Capítulo 1: La iniciación

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"Un libro llegó a mis manos, y con el, mi tumba."

Eran las tres de la mañana y no podía soportar el calor, regresé a mi cuarto después de tomar un vaso con agua en la cocina y el sudor goteaba por mi pegajosa frente, pensé en darme otro baño, pero ya sería el tercero de la noche, y podría despertar a mamá, eso no era buena idea ya que tuvo un día muy agotador con la mudanza. La companía de aire acondicionado recién podía venir el Jueves, quedaban tres calurosos y agobiantes días que soportar aùn. No podía dormir y debía encontrar una solución, definitivamente no podía empezar a subir mis aparatos electrónicos ahora, el crujir de la escalera, gracias a su madera de fresno añeja, era ensordecedor, y más a altas horas de la noche.

Definitivamente tenía que pensar algo para pasar la noche, ya había decidido no dormir, y no era discutible que tenía que hacer pasar el tiempo, más que nada para no sufrir tanto el bochornoso calor de la noche montevideana. Estando acostado sobre mi cama, comencé a tirar una pelota de tenis hacia el techo, y agarrarla cuando estaba a punto de pegarme en el medio de la nariz. Tardé aproximadamente dos minutos en romper el portarretrato con la foto de papá, y sinceramente, me importaba más el ruido que pudiese haber hecho al caer, que el mismo portaretrato o la foto. Comencé a empujar los vidrios cuidadosamente a un rincón de la habitación, para así poder caminar libremente sin peligro de cortarme, cuando de repente, me acordé de aquella caja vieja llena de libros que me había dado el abuelo la semana pasada. "Axel, de seguro vas a disfrutarlos más que yo" me dijo poniendo la pesada caja en mis brazos. Al principio pensé que se trataba de antiguos libros de navegación del abuelo, entonces la aparté a un rincón del cuarto al llegar a la nueva casa, pero cuando comencé a revisar lo que contenía me acordé de que él me conocía muy bien, y gracias a él comencé a interesarme por Tolkien y Lovecraft. Así era, una caja llena de ediciones antiguas de estos, con contenido adicional como mapas, tablas rúnicas y demás.

Después de un buen rato explorando cada libro de esa pesada caja, visualicé un libro muy peculiar, este era color rojo intenso y no decìa absolutamente nada en la tapa, al instante pensé que debía tratarse de uno de los diarios de navegación de mi abuelo, por lo que lo dejé a un lado y seguí revisando hasta el último libro, los separé por autores y los puse en la alta repisa que había comprado mamá.

Me di cuenta de que me había olvidado de uno, efectivamente era el diario de viajes. En ese momento, sentí curiosidad, quería verificar si las aventuras narradas por el abuelo los domingos a la tarde, eran verídicas, o le agregaba emoción solamente para atraparme y dejar dormir la siesta a la abuela. Primero preparé el escritorio para poder leer, guardé el portarretrato roto en uno de los cajones de mi escritorio y saqué todas las cajas de arriba de este, encendí la lámpara y acerqué una silla que se encontraba en uno de los rincones más oscuros del cuarto. En segundo lugar, comencé a observar el detallado de la tapa, ese rojo intenso y esa trabajada textura daban a entender de que era algo artesanal, no fabricado por empresas. Después de observar el diario de diferentes maneras y posiciones para ver si se lograba divisar algún indicio de título o el nombre de mi abuelo, procedí a abrirlo.

No podía respirar, intentaba que el aire entrara por mi boca pero no lo lograba, con mis dos manos agarraba mi cuello mientras ese rojo intenso iba perdiendo el color, la fuerte luz de la lámpara se hacía tenue, el golpe de mi cabeza contra la madera del piso dejaba un agudo pitido en mis oídos y hacía que poco a poco, todo se vaya apagando, hasta que se apagó.

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