Dicen que una persona encuentra a su amor verdadero una vez en la vida. Eso es bastante cierto, aún no encuentro a otra persona que me haya hecho sentir lo mismo que mi corazón sintió el día que te vio por cuarta vez.
Y digo por cuarta vez porque así fue como pasó, pocos conocen esta historia, una historia que en mi nostalgia tiendo a recordar para ahogar por dentro con mis lágrimas nunca derramadas los sentimientos que aún quedan en este ser que nunca te tuvo. No es por presumir, pero posiblemente esta historia sea una de las historias reales más bonitas jamás contadas, brevemente pasaré a relatar detalle por detalle este cuento romántico que viví a tu lado; no con la intención de ganar algún premio por parte de ti, sino para que si algún día lees este relato puedas ver mi pasado con los mismos ojos que un día te amaron.
Era un día que no recuerdo de un año que tampoco me sé, un chico nuevo llegado directamente desde el extranjero, traicionado por su propio acento se enfrentaba a su primer año de instituto en quizás uno de los peores recintos escolares que jamás haya visto el mundo.
No muy alto y de contextura delgada, yo era un simple chico que se sentó observando todo a su alrededor, sin poder parar de pensar que era diferente a los demás, sin embargo, me sentía a gusto, al fin y al cabo, estaba en el lugar que me vio nacer.
Pasaron exactamente 2 días hasta que conseguí mi primer amigo, uno de esos amigos que pocas veces en la vida se encuentran, un amigo que siempre estaba en las buenas y en las malas, prefiero no decir su nombre, es más, no diré el nombre de ninguno de ellos y mucho menos el tuyo, ya que sería una injusticia por mi parte hacer que los lectores se formaran una idea equivocada de tu belleza prejuzgándote por tu nombre.
Continuando con mi relato, caminaba yo cuando noté que una chica agraciada de ojos cafés oscuros y un gran pelo negro me miró. No pasaron ni tres minutos cuando otra chica una que yo conocía, ya que se sentaba al lado mío en el autobús escolar, me presentó a esa pequeña damisela de pelo negro que segundos atrás había cruzado su mirada conmigo. Esa chica eras tú...
—¿Cómo te llamas? —me preguntaste.
Cordialmente te dije mi nombre sin mostrar ningún otro interés en ti. Te volví a ver un par de veces más, continuamente escuchaba tu nombre a mi alrededor, tú, mi pequeña doncella eras muy codiciada por los hombres que habitaban en esa cárcel que llamamos colegio, no obstante, yo no podía parar de pensar por qué tanto interés en una chica normal de pelo negro, ojos cafés oscuros y labios rojizos.
No fue hasta que te vi por cuarta vez que pude comprender porque desprendías tanto néctar para las avispas que éramos nosotros los hombres.
Estaba yo junto a mi amigo en la parte alta del recinto cuando pasaste por mi lado, y desprendiendo una sonrisa me saludaste. Hay dos cosas que, aunque me borren la memoria nunca olvidaré, la primera es el tacto frío de tus labios rozando mi mejilla y la segunda es el día que me enamoré de ti.
Bajaste las escaleras con tal delicadeza digna de las princesas, mi mejor amigo en ese momento junto a mí, reclamó del por qué siendo yo amigo de una sirena no le había dado a él el derecho de conocerla. Así que, cumpliendo con mi labor de amigo, grité desde el tercer piso tu nombre con la intención de ser escuchado por tus oídos, curiosamente todas las personas ahí reunidas escucharon mis gritos, excepto tú, la culpable de mis llamados, eso propició a que me ganara una pequeña reprensión por parte de las autoridades superiores ahí presentes. Volví a intentar hacerte escuchar mi llamado, esta vez un poco más suave, pero una vez más fue en vano, sin embargo, otro chico, cansado de mis constantes aullidos me hizo el favor de avisarte que había un loco gritando desde lo alto tu nombre.
Subiste las escaleras sin pensártelo dos segundos... pero aquí pararé la historia momentáneamente, lo haré porque ese instante es uno de los momentos en los que más pienso, yo arriba y tú abajo, viviendo en un mundo donde la gente muere cada dos segundos, un mundo que está plagado de guerras, pero a pesar de eso, solo tengo una pregunta de la cual quisiera saber su respuesta, ¿qué pensaste cuando subías esas escaleras? ¿Pensaste en un loco, en un amigo o peor aún pensaste en otro pretendiente tonto que solo buscaba probar la ambrosía en tus labios? Sea lo que fuese, nunca lo sabré.
ESTÁS LEYENDO
UN RECUERDO NOSTÁLGICO.
RomantikUna mente que recuerda nostalgicamente la historia que vivió junto a la persona que más amó. ¿Alguna vez habéis deseado viajar al pasado y cambiar muchas de vuestras decisiones? Sin embargo, es imposible viajar al pasado, una historia basada en hech...