable sucedió.
Apenas alcance llegar a la puerta se me doblaron las piernas haciendo que los dos nos calleáramos dentro del piso del baño, no bruscamente pero tampoco tan suave como para que Inés no amaneciera con un ligero dolor de espalda, haciendo que en el transcurso se me saliera el pedazo y me vinera encima de Inés, ella en contra de los pronósticos, fue la que aguanto más y solo se vino cuando estábamos los dos acostados en el piso, aquel mega orgasmo que salió de ella pero que los dos vivimos por igual, fue hermoso, de por si durante el trayecto ya venía temblando pero una vez estando dentro del baño ya no supo controlarse más, se abrazo nuevamente a mi cuello y escondiendo la cara sobre mi hombro alcanzo a opacar, solo un poco, el sonido de sus gemidos y como una fuente empezó a chorrear de la vagina sin control alguno.
Al día siguiente no podía ni levantarme, no obstante lo hice, pero no antes de que dieran las doce y media y cuando lo hice no fue sino para enterarme que Aayla se había salido de la casa y estaría afuera por lo menos durante el fin y toda la semana venidera.
-¿Te dijo a donde iba? (preguntándole a Inés)
-Si ya me había comentado que David le había invitado a pasarse unos días con él y sus papás en una casa que iban a rentar cerca del campo.
-Pero 7 días es mucho no crees, ¿que nadie tiene que ir trabajar y la universidad?
-Hey, está bien de vez en cuando, además ya no es una niña.
-¿Crees que nos habrá escuchado ayer?
Con una sonrisa de oreja a oreja, se volteo a mí y me dijo.
-Ayer, (dando se una pausa) ayer seguramente hasta los vecinos nos escucharon.

EL Buen PadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora