No hay salida

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Me desperté gritando y llorando nuevamente, todas las noches me la pasava en vela por las malditas pesadillas. Desearía que solo fueran pesadillas, pero era imposible borrar lo que realmente pasó.
Mi madre no tardó en entrar a mi habitación, corrió al rincón donde me encontraba hecha bolita y me abrazó susurrando: todo va estar bien cariño, ya no pueden hacerte daño. Yo estoy aquí para protegerte.
Desde aquella noche mi vida, se volvió un completo infierno. Ya no era misma, me la pasaba llorando encerrada en mi cuarto, no hablaba con nadie ecepto con mis padres.
Me sentía sucia, me tenía asco. No permitia que las personas me tocaran, aquella noche esos hijos de puta arruinaron mi vida y mis ganas de seguir adelante.
Me afurré más al abrazo de mi madre, tenía miedo mucho miedo.
Mamà tengo mucho miedo, no puedo más, no puedo más. Quiero morirme.
Repetía una y otra vez, mi mamá no aguantó más y soltó un solloso  largo. Sabía que a ella le dolía verme en ese estado, que no había día en el que no se sintiera culpable de lo que pasó.
Quería decirle que no era su culpa, pero el dolor no me dejaba hablar y la impotencia me consumia aún más.

ADRIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora