3

8.8K 1.2K 1.2K
                                    


La primera noche antes de que Kenma llegara a la tienda que compartía con Kuroo, Akaashi la pasó dentro.
El mayor no se sorprendió de verlo en un estado tan roto y demacrado, se sentía de la misma manera aunque su propio rostro no lo demostrara.

Esa noche Akaashi se arrodilló frente a Kuroo, sosteniendo entre sus manos una playera gris que había pertenecido a Bokuto. Una playera que aún conservaba su aroma.

Los labios del azabache menor temblaron y se rompieron en un sollozo.

―¿P-Puedes usarla? ― Le pidió con voz temblorosa estirando sus brazos para darle la playera.

Sin llegar a formularse la pregunta en su mente, Kuroo tomó la prenda.

―Y-Yo q-quiero... S-Su aroma...― Trató de explicarse con los labios entorpecidos. Sin saber sobrellevar el dolor que sentía, Akaashi se inclinó para suplicarle al mayor. ―Q-Quiero verlo en sueños... hay... hay cosas que no pude decirle... antes de que se fuera.

Fue la primera noche en que Akaashi durmió con Kuroo. La primera en la que Kenma pasó la oscuridad a solas como en años atrás.

Mientras los días pasaban y las noches se volvían eternas, Kenma aprendió a ignorar el llanto mal controlado de Akaashi para poder dormir. Aprendió a darles su espacio para que extrañaran a Bokuto sin miedo.

Pasó una semana entera antes de que Akaashi le volviera a hablar casi como antes. Para que ambos pudieran mantener una conversación sin verse interrumpida por un repentino sollozo del contrario.

Después de esa semana, Kuroo no volvió a dejar solo a Kenma ni a Akaashi. No se tocó el tema del peligris; Kenma aceptó que Bokuto se había ido y que en el lugar prometido estaba mejor. Ahí no tendría que robar comida para no pasar hambre.

Se adaptaron para salir los tres juntos. Para mantenerse unidos como familia.

Kuroo se volvió más paranoico. Cuando los tres salían a la ciudad para reabastecer su comida, el más alto se mantenía alejado de los dos menores. "Es para protegerlos" Les decía antes de que preguntaran.

Lo más difícil mientras buscaban comida, era encontrarse con los carteles de 'buscados' donde la fotografía de Bokuto seguía intacta, como si aún estuviera ahí.

Akaashi no lo notó, pero un par de ojos ambarinos no le perdieron el rastro cuando sus manos abrazaron estrujando el papel, arrugándolo contra su pecho para terminar escondiéndolo en su ropa y poder llevarlo a casa.

Los días pasaron y a medida del tiempo, cuando parecía que dejaban de perseguirlo, Kuroo bajó la guardia.


Fue el peor error que pude haber cometido― Explicó el azabache cubriendo la mitad de su rostro.

―¿Cuándo fue eso? ―Le preguntó la voz contraria, a lo que Kuroo alzó su mirada gatuna. Una mirada opaca, atormentada e irritada del dolor. La mueca que sus labios hicieron no llegaron al nivel de una sonrisa, pero el intento quedó.

―Esta mañana


Mientras esperaba a Kenma y a Akaashi, el pelinegro se quedó en la esquina de la calle, recargado sobre el mármol para no perder de vista a los menores.

Cuando sus pensamientos lo llevaban a navegar en el pasado, perdía el tiempo del presente, se iba y regresaba al momento cuando Bokuto se fue. Ignoraba lo que sucedía en las calles, ignoraba las miradas de extrañeza que le dedicaban con disimulo, ignoraba a las personas que comenzaban a reconocerlo.

Neverland [Kuroken]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora