Capítulo 2

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Terminé el desayuno y caminé hacia mi habitación. Me preparé la ropa, una camiseta negra de tirantes y unos pantalones vaqueros cortos. Fui hacia el baño a cepillarme el pelo y me miré en el espejo y vi mi reflejo. Sí, nada nuevo. Nunca he sido de esas chicas que les gusta arreglarse mucho y maquillarse. Llevaba mi pelo rubio oscuro recogido en una coleta alta y mis ojos grises y mis labios carnosos sin maquillaje alguno. ¿Para qué? Solo iba a ir al supermercado para comprar más cereales y huevos. Quería hacer una tortilla y no nos quedaban. Salí por la puerta hacia allí, despidiéndome de papá, cuando me choqué con algo bajando las escaleras. Dolió bastante el golpe en la nariz, era algo fuerte, pero olía muy bien. A canela. Mmm...tan bien que hasta me mareé. Me llevé la mano a la nariz herida, devolviéndola a su sitio.

—¡Ay!...—Murmuró el muro con olor a canela.

Resultó que no era un muro. Pero era tan alto como uno y mi cabeza le llegaba por la entrada de su cuello. Era un chico alto de pelo negro un poco rizado en las puntas, ojos verdes y con (por lo que parecía) un cuerpo excepcional que invitaba a tener todo tipo de fantasías...Y eso es difícil, ya que yo nunca he sido de las que van fantaseando. Algunos chicos me pedían salir, pero a mi no me gustaba ninguno. Normalmente eran los idiotas de la clase que se creen los más guays y no lo son, lo que pasa es que las chicas babeaban por ellos todo el tiempo y ellos se crecen. Incluso mis amigas. Pero yo no. Yo siempre digo que hay chicos que se creen príncipes azules, pero que no llegan ni a pitufo. Hay muchos así por el mundo, lo que hay que hacer es evitarlos. Y eso hacía yo. Pero si este chico me pidiera salir...¡Sí! Claro que sí. No me pensaba dos veces la respuesta. Llevaba puestos unos vaqueros un poquito bajos, pero no lo suficiente para verle todo el calzoncillo, como muchos idiotas creen que van bien con eso, cuando lo único que hacen es parecer más tontos de lo que ya parecen. No, sus vaqueros estaban un poco desgastados por el uso diario, también llevaba una camiseta de manga corta roja que marcaba sus músculos. Se veía que, que debajo de esa camiseta, tenía un torso perfectamente liso y fuerte y me obsequió con su vista cuando se llevó la mano a su frente, dejando entrever un poco de piel cuando la camiseta se fue un poco hacia arriba. Madre mía... Solo una palabra: sexy. Era el tío más sexy que había visto en mi vida.

—¿Hola?—Dijo de repente el chico, despertándome de mi sueño perfecto. Qué rabia, me lo estaba imaginando sin la estúpida camiseta.

Le miré a los ojos, esos ojos verdes que me pedían a gritos que preguntara si eran lentillas. Eran verdes como el trigo en plena primavera. Quería meterme dentro de ellos y correr por esas praderas infinitas.

El extremo derecho de su boca se levantó hacia arriba, mostrando así una sonrisa pícara que me tuvo casi babeando. De repente tuve la urgencia de pegarme en la cara por no haberme arreglado lo suficiente.

—¿Te gusta lo que ves?.—Me preguntó.

Me encanta, pero no te lo pienso decir.

Dejé de mirarle embobada y lo miré de verdad. Sería capullo. Con su sonrisita de suficiencia me estaba diciendo que el sabía que sí, pero aunque fuera verdad, no iba a soltar prenda. Te quedas con las ganas.

—¿Qué?

Él sonrió todavía más, con un brillo perverso en los ojos.

—¿Es que estás tan embobada que no me escuchas?

¡Pero será imbécil!

Maldito niñato. Detrás de ese cuerpo de dios griego, se escondía un engreído, arrogante y creído chico. Y un capullo.

—Imbécil.—Dije en un susurro, terminando de bajar las escaleras mientras el se quedaba casi arriba ya que estaba subiendo. Iría a ver a alguien.

Cuarto Creciente (En pausa).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora