II

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Antes de abandonar su casa y haber tirado al gato a la basura, la policía le recomendó a Cate cambiar su número telefónico y asegurar la casa con cámaras de seguridad. Ella, muy consciente de los peligros que traía esa clase de acoso, hizo lo debido y despidió a los efectivos.

¡Cuánto ansiaba esos días de tranquilidad! Donde no había tiempo para preocuparse por nimiedades.

<<Deben ser las vacaciones. Mañana mismo vuelvo al trabajo>>

Pero eso era imposible, mañana era el funeral de Albert y no podía NO asistir. Después de todo, habían estado casados por cinco años. Fue algo corto el tiempo, pero aprovecharon cada minuto, hasta meses antes del divorcio.

Se frotó los ojos y decidió darse un baño de espuma y sales especiales. Creyó que éso la relajaría.

Pero el teléfono volvió a sonar.

No contestó; pero sintió un escalofrío al oír el ruido que hacía el aparato, hasta que dejó de sonar.

El alivio se apoderó del baño. Y de la casa.

Toc, toc, toc.

La ventana había sonado fuertemente, por lo cual, se levantó rápidamente y se colocó la toalla para luego, salir corriendo desde el baño hasta su habitación en medio de la penumbra nocturna. Ya no había nada que hacer: la persona que la estaba acosando sabía perfectamente donde vivía. Aunque eso no lo aseguraba nadie, pues eran simples suposiciones de ella.

Su horror fue magnánimo cuando se dio cuenta que, al abrir las cortinas, la patrulla policíaca no se encontraba fuera de su casa.

Marcó al 911, nuevamente.

—¿Aló? Soy Catherine Bradford. Llamé esta tarde debido a un suceso ocurrido en mi hogar a eso de las cinco...sí, lo del gato... Deben venir enseguida, ¡Hay alguien en el patio de mi casa!—Estaba desesperada y no dejaba de gritar.—¡La patrulla se ha ido!

Al poco rato de haber llamado, la policía tocó la puerta.

—Señorita Bradford, le recuerdo que hay una patrulla fuera de su casa. No tiene porqué alarmarse—dijo la misma poli que había estado en la tarde allí—.No debe desesperarse. Simplemente debe salir de su casa y avisar a la patrulla.

—¡Hace un rato no estaba!

—Ha estado desde que nos fuimos...

La mujer se quedó callada y pensó durante un minuto si continuar o no con el tema de que la patrulla la había dejado abandonada.

—Debe de haber sido una equivocación.—dijo Cate al fin.

—Le recomiendo que vaya a la cama, ya es muy tarde y tiene que descansar. Mañana es el funeral de su marido.

<<¿Cómo sabe eso?>>

—No importa el cómo lo sé—replicó, como si hubiera leído sus pensamientos

Horrorizada, se despidió y cerró con un portazo.

<<He de estar volviéndome loca>>

Se remoja la cara con agua heladísima y se va, finalmente, a la cama.

***

Caminando hacia el centro se pregunta: ¿Dejaría Cate que Albert se fuera con ella de vacaciones? Claro que no. Hay que ser imbécil para pensar que una mujer como Cate podría dejar a su marido ir a vacacionar con una amiga. Sobretodo tratándose de una antigua amiga, de una amiga como Andy.

No sabía qué ocurriría si iba y entraba a la casa de ambos en Frige St.. Pero de algo si estaba segura: Cate se volvería loca al reconocerla. 

El vestido, los zapatos y la pintura eran cosas que jamás debían fallarle. Aunque Winnipeg sea una ciudad fría, ella siempre usaba vestido. A excepción de invierno, claro.

Cuando llegó al edificio de Derdill Press, se echó el cabello hacia atrás y suspiró: al fin podría ver a la esposa de su viejo amigo.

La secretaria le pidió su identificación de la editora, pero no tenía. Jamás se le habría pasado por la cabeza trabajar en un rubro como ése, pues odiaba leer.

—Señora, ¿Tiene reunión con alguien?—le preguntó, por cortesía, la secretaria.

—No, no. Venía a ver a mi amiga Catherine Bradford—mintió.

—¿Quiere que la llame?

—No será necesario—sonrió Andy, y se despidió con un pequeño guiño.

Exilio InteriorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora