El entrenamiento había sido una tortura, para ambos.
Digamos que todo el rato el estuvo con su estúpida arrogancia para recoger la poca dignidad que le quedaba, y yo en venganza lo hacia esforzarse más y más, hasta que cada parte de su cuerpo estuviera agotada de tanto trabajo.
¿por qué todos los chicos guapos son tan inmaduros e idiotas?, ¿es que no pueden madurar ni un pelo?.
Sequé mi cabello con una toalla mientras me situaba frente al espejo y suspiraba. Observe mi reflejo con detenimiento, fijé mi vista en mi vientre y muslos.
"Estas gorda y por eso pagas tu frustración conmigo"
Había dicho el príncipe a la vez que hacia otras 70 lagartijas y el sudor corría por su frente como si una fuente de hallara en su cabeza. Sus espesos cabellos se encontraban revueltos y sus labios formaban una mueca de cansancio. Aun así no se rindió y cumplió cada uno de los ejercicios. Me molesté en un principio por no haber logrado mi cometido, quería que tirará la toalla cuanto antes y así poder sacárselo en cara burlonamente solo para darme el gusto de ver su expresión ceñuda y cansada.
Me puse de perfil frente al espejo y miré mis glúteos algo planos y redondos.
"Lindo trasero, pero deberías hacerlo trabajar"
Comentó, fallando en un intento de piropo a propósito. Sólo pude rodar los ojos con cansancio y castigarlo con otras actividades para mantenerlo con esa linda boca cerrada.
Me puse con un vestido de verano con estampado de flores y unos lindos tacones a juego. Hice una coleta en mi cabello y me maquille como suelo hacerlo; sutilmente ya que no me gustaba estar cargada con kilos de polvos en la cara.
Salí en busca del gran comedor del castillo del cual ya sabía su ubicación tras una larga charla con una dependienta que rondaba los 27 años que recibía el nombre de Giselle.
Llegué antes de que pudiera darme cuenta y abrí las dos puertas que daban a la sala dónde se hallaba una enorme mesa con docenas de sillas con el mismo diseño de la gran mesa de madera perfectamente lustrada y reluciente.
En una esquina, la reina y junto a ella Keegan me daba la espalda, estaban charlando animadamente como lo harían madre e hijo en un desayuno común. Al acercarme pude notar como los labios de la reina mostraban una perfecta sonrisa cargada de admiración y satisfacción. Con pasos lentos pero firmes llegué hasta ellos y tomé asiento junto al imbécil.
—buenos días majestad... Quise decir, Emma.— me corregí torpemente — buenos días alteza — pude notar mi tono de ironía al dirigirme a él pero parecía que la reina lo había dejado pasar, excepto Keegan que me miró altivo desde encima de sus hombros, lo ignoré y escuche como la reina comenzó a hablar.
— estábamos esperando a que llegarás Genevive — sonrió de nuevo — y buenos días a ti también querida — noté como sus facciones de endurecían cuando volteó a ver a su hijo.
— buenos días señorita Thompson, disculpe pero estoy un poco distraído — se acercó a mi y dejo uno de sus húmedos besos en mi mejilla. sentí un cosquilleo en el lugar que había posado sus rosados y tentativos labios.
-No se haga problema majestad, yo también estoy un tanto distraída. - Sonreí falsamente hacia el imbécil. Y Emma no se dio cuenta de mi falsedad asique relajo sus facciones.
-Por favor toma asiento querida. -Me senté lo mas lejos posible de esa cosa, con titulo de "Príncipe" y de nombre Keegan. -Cuéntenme niños que hicieron ayer -Dijo la Reyna con una sonrisa plasmada en su bello rostro. Keegan respondió primero.
- Bueno madre, primero me hizo hacer abdominales, paracaídas, correr, lagartijas. Y lo peor de todo Madre me tiro al suelo, pegándome una patada en el estomago. -Dijo, el hijo de perra mirando a su madre como si fuera un ángel, que espera ser defendido contra el diablo... La Reyna me miro un instante con cara seria, me encogí de hombros muriendo de vergüenza, aumentando las ganas de matarlo. Corte el contacto visual con Emma, cuando me estaba levantando para salir corriendo escuche la risa fina de Emma.
-Muy bien Genevive. Keegan abecés es muy infantil e insoportable. -Me miro y sonreí tímidamente. Luego miro a Keegan que estaba estupefactado con la respuesta de su madre. El imbécil estaba esperando que me despidan, gracias al cielo no. Me rio para mis adentros por lo muy estúpido que puede llegar a ser. - Y tu Keegan, deja de molestarla. Cuando te lo propones llegas a ser insoportable. Como buena madre te lo digo, no te lo tomes mal. -Justo cuando estaba tomando mi jugo de naranja, el tenedor con comida que el idiota se estaba por comer quedo suspendido en frente a su boca que había creado una perfecta "O" gracias a lo que dijo su madre. En ese momento, mirarlo así, hizo que me entre la risa, y que mi jugo terminara esparcido por todo mi vestido.
-Disculpen, voy a la cocina a limpiarme este desastre. -Y así me levante de mi asiento y me fui a la cocina mas elegante que había visto, agarre un paño mojado, y comencé a limpiar el desastre que le había echo a mi vestido, hasta que sentí una respiración en mi cuello y dos manos en mi cintura.
—tendré que castigarte como te mereces...—sentí su aliento pausado sobre mi hombro y me estremecí— ¿pero... como?
No entiendo por que siempre que esta cerca logra ponerme nerviosa, por mas que intente evitarlo siempre consigue hacerlo.
—¿Qué harás?— solté en algo parecido a un suspiro. No tenía opción; estaba muy lejos de la puerta y si salía corriendo la reina notaría que algo andaba mal.
— Hmmmn, podría....— me giró por la cintura con brusquedad y aturdida solté el pañuelo mojado que sostenía en mi puño — creo que ya lo tengo — se inclinó para sujetarme de los muslos y me hizo enroscar las piernas en su cintura. Se giró hacia la pared de al frente y me apoyo en ella, aun con las manos en mis muslos se acercó a mi cuello y comenzó a trazar una línea de besos hasta mi clavícula, luego a mi mandíbula y allí hasta mis labios.
Siendo sincera no pude resistirme a tal cosa y le seguí el beso sintiendo una corriente de calor invadir mi cuerpo repentinamente.
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Infiltrada en la realeza
RomanceTodo empezó el día que cumplí 14. Mis padres comenzaron a golpearme, a insultarme, a gritarme muchísimas cosas que viniendo de los seres que nos traen al mundo duelen, un dolor insoportable que hace que varias veces quieras quitarte la vida. A vecés...