El gordo Héctor

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Héctor es un gordo que vive en la opulencia, ama los buenos vinos y viste ropas elegantes creadas por los mejores sastres,  además usa zapatos especiales que se adaptan a sus enormes pies, porque él no sólo es gordo, es el más gordo del pueblo, y es por eso que su mansión tiene todos los cuartos con puerta doble, para que aquellos "kilitos de más" no le impidan moverse, ya que esos "kilitos de más" son realmente muchos más de los que puede uno imaginarse al escuchar la expresión. Los que piensan que la gordura no es señal de riqueza, es porque no conocen a Héctor, este hombre gana kilos en proporción al oro que recibe. Sin embargo no siempre fue un gordo rico, solía ser un flaco sin nada que comer, hasta que un día encontró un cofre mágico del que podía sacar todo el dinero que quisiera, igual que todos los que encuentran cofres mágicos, fue mera casualidad. Compró su esplendorosa mansión y comenzó su nuevo estilo de vida. Para que nadie supiera acerca del cofre, él lo mantenía guardado en un baúl con cinco cerraduras, y se colgaba las llaves siempre en su pecho.

Porque como todo el mundo sabe, el mejor lugar para guardar las llaves de un tesoro es colgándolas del cuello.

A Héctor le encantan las fiestas de máscaras, porque así puede "camuflarse entre la multitud", o eso cree él, ya que sin importar qué máscara use, es la única persona en la fiesta que ocupa tres asientos. Pero todos fingen no reconocerlo porque eso lo pone de mal genio, y ya que él es el anfitrión y un hombre con mucha fuerza todos prefieren verlo de buen humor.

Dos días antes de organizar una de estas mascaradas, mientras paseaba como si fuera un enorme rinoceronte por su jardín, se dio cuenta que algunas plantas de adorno se habían estropeado, y como era natural mandó llamar un jardinero que pudiera dejar todo listo para el día de la fiesta. Cuando vio que el trabajo estaba terminado, encontró al jardinero arrodillado en el segundo piso sobre una alfombra, completamente en silencio y con los ojos cerrados, según una de sus sirvientas lo último que dijo fue que una aparición divina tuvo lugar en ese sitio y que meditaría allí por tres días.

Como todo el mundo sabe, cuando sucede una aparición divina la persona que la ve, debe meditar por tres días, sin comer y moviéndose lo menos posible.

El dia de la fiesta los sirvientes vistieron con un disfraz de mascara roja aquel jardinero, aunque Héctor le permitiría quedarse a meditar para que no se dijera que: "él irrespeta las tradiciones", no iba a permitir que dañara la decoración de la fiesta con su ropa de trabajo. Héctor lo vigilaba casi todo el tiempo, pues era muy visible desde cualquier lugar y la fiesta era justo en el enorme salón de la entrada que estaba bajando las escaleras. Durante su ardua vigilancia por casualidad giró la cabeza, y desde sus tres asientos vio como un hombre con una máscara roja idéntica a la del jardinero iba en dirección a su cuarto, esto lo hizo mover su enorme cuerpo hasta el segundo piso (algo que no era sencillo) para asegurarse que nada malo estuviera pasando. vio al hombre entrando en su cuarto, apresuró sus piernas y abrió la puerta de golpe, el hombre de la máscara volteo a mirarlo, tenía en sus manos la posesión más importante de Héctor, el cofre de madera con bordes azules (la fuente de su riqueza) que siempre estaba guardado en el baúl con cerraduras, al ver que iban a quitárselo enfureció y con su enorme cuerpo corrió hacia aquel enmascarado, que de una forma ágil evadió su embestida, tan veloz fue su carrera que no pudo detenerse y se estrelló contra la ventana abriéndola de par en par, la mitad de su cuerpo quedó hacia afuera del cuarto pero la otra se atascó en el marco de la ventana. Enfurecido y pataleando como un niño intentó durante unos minutos introducirse de nuevo en la habitación, entretanto, vio cómo aquel hombre pasaba con su tesoro justo bajo la ventana con rumbo hacia la salida, así que usó toda la fuerza de sus regordetes brazos y se impulsó hacia afuera, mientras caía estiró las manos como si fuera un guepardo que salta sobre una gacela, y le cayó encima con una sonrisa enorme, como si hubiera atrapado una jugosa pierna de pavo, se levantó y tomó el cofre. En ese momento la sonrisa abandonó su rostro porque al abrir el cofre no encontró su tesoro, únicamente había un pedazo de torta que devoró para pasar el mal rato. Entró de nuevo a su casa y fue hacia donde el jardinero estuvo orando, allí bajo la alfombra vio un hueco, por el que seguramente escaparon los dos, ¿ cómo sacaron su cofre si el único que tenía las llaves para abrir las cerraduras del baúl era él ?.

Pasaron dos días y Héctor había despedido a todos sus sirvientes, durante ese tiempo trató de reconstruir los hechos, tres hombres estaban implicados en el robo, primero el jardinero que fingió estar meditando para tapar el hueco por donde escaparon, segundo uno de sus sirvientes que fue la distracción usando una caja falsa, y al cual aplastó al caer por la ventana, y el tercero era el hombre que estaba en la habitación, ese que terminó escapando con su caja y abriendo las cerraduras que protegían su valioso tesoro. ¿Cómo pudo abrirlas?, era algo que no lograba explicarse, a menos que realmente nunca las hubiera abierto. Se puso de pie y corrió hacia su cuarto, tomó una por una las llaves que siempre tenía colgando en su pecho y abrió todas las cerraduras del baúl donde tenía su cofre. aún estaba allí, en realidad no se robaron el cofre, giró su cuerpo y vio el sujeto disfrazado con máscara roja saliendo debajo de su cama, y con una daga lo apuñaló en sus brazos y estómago. Héctor cayó al suelo sangrando, el hombre tomó la caja y susurró en su oído:

—En realidad nunca me fui, no habría podido abrirla sin tu ayuda, gracias.

Un ruido se escuchó en el pasillo y el enmascarado saltó por la ventana con el tesoro de Héctor en sus manos.

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⏰ Última actualización: Oct 29, 2016 ⏰

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