¿Alguna vez se sintieron “tapados” por alguna persona? ¿Alguna vez se sintieron inferiores a alguna persona? ¿Alguna vez sintieron que ESA persona es mejor que uno mismo? ¿Alguna vez la odiaron por esas razones? Yo me siento así. Y no sé por qué. Es decir… Ella es mi hermana.
Todas estas preguntas las vengo haciendo hace cinco años, cuando nuestra relación comenzó a ser seca. Yo tenía once años y ella trece. Estábamos cenando en familia cuando mi hermana, Dianna, se levantó de la mesa, alzó una copa y la golpeó con una cuchara. ¿Por qué tanto lío? Porque quería anunciar que tenía novio. Sí. A los trece años con novio. Parece una locura, pues, en aquella época los noviazgos comenzaban a los diecisiete. En fin. Mis padres, sorprendidos, hicieron todo tipo de preguntas. Luego de que ella respondiera lo que mi familia esperaba, dijeron algo como “Bienvenido a la familia.” Y desde ese momento están juntos.
¿Será por envidia que “odio” a Dianna? ¿Porque ella dio su primer beso a los trece años, con su novio oficial, y a los dieciséis ya perdió la virginidad? ¿Será porque yo, actualmente, con dieciséis de edad, ni siquiera salí a pasear con un hombre? No lo sé. Pero sí sé que, desde que mi hermana tiene novio, y el mismo que hace cinco años, no la puedo tratar como lo hacía antes. Cuando éramos niñas y jugábamos a las madres, a las muñecas, en nuestra casa de madera que construimos con papá a los ocho y diez años.
Juro que no quiero odiarla. Juro que hace meses intento llevarme bien con ella. Juro que me lastimo por ser como Dianna, la hermana perfecta de dieciocho. Juro que quiero dejar de lastimarme. Juro que no puedo. Juro y… simplemente no cumplo.