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Tiempo después...


Lo primero que Kenma vio al despertar fue la espalda desnuda de Kuroo.

Inconscientemente se acercó para apoyar su mejilla sobre ella sin dejar de repasar cada músculo que sobresalía y que conocía muy bien. Tambien se detenía a mirar cada línea enrojecida que cubrían parte de sus omóplatos y un poco más abajo.

Cerró sus ojos cuando sintió el movimiento de Kuroo al darse la vuelta y un par de brazos se hicieron con su delgado cuerpo al envolverlo en ellos.

El menor subió su mano derecha a los bíceps del brazo de Kuroo como excusa para detenerlo, aprovechando para sentir sus músculos directamente de su tacto.

―...Kuroo, estoy dormido...― Murmuró en voz baja y con completa pereza.

―Yo igual― No supo que el mayor estaba sonriendo hasta que sintió esa sonrisa maliciosa sobre sus labios.

Entre las sábanas que los cubrían y las almohadas que conformaban su cama, ambos se movieron a la par para continuar y sentirse mejor.

Kenma se acomodo entre las almohadas y esperó a que el contrario tomara el lugar sobre él, lo cual no tardó en hacer además de acomodarse entre sus piernas.

Hasta entonces, dejó que sus manos acariciaran los brazos firmes y marcados de Kuroo. Sus labios se entreabieron y sintió la lengua intrusa recorrerlo una vez más, aceptó y acarició correspondiendo al músculo húmedo con el suyo propio.

Las manos amplias del de cabellos oscuros le arrancaban suspiros imposibles de reprimir a medida en que se paseaban por su cuerpo desnudo, acariciando como si fuera la primera vez. Tocando sus piernas, adentrándose en sus delicados muslos y presionando su entrada con sus dedos para provocarlo. Kenma siempre se agitaba cuando las manos de Kuroo hacían su aparición.

Recorrió con las yemas de sus dedos su ingle, su cadera y su exquisita cintura. La suave piel de su torso y pellizco sus pezones, provocando un agudo gemido que rebotó en su boca al no romper el beso húmedo y profundo que ambos compartían.

Las manos pequeñas tampoco se quedaban atrás. Cada vez que el cuerpo del mayor se movía contra el suyo, se aferraba a la piel de su espalda amenazándole con rasguñarlo una vez más si seguía jugando de esa forma. Pero a Kuroo no parecía importarle; en realidad, disfrutaba hacerlo.

Rozaba su miembro firme contra la entrada del pequeño lentamente, controlando por poco sus enloquecidas ganas de tomarlo una vez más sin control alguno.

No eran necesarias las palabras cuando el cuerpo mismo reaccionaba solo, sin pensar ni una vez en lo que hacía.

Kenma separaba más sus piernas y comenzaba a mover su cadera muy débilmente, dejando que su cuerpo le pidiera al de Kuroo que se apurara, que lo necesitaba.

Pero al mayor le gustaba jugar, provocar al menor y hacerlo enojar hasta que ambos alcanzaban la locura del placer.

Los dedos de Kenma palidecieron por la fuerza en la que se apoyaban sobre la espalda de Kuroo por cada vez en que molía su miembro contra su entrada palpitante.

―¡K-Kuroo! ― Le gritó frustrado desviando su rostro, echando su cabeza hacia atrás y soltando gemidos después de nombrarlo.

―¿Ya despertaste? ―Su voz sonaba seductora, maliciosa tan cerca de su oído, podía sentir incluso una sonrisa. Sintió entonces su lengua pasearse por la órbita de su oreja hasta que bajó a su cuello y sus labios tomaron posesión de él para formar otra de sus múltiples marcas moradas, las cuales ya llevaba desde antes.

Neverland [Kuroken]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora