| Unus |

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Viernes.
13 de agosto.
10:36 a.m.

— ¡Basta! — Los ojos tan excéntricos y poco comunes cubiertos por las lágrimas estaban fijos en el contrario. El dolor era intenso y consciente de su condición física sabia que no resistiría demasiado antes de finalmente colapsar. No podía permitirlo, no cuando finalmente había tomado la fuerza y el valor necesario como para enfrentarse a su peor temor y decir todas las cosas que tenía en mente. — ¡No mas! — Imploro temblando mientras retrocedía.

Los ojos carmesí observaron con desprecio el delgado y débil cuerpo femenino de apariencia enfermiza que estaba tumbado en el suelo. La fémina jadeo asustada cuando el de mayor tamaño se inclino y sujeto con fuerza gran parte de su corto y desaliñado cabello blanquecino. En su mano libre aun sujetaba el pequeño fuste con el que le había estado golpeando, y el ardor en su espalda y piernas era una clara muestra de que había conseguido su objetivo de abrir la carne y hacerle sangrar.

— ¿Te atreves a ordenarme? — La voz tan fría le hizo temblar y negó asustada sintiendo su labio temblar por el miedo que estaba sintiendo. Toda decisión había desaparecido de ella ante el primer golpe en su costado, sabiendo que ella como una simple humana jamas seria capaz de hacerle frente a aquel vampiro de fríos sentimientos. Para el fue repugnante ver el patético estado en el que se mostraba ante su persona y simplemente decidió que no necesitaba observar más de eso. — No quiero verte nunca más. — Apretó sus labios y sintió las cálidas lágrimas descender como cascadas por su mejillas.

El contrario le soltó con brusquedad y se enderezó mientras ajustaba su guante antes blanco y le dedicaba una ultima mirada que demostrada la repugnancia que sentía. La ropa de el estaba manchada con su sangre pero el no parecía nada inmutado por esto mientras se alejaba cada vez mas hasta desaparecer de su campo de visión. Con un sollozo apretó sus manos y se acomodo para que sus lastimadas piernas no sufriesen mas maltrato debido al frío suelo.

— Por fin te iras, Hone. — Alzo la mirada para encontrarse con la sonrisa arrogante del quinto hijo, Ayato.

Pese a su actitud este no parecía del todo divertido con el espectáculo que había montado su hermano mayor con ella. Se lamento profundamente pues al inicio ella pensaba que el más humano era el segundo hijo cuando esto resulto ser todo lo contrario. La apariencia engañaba ya que los que mostraban compasión ante su patética situación eran los otros hermanos.

Hueso. Así solía llamarle el hijo menor de Cordelia debido a su apariencia tan enferma. Los huesos de sus costillas y columna se notaban fácilmente a través de su piel, ni hablar de su rostro y brazos. Siquiera sabia como lograba seguir viva ante los constantes maltratos que conseguía por parte del segundo hijo. Su cuerpo era sumamente débil pero había conseguido conservar su salud -casi- intacta.

Ella era prácticamente un cadáver.

— ¿Que estas esperando? — Subaru le observaba desde el donde del salón con una postura indiferente que le hizo sollozar con levedad. El menor de la familia era probablemente el mas amable con ella hasta el momento y sabia que sus palabras prácticamente le decían que era su momento de huir antes de que el segundo hijo cambiase de opinión y quisiese seguir haciéndola miserable.

— Al fin. — Su voz como siempre era débil y rasposa. Ignorando los nuevos hematomas que había creado el segundo hijo y el como su sangre resbalaba por sus heridas se levanto tambaleante y sonrió hacia los hermanos. Los únicos a quienes podía ver eran el sexto y quinto hijo que mantenían una expresión completamente neutra ante la situación, pero sabia que los otros hermanos restantes le estaban observando desde algún lugar de la mansión ocultos en silencio, como meros espectadores. Inclusive el mismo segundo hijo podía estar viéndole en ese momento.

Esa posibilidad le hizo estabilizarse completamente antes de girarse y avanzar con pasos lentos mientras una de sus piernas cojeaba con levedad. No le tomaba demasiada importancia, tendría tiempo para sanar en cuanto estuviese lejos y finalmente libre de peligro. Casi llora de la ansiedad cuando sus manos sujetaron la puerta y esta rechino al abrirse. Adiós, y que os den.

No es que odiase a los demás en particular, pero simplemente ya no deseaba ver a ningún miembro de la familia Sakamaki luego de marcharse de aquel lugar. En cuanto pusiese un pie fuera de la mansión comenzaría algo nuevo para ella.

— Reiji. — Aquel nombre hecho un susurro escapo sin permiso de su boca y le hizo gruñir antes de sollozar. Ese simple nombre podía revivir todo el infierno que había pasado en los últimos meses que había vivido con ellos en la mansión. — Te odio. — Murmuro mirando por primera vez en mucho tiempo el mundo exterior del que se le había exiliado cuando se convirtió en una novia sacrificio.

Reiji Sakamaki, el segundo hijo y a quien ella había elegido finalmente fue su verdugo y quien le demostró lo que era el verdadero dolor. Le destruyo física y psicológicamente cuando ella pensó que era un hombre amable y caballerosos que siempre estaba atento a los que le sucedía. Fue simplemente una equivocación llevarse por su apariencia y eso fue lo que le impuso a escogerle a el por sobre todos. Le perteneció a el desde aquel momento y entonces fue cuando comenzó su calvario. Reiji solo la usaba y cuando fallaba en algo por mas mínimo que fuese le castigaba.

¿Que paso por tu cabeza, Aledis? Seguía sin entender como no había descubierto que el realmente era un monstruo disfrazado de amable caballero. Suspiro intentando calmarse y avanzo cerrado la puerta a sus espaldas. Ahora no era momento de reprocharse, debía alejarse de aquel horrible lugar y encargarse de sus heridas.

Viernes.
13 de agosto.
09:47 p.m.

Un fuerte temblor sacudió todo el continente y la electricidad se fue por completo. Todo se sumió en la completa oscuridad.

Infernus et in terra|Diabolik Lovers|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora