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Después de una larga noche, mi cuerpo estaba agotado. No tenía energía ni para caminar, mi estado daba pena. Cada día era peor que el anterior.
Me llamo Merlía Gross, a mis 18 años soy un humano sin alma en el cuerpo, todos en el pueblo me miran con pena, eso hace que mi estado de ánimo empeore más. Es por ello que dejé de relacionarme con los vecinos y las personas en general, era conocida como "la chica que le arruinaron la vida". Estaba cansada de dar pena, era odioso que todos me dedicaran miradas de compasión.
Baje a la cocina para tomar mi vaso con leche, la única cosa que metía en mi estòmago durante todo el día. No hace falta decir que estaba más flaca que una modelo de pasarela, no podía meter otra cosa que  no
era leche. Mi estómago rechazaba cualquier tipo de comida. Al parecer nada en mi vida hiba bien.
Salí de casa con la cabeza bajada, no me atrevía a levantarla, me daba verguenza mirar a las personas.
Entré al instituto y automáticamete todos dejaron de hablar para mirarme a mí, los adolescentes muchas veces son unos malditos crueles.
Estaba por entrar al aula de clases, cuando Zara Lopéz me cerró el paso, ella era la más popular del instituto y la más zorra también.
Vaya mira a quién tenemos aquí, a la pobre chica que fue violada. No les da pena?, a mi no. Creo que incluso lo disfrutó.
Cuando terminó de hablar mis ojos se llenaron de lágrimas, en que cabeza le cabía que yo haya disfrutado algo tan feo?, era un ser sin corazón. Salí corriendo cuando escuché las carcajadas de mis compañeros. Entré al baño hecho un mar de lágrimas, no podía soportar más esta situación, era mucho, para mi ya maltratada alma.
Sin darme cuenta saqué la navaja, que había en el bolsillo de mi mochila. Lo llevé lentamente hasta mi muñeca, acabaría con mi vida en ese instante. Ya nada tenía sentido, mi vida ya estaba arruinada por completo. No tenía esperanza.
Cuando estaba por cortar mis venas. Una voz dulce y melodiosa pero a la vez suave, me detuvo.
No lo hagas Merlía, no vale la pena. Vales mucho.
Me dí la vuelta y me encontré con la criatura más bella que jamás haya visto jamás, era alto, moreno, musculoso, pelo negro y con unos ojos mas claros que el agua.
Me quedé como tonta embobada mirandolo. Él se acercó y se arrodilló frente a mí, levantó la mado derecha y acarición mi rostro suavemente, no me daba miedo. Al contrarió me daba paz, esa paz que había perdido hace mucho tiempo.
Me dedicó una sonrisa y dijó:
Estoy aquí para cuidarte, mi niña.

ADRIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora