Capítulo 1 - El principio del fin

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Sobre la 1:30 de la madrugada del 6 de Octubre,como decía, hace unos 8 meses, un cuchillo se abalanzó sobre mi atravesando sin contemplación alguna mi frágil y débil estómago y  cayendo así en la dulce inconsciencia previa a la muerte.

Para que os podáis situar en el contexto del asesinato rebobinaré un poco más en el tiempo puesto que no entenderéis porque alguien tomó la inhumana decisión de clavarme su más preciado juguetito de cocina.

Pues bien, ese mismo día por la tarde un par de amigos y yo decidimos quedar para ir a un parque después de cenar y hablar un rato. Y así fue, sobre las 24:00 ya estábamos sentados en un viejo banco del parque de nuestro barrio. Sabíamos que había riesgo de que nos atracaran porque en nuestro recinto no es que habite la gente más pacífica del mundo, pero dejamos a un lado dicha posibilidad y seguimos riéndonos a carcajadas sobre experiencias personales que, a más de uno, le darían vergüenza ajena. Aún así, y a pesar de la divertida noche que aparentaba ser, nadie del grupo podría haberse imaginado la tragedia que se avecinaba.

Llevábamos sobre hora y veinte charlando en el parque cuando aparecieron a lo lejos unas largas e intimidantes sombras los dueños de las cuales no parecían tener muy buenas intenciones. Era un grupo formado por 3 chavales de unos 20-23 años cuyas venas habían estado recibiendo cantidades excesivas de heroína. Nos dijeron si teníamos dinero y que, en tal caso, se lo diéramos sin rechistar, a lo que Dani, un amigo de intelecto alto y por tanto de mente ágil contestó con naturalidad: "No tenemos, nos lo hemos gastado todo, lo siento". No nos creyeron, por lo que decidieron registrarnos. No íbamos a permitir aquello pero uno de ellos, al ver la intención que teníamos de salir corriendo, sacó un desafiante cuchillo de su chaqueta que nos hizo acceder inmediatamente. Justo cuando empezaron a registrarnos eran la 1:29, mi final estaba a la vuelta de la esquina: 0:59, 0:58, 0:57....

Una vez empezado el registro no tardaron en encontrar los 25 euros que tenía escondidos en un bolsillo interno de mi camisa. Fue entonces cuando el más alto de ellos, al sentirse ofendido por la mentira que habíamos intentado colarles, dirigió su puño hacía mi cara con una fuerza descomunal. No me apetecía  que mi rostro recibiera un golpe de tales dimensiones, por lo que respondí a su movimiento gracias a los impecables reflejos que había tenido desde pequeño. Así pues, tras evitar el puñetazo, le pegue una patada en las partes bajas y, al agacharse del dolor, cargue mi brazo con toda la fuerza que pude para darle un puñetazo en su no muy inteligente cabeza. El tío del cuchillo empezó a gritar cual monstruo nocturno, cabreado por la situación que se había creado en apenas medio minuto. Parecía una bestia cuya sangre había dejado a un lado la heroína para, por aquel entonces, rebosar de ira. Posteriormente, impulsado por su agresiva e impulsiva personalidad junto a la droga, empezó a correr hacía mi con el cuchillo en mano. Miré a Sonia, la amiga que nos acompañaba a Dani y a mi aquella noche. En realidad yo sentía más que simple amistad por ella y, al ver aquel demente correr hacia mi, llegué a la conclusión de que jamás volvería a ver sus tan simpáticas pequitas de la nariz. Lo peor es que nunca había tenido el valor decirle lo que sentía. 0:05, 0:04, 0:03, 0:02, 0:01...00:00

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⏰ Última actualización: Jun 08, 2018 ⏰

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Otto y las pruebas del inframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora