Prólogo y primer acto: Caída

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Consigue encandilar mi corazón y el volar a la gloria incierta, correrá en poema a tus colores.

Escribe palabras en mi piel e inmaculado sorbe del baile sin retorno.

Incúlcame tu licor, así la mocedad abordará la luna creciente en mis labios; y querré embriagarme de ti: de tus locuras y aspereas, de la gracia encogida en triunfo perezoso, y de tu poco control.

Devora mi alma que he de entregarte de un solo trago el preámbulo.

Me ciño a tu cuerpo y siento que así puedo volar, lejos de la lóbrega manta a finos azules, lejos del mal y la incertidumbre, lejos de estar a salvo y de ti. No, jamás de ti.

Dame la vuelta y vuelve al viento... a mi amar, mientras la melodía envuelve el secreto en puño errático.

El idioma sublime de la devoción encarna a labios divinos los sentimientos desbocados, y aún así mi piel niega la voluntad impuesta por el firmamento.

Me tocas los recuerdos y trastornas mis ideas. ¿Incoloro? El blanco no es más que la saturación del color; entonces átame a la oscuridad, inúndame de tu aroma y la locura amistosa extenderá su mano al soñador, que ha sido embriagado de tu licor. 

***

Un flash tras otro hacía pelea contra la blancura de una sonrisa orgullosa, postrada con la vanidad hilada a un montón de logros y sabiduría.
La ola de preguntas se formaba tan inmensa que contestarlas todas se convirtió de pronto en un trabajo olímpico. La gran lona con una portada bastante trabajada en fondo como presentación, adornaba de forma majestuosa en conjunto con una enorme mesa al frente y que fue bien vestida con sedas a colores monocromáticos.
Sin duda alguna hacía resaltar la cabellera rojiza de Kyle Broflovski, el último descubrimiento entre autores de mediana talla, según la prensa. La promesa de una nueva década para la literatura.

"El viajero del nuevo Olimpo", rezaba la portada de una de los libros encima de la mesa. Abajo, con letras negruzcas en contraste al fondo escogido en azul, se leía su nombre: Kyle M. Broflovski, como confirma de su total autoría.

El pelirrojo aspiró el frío viento de California para tratar así de comer un poco de confianza. Levantó una mano como saludo formal a la prensa e intentó con esmero no entrar en pánico. Para un hombre acostumbrado a estar detrás de los faros incandescentes, aquello le aterraba, pero miles de ocasiones su gran amigo, Leopold, intercedió para darle ánimos y esa confianza que siempre le huía en el momento más estrepitoso.
Kyle sonrió de manera petulante por primera vez en su vida puesto que en esta ocasión el pedestal en el que se encontraba parado era totalmente real; y es que ¿cuántos logran alcanzar el sueño americano? Podría ahora mostrar a sus padres los enormes logros y estar orgulloso de llamarse exitoso ante ellos.
Ante su madre.

—Señor Broflovski, aquí, para el Times. —Todo el mundo guardó un poco de calma y el judío en específico sudó frío—. ¿Es verdad que se inspiró en Craig Tucker y su best seller para crear su mundo fantástico?

No era una pregunta demasiado difícil.
—Así es, aunque prefiero decir que son referencias. Es su facilidad de expresar lo inimaginable lo que me llevó a finalizar una obra que llevaba inconclusa desde hace un año.

—Entonces no se inspiró en Craig Tucker. ¿Tal vez en Stanley Marsh? —Cartman acertó y es que lo había deducido meses atrás.

Cuando le invitó a salir por ahí, beber un par de copas y dejar que lo demás sucediera probablemente en su departamento; y que Kyle lo rechazara fue la cereza sobre el pastel bien elaborado. No le molestó saber que había pisoteado él mismo su orgullo nazi al declarar su interés en un judío con todas las de la ley.
Pues ahora pisotearía el suyo, sin temple.

Don't be my hero [K2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora